Charlie despidió a su hija con una sonrisa mientras ella se alejaba, devolviéndole el gesto antes de cruzar el muro del andén.
Altair borró la sonrisa tan pronto como atravesó el muro. Frente a ella, el tren escarlata resplandecía bajo la luz del día. Respiró hondo, ajustó su túnica y caminó hacia él, haciendo levitar su equipaje con un hechizo que había aprendido en secreto.
Había convencido a su padre de comprarle una cantidad excesiva de libros de magia. Los había estudiado todos durante el verano, bajo la estricta supervisión de Charlie, quien insistía en que dejarla sola con tanta información era como entregarle un cuchillo afilado.
Encontró un compartimento vacío y se sentó, agradeciendo su buena fortuna cuando nadie más entró durante el trayecto. Aprovechó el tiempo para leer, dejando que el suave vaivén del tren la arrullara. Finalmente, el cansancio la venció, y durmió un poco antes de que el tren llegara a su destino.
Charlie le había regalado una lechuza completamente negra a la que había llamado Furia. Aunque había insistido en tener también un husky siberiano, su padre decidió que este tendría que quedarse en casa durante el primer año, argumentando que no quería sobrecargarla con deberes y la responsabilidad de dos mascotas.
Al llegar, Altair bajó del tren, dejando su equipaje a cargo de los encargados que lo llevarían a su habitación. También tuvo que entregar a Furia, siguiendo las normas del colegio.
Cuando miró a su alrededor, quedó fascinada. Todo a su alrededor era mágico, como un sueño hecho realidad.
—¡Primer año! ¡Primer año, por aquí! —gritó un semi-gigante con voz ronca.
Altair caminó hacia él con emoción, sintiendo que cada paso era un premio doble: no solo había renacido en un mundo nuevo, sino que este resultaba ser un cruce entre Twilight y Harry Potter.
Un repentino golpe en su espalda la hizo tambalearse. Se giró para encontrar a una chica apresurándose a recoger sus lentes mientras balbuceaba disculpas.
—Está bien, no te preocupes —respondió Altair con tranquilidad.
—¡De a cuatro por bote! —anunció el semi-gigante.
Altair subió a un bote junto a tres niños más, maravillándose al ver el castillo que se alzaba en la distancia. Era aún más imponente de lo que había imaginado.
—Seguro es una hija de muggles —murmuró una niña a su lado, sin molestarse en disimular.
Altair giró la cabeza para observarla: tenía el cabello negro y largo, piel pálida y unos impresionantes ojos gris platino. Era, sin duda, hermosa, aunque su actitud dejaba mucho que desear.
—Tienes razón, prima. Se nota por su ropa vieja y raída —añadió un niño con el mismo tono de rubio que Altair. Era Draco Malfoy, lo reconoció al instante, y ahora que lo observaba mejor, se dio cuenta de que había un cierto parecido entre ellos. Solo pensar en eso le dio náuseas.
—¿Intentan hacerme sentir mal? —preguntó, inclinando la cabeza con fingida curiosidad.
Ambos primos intercambiaron miradas antes de devolverle una expresión burlona. Altair suspiró, poniéndose de pie. Caminó hacia la pelinegra con una sonrisa amable pero peligrosa.
—Lo siento, pero debo hacer esto para evitar que sigan con sus comentarios estúpidos durante el resto del año. ¿Me perdonan?
—¿Qué dices, sangre sucia? ¡Aléjate de mi prima! —gruñó Draco.
Antes de que pudieran reaccionar, Altair empujó bruscamente a la chica, lanzándola al lago. Luego, con un movimiento igual de rápido, hizo lo mismo con Draco. Ambos cayeron al agua con un sonoro chapuzón. Por suerte para ellos, sabían nadar.

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Altair It's a star
RandomDesde que aprendí a razonar me hacia la misma pregunta ¿Qué sentido tiene la vida si la muerte es inevitable?... Nunca supe la respuesta y creo que a pesar de lo que me está pasando mi cerebro sigue sin comprender lo que es el sentido de la vida. Pe...