Entre Balones Y Miradas

5 2 0
                                    

Estaban la mañana de un sábado entrenando en la Ciutat Esportiva, pasándose el balón, haciendo físico, y con un cansancio de la ostia. El sol apenas se asomaba por el horizonte, y el aire fresco de la mañana ayudaba a sobrellevar el esfuerzo. Marc, empapado en sudor, alzó la vista para dirigirla hacia Héctor, ese compañero por el que sentía cosas que hacía tiempo no lograba entender del todo.

Era natural, pensaba Marc, después de todo Héctor era su mejor amigo y lo trataba mejor que nadie. Le brindaba una calidez que no había encontrado en otros; Héctor era alguien que siempre estaba allí, que lo escuchaba y que, además, parecía entenderlo sin necesidad de palabras. ¿Cómo no iba a enamorarse de él? La idea era inevitable, y le hacía sonreír de forma casi involuntaria. Héctor era perfecto en todos los sentidos, además de increíblemente guapo. Joder, *si era guapo*… cada detalle de su rostro, el brillo en sus ojos, su sonrisa de lado… Marc se encontraba observándolo con una mezcla de nervios y ternura.

Perdido en estos pensamientos, Marc oyó de repente una voz inconfundible y sexy, esa voz que hacía que su corazón latiera un poco más rápido.

— Bro, esta tarde hay un Barça - Granada femenino, ¿te vienes a verlo a mi casa? — Héctor se había acercado, y al ver su sonrisa, Marc sintió una chispa que le revolvió el estómago.

*Bro*… Marc tenía una relación de amor-odio con esa palabra. A veces odiaba que Héctor lo llamara así, tan casual, tan como si solo fueran dos colegas. ¿Por qué no podía llamarle “amor”, “bebe” o alguna de esas cursilerías que Marc secretamente ansiaba oír? Justo cuando Marc intentaba procesar aquello, la voz de Héctor volvió a resonar, sacándolo de su ensoñación.

— ¿Bro? Marc, ¿estás bien? — Héctor se había agachado a su altura, con una expresión divertida, mientras Marc seguía sentado sobre el césped.

Marc parpadeó, dándose cuenta de que había estado en silencio demasiado tiempo.

— Eh… Sí, sí. ¿A qué hora, hermano? — dijo, intentando sonar casual, aunque sintió que al llamarlo “hermano” se le escapaba una de las frases más hetero que se le podía ocurrir.

Héctor soltó una pequeña risa.

— A las cinco de la tarde. Te pasas, y nos tiramos la tarde en casa viendo el partido. ¿Te parece?

Marc sonrió, disimulando el leve sonrojo que intentaba subirle a las mejillas.

— ¡Perfecto, Hec! — respondió con su mejor sonrisa, tratando de esconder su emoción.

El entrenamiento finalmente terminó, y todos comenzaron a dirigirse hacia el vestuario. Marc iba aliviado, pues no podía esperar a que llegara la tarde, pero aún estaba algo nervioso. Justo antes de entrar, una voz desde el otro lado del campo lo distrajo.

— ¡Guiu! ¡Garrido! ¡Ayudadme a recoger, por favor! — gritó Flick, el entrenador, quien se había quedado con un par de balones y conos en la otra punta del campo.

Marc miró a Aleix Garrido, su compañero y amigo inseparable, que también había oído el llamado. Compartieron una mirada cómplice, y Aleix no tardó en captar la sonrisa soñadora que se escapaba en el rostro de Marc.

— Uy, Guiu… ¿y esa sonrisa de bobo? — preguntó Aleix, divertido, mientras se acercaban a recoger el equipo que Flick había dejado.

Marc intentó disimular, pero Aleix ya había captado la esencia del asunto. De hecho, Aleix había sido el primero en notar que algo sucedía entre Marc y Héctor, aunque su amigo nunca lo hubiera admitido en voz alta.

— A ver, adivino. — Aleix sonrió, mostrando sus brackets. — ¿Cierto pelinegro de rizos te ha dicho algo especial?

Marc, sin poder ocultar la reacción, se sonrojó levemente. Sabía que a Aleix no podía mentirle, así que suspiró y terminó confesando, aunque fuera solo en parte.

— Me ha dicho de ir a ver el partido del femenino esta tarde… en su casa — respondió Marc, tratando de sonar casual, pero su expresión traicionaba la emoción que intentaba ocultar.

Aleix soltó una risa y lo miró con incredulidad.

— ¡Locura, hermano! — exclamó, dándole un leve empujón en el hombro. — ¿Por qué no le dices algo ya, hombre? Si te tiene loco y lo sabes.

Marc miró hacia otro lado, sintiéndose algo avergonzado.

— Es que… no es tan fácil. ¿Qué tal si solo quiere ser amigos? ¿Y si estoy interpretando todo mal?

Aleix le dio una palmada en la espalda, animándolo.

— Hermano, yo digo que si Héctor te invitó a ver el partido a su casa es porque algo hay. Quizás es su manera de acercarse, ¿no?

Marc se quedó pensativo mientras terminaban de recoger las cosas y se dirigían al vestuario. ¿Y si Aleix tenía razón? Tal vez esa era una oportunidad para acercarse aún más a Héctor, para ver si había algo más que esa amistad que tanto le importaba.

Jugando a Ganar - Guiufort Where stories live. Discover now