Un Gol, Un Beso

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Ambos se acomodaron en el sofá frente a la pantalla, y mientras Héctor preparaba las bebidas, Marc intentaba relajarse. El ambiente era cómodo, incluso familiar, pero algo en su pecho latía a un ritmo diferente, y estaba seguro de que Héctor podría escucharlo en cualquier momento.

— Oye, Marc… — empezó Héctor, mirándolo con picardía. — He pensado en hacer este partido más interesante. ¿Te animas a un reto?

Marc arqueó una ceja, entre divertido y curioso.

— ¿Qué tipo de reto?

— Fácil. — Héctor hizo una pausa dramática y luego soltó la bomba: — Cada vez que nuestro equipo marque un gol… damos un beso.

Marc se quedó paralizado, sorprendido, intentando procesar lo que acababa de escuchar. ¿Un beso? ¿Cada vez que marcaran?

— Un beso… — repitió, disimulando el sonrojo que comenzaba a invadirle. — ¿En cualquier parte?

— En cualquier parte. — Héctor le lanzó una sonrisa desafiante, y Marc sintió cómo su pulso se aceleraba aún más.

Para no quedarse atrás, aceptó el reto con una sonrisa valiente.

— Vale. Pero que sepas que yo voy con el Granada, ¿eh? — le recordó, tratando de sonar despreocupado.

— Perfecto, yo voy con el Barça — contestó Héctor, dándole un golpecito en el hombro. — Que gane el mejor.

El partido comenzó, y Marc estaba tan nervioso que apenas podía concentrarse en el juego. Pero no pasó mucho tiempo hasta que el primer gol del Barça llegó, y entonces Héctor, sin decir una palabra, se inclinó hacia él, dejando un beso suave en su mejilla. Marc sintió cómo su rostro ardía, y Héctor simplemente sonrió, como si fuera la cosa más normal del mundo.

— Un gol, un beso — dijo Héctor, guiñándole un ojo.

No habían pasado ni cinco minutos cuando el Barça anotó de nuevo. Esta vez, Héctor se acercó un poco más, rozando los labios de Marc en un beso apenas perceptible que le hizo estremecer. Marc estaba confundido; cada gol lo hacía sentir en una especie de montaña rusa, y aunque deseaba que el Granada remontara, en el fondo anhelaba que el Barça siguiera marcando.

El juego continuó y, en cuestión de minutos, ya iban cuatro goles a favor del Barça. Cada uno de ellos traía un beso distinto: en la frente, en la mejilla, en el cuello. Marc intentaba contener sus emociones, pero a cada gol, la barrera se hacía más débil. El sexto gol del Barça fue en el minuto 60, y esta vez Héctor no dudó en inclinarse hasta encontrar sus labios. Fue un beso largo, más profundo, y cuando se separaron, Marc notó cómo ambos respiraban algo agitados.

— Joder, Héctor… — murmuró sin saber muy bien qué decir.

— ¿Demasiado? — preguntó Héctor, como si intentara medir la reacción de su amigo.

Marc negó con la cabeza y sonrió.

— No… Está perfecto.

Para cuando el marcador llegó al 10-1, Marc había perdido completamente la cuenta de los goles. En el último gol, Héctor se inclinó una vez más hacia él y, como si fuera la culminación de todos los besos anteriores, sus labios se encontraron de nuevo, esta vez sin ninguna prisa. Marc sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor y, en ese instante, supo que no había marcha atrás.

Cuando finalmente se separaron, Héctor lo miró a los ojos y le sonrió.

— Creo que gané el reto — dijo, medio en broma, mientras acariciaba su mejilla.

— Sí, lo admito. — Marc le devolvió la sonrisa, y esta vez fue él quien se inclinó para besarlo, sin ninguna excusa de por medio.

El partido había terminado, pero algo nuevo había comenzado entre ellos.

Jugando a Ganar - Guiufort Where stories live. Discover now