1|| Los Maximoff

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Neblina

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Neblina. Oscuridad. Gritos de agonía que se pierden en la niebla, retumbando en mis oídos.

— Solo una gota... Con una sola gota de la sangre del elegido podemos traer de vuelta a nuestro señor — La voz resonó en mis pensamientos con una intensidad abrumadora. Me volví de inmediato, pero no pude identificar el origen de esas palabras. — Acéptalo... Morirás sola. ¿Acaso no tienes a nadie, serpientita? JA, ¿no es porque simplemente no eres nadie al que le importes? — Las palabras eran veneno, afiladas y crueles, pero aún así, mi mente se aferraba a ellas, tratando de desentrañar su significado. Intenté concentrarme, forzando mis sentidos a agudizarse, y rastrear el eco de esa voz entre las sombras, sin embargo, lo único que lograba ver eran las miles de tumbas que me rodeaban, y lápidas ennegrecidas por el paso del tiempo.

El miedo comenzó a apoderarse de mi cuerpo. Mis manos, frías como el hielo, temblaban al sostener mi varita, la ansiedad me invadía, pero no podía permitirme sucumbir a ella, tenía que mantenerme alerta, preparada para cualquier amenaza que surgiera.

De repente, algo me golpeó en el estómago, un impacto brutal que me dejó sin aliento. El suelo me recibió con un ruido sordo, y, por un instante, la oscuridad pareció tragárme. El zumbido en mis oídos se convirtió en voces distorsionadas que gritaban mi nombre, un ruego desesperado que me llamaba a regresar, sabía que me necesitaban, pero mis ojos se negaban a abrirse. El dolor era insoportable, y todo lo que deseaba era que eso acabara, y que todo terminara.
Con la poca fuerza que me quedaba, logré incorporarme, a duras penas, y allí, a unos pasos de mí, lo primero que logre visualizar fue un chico morocho, que yacía inmóvil en el suelo. 

El mundo se detuvo por un segundo, mi cuerpo reaccionó instintivamente, corriendo hacia él. Y aquellas lágrimas, que había estado reprimiendo, comenzaron a rodar por mis mejillas mientras observaba el cuerpo de mi mejor amigo, sin vida. Esto no podía ser real. Todo era mi culpa.

──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────

Actualidad.
Londres, Inglaterra.

Era una mañana perfecta, una de esas en las que el sol brilla suavemente y el aire se siente fresco y lleno de paz. Sin embargo, "no molestar" no formaba parte del vocabulario del más joven de los mellizos Maximoff, acompañado de su primo, el único descendiente de los Potter, tenían una sola misión en mente: despertar a Adelilah a como diera lugar.

Una vez más, las voces parecían retumbar en mi cabeza, gritaban mi nombre, desesperados, sin descanso, aquellas voces eran cada vez más intensas, y más cercanas. Como si se acercaran en una carrera frenética hacia mí. El pánico me invadió y, cuando sentí que me tocaron, abrí los ojos de golpe, desbordada de adrenalina, aún adormitada tome lo primero que encontré, con la esperanza de defenderme.

— Vas a sacarme un ojo con eso — Dijo Harry, quitando rápidamente el cepillo de su rostro.

— Déjala, "la gran y temible" Adelilah Maximoff se va a defender con un cepillo para el cabello— bufó Snyder, mientras se dirigía a la ventana para apartar la cortina con una sonrisa traviesa.

— ¡Par de idiotas! La casa es bastante grande como para que vayan a molestar a otro lado — Me quejé, lanzándoles una almohada sin mucha puntería, ignorando sus bromas, y volví a recostarme en la cama, buscando envolverme entre las sábanas para escapar de todo.

La almohada impactó directamente en el rostro de uno de ellos, y ese pequeño gesto fue suficiente para desencadenar una nueva conspiración, ambos intercambiaron una mirada cómplice, sabían que no se irían hasta conseguir lo que querían, en cuestión de segundos, uno me sujetó de los pies y el otro arrancó las sábanas, dejándome frente a ellos, aún confundida y con cara de pocos amigos.

— Antes de que digas o hagas algo, todo fue idea de Snyder — gritó Harry, señalando al chico culpable antes de salir disparado de la habitación. La sonrisa burlona de Snyder desapareció al ver mi expresión, y sin dudarlo, también salió corriendo, escapando de mi mirada furiosa.

— ¡Regresa idiota, no me dejes con esta loca, Harryyyyy! — Gritó Snyder mientras huía.
Aún adormilada y molesta, tomé una almohada y decidí darles una lección. Corrí fuera de mi habitación, decidida a acabar con ellos, los chicos, completamente desprevenidos, corrían por los pasillos, evitando a toda costa el encontronazo con la morocha malhumorada que los perseguía, con un gesto rápido y preciso, lancé la almohada, creyendo que al fin habría alcanzado a alguno de ellos, sin embargo, ese pequeño triunfo se desvaneció al ver la expresión de mi mamá, quien me observaba confundida.

— ¡Merlín, cuidado! Pueden caerse... ¿Cuándo van a aprender? — dijo, sacudiendo la cabeza en desaprobación. Luego, con dulzura, se dirigió a mí: — Lilah, mi amor, parece que los chicos lo lograron. Ya estás despierta. El tono suave de su voz y la mirada de preocupación hicieron que me olvidara momentáneamente de la pelea.

Mamá vió su reloj de reojo, haciendo que un destello de preocupación se cruzara por su rostro.
— Nena, necesitas arreglarte. Tenemos visita y no tardarán en llegar. — El tono de calma en su voz se tornó en ligera preocupación cuando revisó la hora en su reloj. — Ya casi son las 12, creí que era más temprano... Ay, por Merlín, y tú no has comido nada. — acarició mi rostro con ternura. — Anda, arréglate rápido y baja a comer algo antes de que lleguen, ¿te parece?

──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────

Tan pronto como los tres chicos escucharon el timbre de la puerta, corrieron al unísono, decididos a abrir, porque sin importar nada, aquel trío era experto en convertir todo en una competencia, en la cuál ninguno quería perder.

— ¡Hey, relájense! No son los juegos del hambre, yo voy a abrir — dijo un hombre, cruzándose por el camino de los chicos, negando con la cabeza.

— Wanda, amor, no me habías dicho que esperabas a tu hermano. Si lo hubiera sabido, habríamos preparado más comida. — añadió soltando una risita divertida, mientras abría la puerta.

El ambiente cambió instantáneamente al abrirse la puerta, la atmósfera de la casa pasó de una tranquila calma a una confusión palpable. Al parecer, la familia Maximoff esperaba a alguien, pero no a las personas que estaban frente a ellos.

— Tía Marge, Los Dursley... — murmuró el señor Maximoff, arrepintiéndose en ese mismo instante de haber abierto la puerta.

 — murmuró el señor Maximoff, arrepintiéndose en ese mismo instante de haber abierto la puerta

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afternights || D.M. fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora