Preocupaciones

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Leo estaba sentado en el suelo del taller, rodeado de cables y piezas desgastadas de la máquina del tiempo. Su frente estaba empapada de sudor, mientras tratando de concentrarse en alimentar la energía de la máquina, sentía la presión de la mirada de Percy. El hijo de Poseidón se mantenía de pie, sus brazos cruzados y una expresión feroz en su rostro. Era evidente que la frustración y la ira lo consumían, y Leo no podía evitar sentir una punzada de miedo.

—¿Cuánto más va a tardar, Leo? —exigió Percy, su voz profunda y reverberante como un trueno. Las palabras estaban teñidas de desesperación, pero también de una rabia incontrolable.— Mis hijos están ahí fuera, en un lugar donde no deberían estar. ¡Necesito que los traigas de vuelta!

Leo tragó saliva, sintiendo un nudo en su garganta. Sabía que estaba en una situación complicada. La máquina del tiempo no solo se había dañado; estaba en juego la vida de Lucerys y Alex y selena ,  los pequeños que Percy amaba más que a nada en este mundo. Sin embargo, reparar la máquina requería precisión, y los nervios de Percy no facilitaban las cosas.

—Lo sé, Percy —respondió Leo, esforzándose por mantener la calma en su voz—. Estoy haciendo todo lo que puedo. Pero si no me dejas trabajar, podríamos perderlos para siempre.

Percy se acercó, y Leo pudo ver la línea de tensión en su mandíbula, el pulso acelerado en su cuello. Era como si las aguas del océano se agitaran a su alrededor, reflejando su tormenta interna. La preocupación por Clarisse también era palpable; no dejaba de pensar en cómo ella cruzaría por este furioso torrente de emociones y la incertidumbre de no saber si sus hijos estaban bien.

—No puedo soportar esto, Leo. Cada segundo que pasa, los imagino en peligro, asustados y solos. Y si algo les sucede... —se detuvo un instante, su voz quebrándose—. Estoy tan asustado.

Leo sintió su propio miedo intensificarse, pero el pánico en los ojos de Percy lo recordaba de inmediato de lo que estaba en juego. Sabía que el hijo de Poseidón podía ser un verdadero titán si era necesario, y el hecho de que su ira se manifestara a través de él no era algo que debiera tomarse a la ligera. Pero Leo tenía un poder distinto; su habilidad para resolver problemas.

—Confía en mí. Juntos lo lograremos —dijo, intentando ofrecer una sonrisa tranquilizadora, aunque no estaba seguro de que lo lograra—. Solo... dame unos minutos más.

Percy asintió lentamente, aunque su frustración seguía surgiendo como olas en una tormenta. Niveles de energía fluctuantes provocaban que la máquina destellara luces intermitentes azuladas, como si respondiera a la cercanía del caos emocional que dominaba el ambiente.

Leo se dedicó al trabajo con renovada determinación, mientras sentía la tensión en el aire. La impotencia de Percy era una fuerza constante, un recordatorio del tiempo que se les escapaba entre los dedos. Pero al final, en el fondo de su corazón, Leo sabía que no podía fallar.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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