Aquel bar sin nombre

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Mica, con su largo abrigo color negro y el pelo suelto, casi del mismo tono, se encontraba sentada en algún bar del centro. Solo había salido de su casa a tomar un poco de aire fresco y terminó entrando a este lugar del que no había leído ni el nombre; solo le había bastado con ver el ambiente tranquilo que reinaba adentro.

Luces cálidas y tenues, algunas parejas compartiendo un momento íntimo y otras bailando al compás de la música que sonaba de fondo decoraban este rústico lugar. La barra era de madera y tenía banquetas altas de metal frente a ella. Mica se sentó en una de estas.

—¿Qué puedo ofrecerte? —preguntó el morocho al otro lado de la barra mientras la observaba con curiosidad. Mica miraba la carta, todavía indecisa.

Después de unos segundos, por fin se decidió y ordenó. Mientras ella miraba cómo preparaban su bebida, una sombra se hizo presente a su izquierda. Curiosa, miró hacia el costado y se encontró con un chico de pelo oscuro, algo cansado. Miraba la carta con cierto desgano, como si no quisiera estar ahí. Este tenía algo que hacía que ella se sintiera atraída y no pudiera dejar de observarlo. Al menos no hasta que le pusieron su vaso enfrente. Mica le sonrió al barman en forma de agradecimiento. El barman atendió al chico a su lado.

—Parecés algo cansado —dijo Mica, intentando romper el hielo con aquel extraño que le resultaba tan hipnótico. Luego tomó un sorbo de su bebida. El desconocido la miró y le dedicó una sonrisa cansada.

—Sí, puede ser... No estoy durmiendo bien últimamente —respondió.

—Qué lástima. ¿Mucho trabajo? —siguió preguntando.

—Algo así. Mucho estrés. ¿Y vos? Tampoco te ves muy descansada, si te soy sincero.

Mica no pudo evitar reírse.

—¿Tanto se nota? —dijo con un poco de diversión.

—Bueno, no tanto —agregó con una sonrisa. Ambos se miraron durante algunos segundos, antes de continuar hablando—: Dani, un gusto.

—Mica, un gusto.

Ambos se dieron la mano, pero se rieron por el gesto. Ninguno de los dos acostumbraba a tanta formalidad para simplemente decir su nombre.

—Contame, Mica. ¿Qué hacés en este bar solitario, habiendo tantos otros llenos de diversión?

—Algo en este me llamó la atención. Creo que la tranquilidad. ¿Y a vos qué te trae por acá?

—Vengo de vez en cuando; también me gusta la tranquilidad.

Los vasos de ambos se fueron vaciando y pidieron otra ronda. Las horas pasaron entre más tragos y conversaciones llenas de miradas y risas coquetas. Las parejas de alrededor de a poco se iban yendo, al punto de que quedaron solo ellos dentro. El barman había comenzado a lavar y fajinar los vasos sucios que habían dejado. Él los vio conversando tan animadamente que sintió cierta pena si los interrumpía, así que los dejó. Los dejó que siguieran charlando, al menos hasta que terminara todas sus tareas de limpieza.

—¿Les puedo ir dejando la cuenta? —preguntó el barman, con un poco de timidez, aún sabiendo que ese era su trabajo.

—Sí, obvio —respondió Dani con ánimo. Mica solo lo miraba con una sonrisa. La cara de Dani cambió al ver el total del ticket. Revisó sus bolsillos con la esperanza de que aparecieran billetes nuevos o que esos pocos que tenía se convirtieran en unos de mayor valor.

—No te preocupes. Yo invito esta vez —dijo Mica con mucha tranquilidad. Dani se notaba muy avergonzado.

Después de pagar, ambos salieron bastante contentos, en parte por todo el alcohol que habían bebido y también por la gran química entre ellos. No sabían cómo despedirse o siquiera si deberían hacerlo.

—Yo vivo a tres cuadras de acá. ¿Querés pasar y me contás un poco más de vos? Solo si querés, es que hace mucho no me sentía así...

Mica miraba el piso, apenada quizás. No era de esas chicas que invitaban a cualquier hombre solo porque les había hecho reír un par de horas, pero con él había sentido cierta conexión. Una conexión que no se le había dado con nadie hasta ese momento.

Dani, un poco sorprendido, aceptó sin dudar. Ambos comenzaron a caminar. Él le pasó el brazo por los hombros para acercarla, ella lo miró con una sonrisa. Estaban tan cerca que sus respiraciones chocaban y sus labios no estaban lejos de rozarse. Se sonrieron mutuamente mientras caminaban con torpeza.

Mica abrió la puerta para entrar al edificio. Ella vivía en el quinto piso. No había terminado de cerrar la puerta cuando empezaron a besarse con pasión. Dani la agarró de la cintura y la pegó a él. A ninguno le importaban las cámaras o si alguien aparecía y los veía. Ambos sabían que esta no sería la última vez.

Cuando se separaron con la respiración agitada, Mica lo agarró de la mano para llevarlo al ascensor y poder subir a su piso. Con rapidez, pero poca habilidad y sin dejar de besarse, fueron sacándose la ropa hasta llegar a la habitación. El deseo era tanto que ni la luz prendieron; se acostaron en la cama sin perder tiempo. A pesar de la oscuridad, no dejaban de mirarse intensamente a los ojos.

Ella nunca había sentido tanta comodidad con alguien a quien conocía desde hacía apenas unas horas; se sentía en las nubes. Él no podía creer lo que estaba pasando. ¿Cómo era posible que hubiera pasado de estar tomando algo tranquilo en un bar cualquiera del centro a estar con la que sería, probablemente, la mujer más hermosa que había conocido hasta el momento?

Al despertar, ambos quedaron en silencio, respirando juntos, como si el tiempo se hubiera detenido en aquella habitación. Se miraron a los ojos y sonrieron, sintiendo una mezcla de complicidad y asombro. Sin decir una palabra, ambos sabían que querían verse de nuevo, pero ninguno se atrevió a romper la magia del momento con promesas. Se despidieron en silencio, con un beso suave que contenía toda la intensidad de esa noche.

Dani salió del edificio con una sonrisa en el rostro, aún sintiendo el perfume de Mica en su piel. Sabía que la historia con ella no terminaría ahí, aunque aún no supiera cómo sería el próximo capítulo.

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⏰ Última actualización: Nov 01 ⏰

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