El cielo sobre la estación del Férribus estaba despejado, y la brisa del agua traía consigo el olor a frescura y libertad. Furina, con una ligera maleta y un atuendo que, aunque modesto, reflejaba su gusto refinado, estaba lista para embarcarse en un viaje que, en el fondo, esperaba la ayudara a redescubrirse. Su corazón latía con nerviosismo, pero también con una anticipación que hacía mucho no sentía.
Ya se había despedido de Chevrouse, Chiori y la dulce Sigewinne, quienes le habían deseado un buen viaje con abrazos y palabras cariñosas. Ahora, Navia, Clorinde y Neuvillette la acompañaban hasta el último momento, mostrando un apoyo incondicional. Aun así, verla partir generaba una mezcla de sentimientos en ellos. Habían sido testigos de su caída, su lucha y ahora su nueva búsqueda por encontrar la paz.
Navia le dio una última mirada cálida y amistosa, y luego se inclinó para abrazarla.
Navia: Recuerda, Lady Furina, que esta es tu oportunidad para hacer las paces contigo misma. No tengas prisa. Tómate el tiempo que necesites. Fontaine estará aquí para cuando decidas regresar.
Furina le devolvió el abrazo con más fuerza de lo esperado, sintiendo una punzada de emoción al escuchar esas palabras. Después de tanto tiempo creyendo que no tenía un lugar al cual regresar, estas despedidas le recordaban que, aunque el título de Arconte ya no le pertenecía, aún tenía un hogar.
Clorinde, quien mantenía su postura firme y seria, dio un pequeño paso adelante y le dedicó una ligera sonrisa.
Clorinde: Mantente a salvo, y si el viaje se pone complicado... recuerda que siempre tienes la fuerza para seguir adelante. Y no te preocupes, nosotras vigilaremos Fontaine en tu ausencia.
Furina: Gracias, Clorinde. Sé que dejar todo aquí bajo tu mirada es lo mejor que puedo hacer. -Furina intentó mantener una sonrisa, aunque la nostalgia de dejar atrás a sus amigos la embargaba.
Finalmente, Neuvillette se acercó y la miró con una mezcla de cariño y orgullo paternal, aunque su mirada estaba cargada de emociones que rara vez mostraba.
Neuvillette: Este viaje es solo el comienzo, Furina. Alguien de tu corazón y fuerza merece ver el mundo, sentir su libertad y tomar sus propias decisiones. Estoy seguro de que encontrarás lo que buscas.
Furina respiró hondo, sus ojos reflejando gratitud. Antes de responderle, escuchó unos pasos apresurados acercándose. Al girarse, vio a Aether y Paimon, quienes parecían algo agitados por haber llegado a último momento.
Paimon, siempre expresiva, la saludó con una gran sonrisa.
Paimon: ¡Vaya, Lady Furina! No podíamos dejarte ir sin decir adiós. ¡Espero que encuentres todo lo que buscas en este viaje!
Aether, aunque serio, se acercó y le dedicó una mirada tranquila.
Aether: Sé que nuestras interacciones no siempre fueron las más... amigables. Pero te deseo lo mejor en esta búsqueda, Lady Furina. Es una gran oportunidad para que encuentres el propósito que necesitas, algo que todos merecemos. -Hizo una pausa antes de continuar, su tono un poco más relajado- Además, deja que mi amigo al otro lado te guíe. Estará esperándote cuando llegues al puerto.
Furina asintió, sintiendo una calma inesperada al escuchar las palabras de Aether. Aunque sus encuentros pasados habían sido tensos, sus palabras ahora eran sinceras y alentadoras. Era un recordatorio de que, incluso en los momentos de desconfianza, algunos vínculos podían repararse.
Con una última mirada hacia sus amigos, Furina subió al Férribus, sosteniendo la maleta con fuerza mientras se acomodaba en uno de los asientos junto a una ventana. El barco comenzó a moverse, y al mirar hacia la orilla, vio a Navia, Clorinde, Neuvillette, Paimon y Aether despidiéndose de ella. La escena era tan simple y sincera que la conmovió profundamente. Por primera vez en mucho tiempo, se permitió dejar que una lágrima resbalara por su mejilla, sintiendo el peso del pasado aligerarse mientras el barco avanzaba.