Capítulo 6

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—Papi, ¿por qué yo puedo hacer esto y tú no? —preguntó Altair un día, mientras jugaban en el claro del bosque. Había creado un remolino de burbujas mágicas que danzaban alrededor de ellos, flotando suavemente en el aire.

Charlie se agachó frente a ella, buscando las palabras correctas. Sabía que esa pregunta llegaría en algún momento, pero no quería que Altair pensara que había algo malo en ser diferente.

—Porque, estrellita, cada persona es única. Tu mamá también tenía esa magia, y tú la heredaste de ella —respondió, esbozando una sonrisa triste—. Yo no soy como tú. No puedo hacer esas cosas, pero eso no significa que no pueda ayudarte a ser la mejor versión de ti misma.

Altair lo miró con esos grandes ojos curiosos, ladeando la cabeza como si no terminara de comprender del todo, pero asintió con entusiasmo.

—¿Mamá también hacía burbujas? —preguntó con una risa inocente.

Charlie rió suavemente, recordando algunos momentos felices del pasado.

—No exactamente burbujas, pero sí tenía su propia magia especial. Y ella también era muy cuidadosa al usarla —dijo, dejando que la nostalgia lo invadiera por un momento.

A medida que los días se convertían en meses y los meses en años, la relación entre Charlie y Altair se volvía más fuerte. Para cuando Altair cumplió 11 años, ya había desarrollado cierto control sobre su magia, aunque algunas cosas más complejas aún le resultaban un reto. Isabella, su hermana mayor, se unía a ellos cada Navidad y festividades, y Charlie estaba más que encantado de ver a sus dos hijas juntas.

Una noche, después de una de sus largas conversaciones antes de dormir, Charlie se acercó como siempre para arropar a Altair y dejar un beso en su frente.

—Dulces sueños, mi estrellita.

—Dulces sueños, papi... ¿Podemos ir de cámping mañana? —preguntó con una sonrisa somnolienta.

—Claro, mi princesa. Haremos todo lo que quieras —respondió Charlie, sonriendo al ver cómo Altair caía en un sueño profundo casi de inmediato. Desde pequeña, Charlie le había puesto un horario fijo para dormir, y, como reloj, su cuerpo lo seguía sin dificultad.

Justo cuando Charlie estaba a punto de salir de la habitación, un suave picoteo en la ventana llamó su atención. Una lechuza estaba posada allí, mirándolo con sus ojos brillantes mientras picoteaba suavemente el cristal. Charlie frunció el ceño, acercándose con cautela y, al abrir la ventana, vio que la lechuza sostenía una carta en sus garras.

—¿Qué es esto? —murmuró, tomando la carta mientras la lechuza entraba tranquilamente en la habitación.

El sobre era de un pergamino grueso y elegante, con un sello de cera que lucía una insignia desconocida para Charlie. Al dar vuelta el sobre, vio el nombre de su hija escrito en una caligrafía hermosa y fluida: Altair Swan.

Charlie sintió un nudo en el estómago. Cerró la ventana con cuidado, llevó la carta consigo a la sala, y la lechuza lo siguió silenciosamente. Se sentó en el sofá, mirando fijamente el sobre. ¿Qué significaba esto? ¿Quién enviaba cartas a su hija de una forma tan... inusual?

Con un ligero temblor en las manos, rompió el sello y sacó la carta. Desplegó el pergamino y comenzó a leer en voz baja:

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COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA Y HECHICERÍA

Estimado/a Srta. Swan,

Tenemos el placer de informarle que ha sido aceptada en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Acompañamos una lista de todos los libros y equipo necesarios para su primer año de estudios.

El 1 de septiembre comienza el curso, y esperamos que se encuentre en la estación King's Cross, andén 9 ¾, a las 11 en punto.

Atentamente,
Minerva McGonagall
Subdirectora

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Charlie leyó la carta una y otra vez, sin poder creerlo. El nombre del colegio, Hogwarts... sonaba como algo sacado de una historia de fantasía. Sin embargo, la lechuza, la carta... todo esto hacía que fuera difícil descartarlo como una broma... También el hecho de que su esposa le hablo de aquel colegio al que ella también había ido.

Pasó un rato en silencio, con la carta en sus manos, tratando de procesar lo que acababa de leer. Luego, miró a la lechuza, que seguía esperando pacientemente en el respaldo del sofá.

—¿Así que esto es real? —preguntó en voz baja, más para sí mismo que para la lechuza.

La lechuza no respondió, pero Charlie supo que la respuesta era sí.

Hogwarts... un colegio para magos y brujas. Sintió una mezcla de miedo y alivio. Miedo porque la idea de enviar a su hija a un lugar desconocido lo aterraba, pero alivio porque, finalmente, ella tendría un lugar donde encajar, un lugar donde podrían enseñarle lo que él nunca podría.

A la mañana siguiente, cuando Altair se despertó, Charlie la esperaba en la cocina con la carta en la mano.

—Buenos días, papi —saludó ella, con una sonrisa mientras se acercaba a él.

—Buenos días, estrellita —respondió Charlie, nervioso—. Hay algo que quiero mostrarte.

Le entregó la carta, observando la expresión de su hija mientras la leía. Al principio, Altair frunció el ceño, pero a medida que sus ojos recorrían las palabras, su rostro se iluminó.

—¡Papá! ¡Voy a ir a un colegio de magia! —exclamó con emoción, saltando de su asiento—. ¡Voy a aprender a hacer más cosas!

Charlie sonrió, aunque su corazón estaba lleno de una mezcla de alegría y preocupación.

—Sí, estrellita... parece que sí.

Altair no podía contener su emoción. Resulta que esta en un crossover y no tendría que estar solo en la estúpida trama de Crepúsculo, y joder conocería a Hermione Granger, dedujo que estaba a tiempo de conocerla en Hogwarts al leer que Minerva era la subdirectora.

Sin embargo, Charlie no podía evitar preguntarse si estaba preparado para dejarla ir. ¿Cómo iba a protegerla en un mundo que apenas entendía?

—Pero, papi... ¿Tú vas a estar bien? —preguntó Altair, con una súbita mirada de preocupación.

Charlie se inclinó hacia ella y la abrazó con fuerza.

—Voy a estar bien, cariño. Lo más importante es que tú estés a salvo y feliz. Y sé que aprenderás mucho allí. Solo... solo prométeme que siempre serás cuidadosa.

Altair asintió con determinación.

—Lo prometo, papi.

Charlie la abrazó una vez más, sabiendo que su pequeña estaba a punto de embarcarse en un viaje increíble, pero también temiendo el día en que tuviera que despedirse de su estrellita.





Altair It's a starDonde viven las historias. Descúbrelo ahora