4. Caperuza roja y el lobo verde

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ADVERTENCIA: CONTENIDO +18


Sanji caminó a paso rápido por el oscuro bosque, el sonido de las hojas secas crujiendo bajo sus botas de lluvia. Los árboles eran tan frondosos que la luz del cielo apenas llegaba a pasar a través de las ramas, haciendo que el paisaje se viera más tétrico de lo normal. Sin embargo, todavía no anochecía y podía ver el camino a la perfección. Aunque, incluso si anochecía, no tenía miedo alguno, lo que le molestaba y su apuro de llegar hasta la casa de Ivankov, eran los repugnantes insectos que invadía la fauna. Dios, detestaba esas cosas.

Es por eso que no quería ir, pero Zeff insistió en que llevara las jodidas galletas recién horneadas para que Ivankov las probara y le diera su aprobación de servirlas en la panadería del pueblo. Le entregó el paquete cuidadosamente envuelto en un mantel en una cesta de mimbre y lo mandó antes de que pudiera negarse, así que no tuvo más opción.

Llevaba una media hora caminando, por lo que no le quedaban más de veinte minutos de recorrido, pero honestamente, estaba irritado. El sol se hundía en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y violetas, y cada sombra en el camino parecía alargarse y retorcerse de forma siniestra. El tiempo era húmedo y su pelo comenzaba a esponjarse y ondular de forma cómica.

— Maldito viejo,como si no tuviera nada mejor que hacer que jugar al recadero. — murmuró en voz baja.

El viento sopló entre los árboles, y el ulular lejano de un búho se escuchó, haciendo que Sanji se estremeciera involuntariamente. Se ajustó su capa roja y continuó hablando consigo mismo a modo de auto consolación.

— Y para colmo, este lugar está lleno de bichos espeluznantes. — Apretó el paso, consciente de que la noche caería en cualquier momento. Sabía que el sector era famoso por los lobos que cazaban al anochecer, y la idea de ser atrapado en medio del bosque no le resultaba para nada atractiva.

Dio otro paso, más el musgo del suelo casi hizo que se resbalara. Menos mal avanzó a sostenerse de un tronco cercano. Una vez que se estabilizó, miró las galletas, viendo que seguían en su lugar suspiró con alivio. De pronto, un gruñido grave retumbó en el aire, helándole la sangre. Frente a él, emergiendo de las sombras, apareció un lobo enorme, de pelaje verde musgo que se camuflaba perfectamente con el entorno, como si el bosque mismo lo hubiese creado.

Sus ojos, de un tono aún más oscuro, lo miraban con una ferocidad primitiva. Sus colmillos asomaban entre los labios, y su postura amenazante hacía que pareciera a punto de lanzarse sobre él. Sanji se quedó inmóvil, tragando saliva y tratando de controlar el pánico creciente.

— ¿A dónde crees que vas en medio de la oscuridad? — gruñó el lobo, su voz grave resonando como un trueno entre los árboles.

Cualquier otra persona se habría desmayado por la impresión de ver a un animal hablar, pero la verdad sea dicha, en el pueblo había un doctor que era un reno parlante. Ya nada podía sorprenderle. De todas formas, sintió un poco de temor, ya que el aura del lobo no era para nada amigable a diferencia de la que tenía el pequeño reno.

— Le estoy dejando una cesta de galletas a mi tía. — respondió mientras señalaba la canasta.

Los ojos del lobo se entrecerraron, recorriéndole de arriba abajo con un destello curioso.

— No era una pregunta de verdad. — el animal dio un paso cerca, mientras que Sanji dio uno hacia atrás — No puedes pasar por aquí a menos que tengas mi permiso. Soy Zoro, uno de los protectores del bosque.

— Tampoco te pregunte tu nombre. — dijo de vuelta. Por más miedo que quisiera infringir, su tono grosero y condescendiente hizo que él quisiera ser igual. — Entonces, dame tu permiso rápido, porque las galletas se están enfriando.

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⏰ Última actualización: Oct 30 ⏰

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