Habían pasado varios días desde que el barco zarpó, y tal como TN había anticipado, el viaje fue cómodo pero carente de grandes actividades. La travesía por el mar era tranquila, con un horizonte sin fin que sólo cambiaba en matices de azul y gris. La primera clase ofrecía un lujo indiscutible: asientos cómodos, una cama amplia y ventanales que dejaban ver el mar infinito. Pero la tranquilidad de un viaje tan apacible también podía volverse monótona.
Sin embargo, TN no había dejado nada al azar. Una mañana, cuando Furina se despertó y se preparó para enfrentar otro día de calma, encontró a TN en el salón de su suite, con una gran maleta abierta. El contenido era inesperado: decenas de libros, juegos de mesa y cartas, e incluso algunos pergaminos cuidadosamente enrollados.
Furina: ¿Pero qué es todo esto? -preguntó, sorprendida, mirando los libros que cubrían casi cada superficie.
TN: Un poco de entretenimiento. Los viajes en barco pueden ser muy... relajantes, -dijo, con una sonrisa divertida- pero a veces, demasiado. Así que traje algunas cosas por si acaso. -Señaló los libros, apilados en diferentes categorías- Aquí hay literatura de Mondstadt, poemas de Liyue, novelas de Inazuma, y algunos estudios filosóficos de Sumeru.
Furina tomó uno de los libros con curiosidad. La encuadernación era de Mondstadt, y el título hablaba de una historia de amor imposible entre dos aventureros. No recordaba la última vez que había tenido tiempo para leer algo solo por placer, y ahora la idea le resultaba refrescante.
Furina: No pensé que fueras tan... preparado, -dijo, alzando la vista hacia TN, quien sonreía con satisfacción.
TN: Oh, suelo llevar una maleta así en todos mis viajes largos. Un hombre tiene que estar preparado para enfrentarse al aburrimiento, -bromeó, dándole un guiño- Pensé que podríamos aprovechar el tiempo en algo interesante.
Así fue como ambos comenzaron a pasar las horas de un modo inesperado. TN seleccionaba algunos libros y los discutían mientras disfrutaban de una deliciosa selección de platillos que el servicio a la habitación de primera clase les ofrecía. Entre lecturas y anécdotas, TN le enseñó algunos juegos de cartas que había aprendido en sus viajes, y Furina, aunque al principio un poco escéptica, terminó riendo con las reglas y estrategias que él inventaba.
Furina: Jamás pensé que jugaría cartas a bordo de un barco, -dijo, alzando una carta con cierto triunfo después de ganarle una mano a TN.
TN: Hay una primera vez para todo, Lady Furina, -respondió él, con una sonrisa resignada, al tiempo que se inclinaba en un gesto de falsa derrota.
Después de las cartas, se dedicaron a algunos juegos de estrategia, y Furina, competitiva como era, rápidamente mostró su astucia. TN no pudo evitar sonreír al ver el entusiasmo en sus ojos, una chispa de la antigua Furina, la que se mostraba segura y audaz.
Cuando se cansaban de los juegos, TN le ofrecía un nuevo libro para leer, eligiendo con cuidado aquellos que pudieran despertar su interés. En una ocasión, le entregó una colección de poemas de Liyue, y Furina quedó absorta en las palabras. Al leer en voz alta uno de los versos, se dio cuenta de que las palabras hablaban de lealtad, del deber y del amor hacia un lugar. Le recordó el compromiso que alguna vez sintió hacia Fontaine, y aunque no lo mencionó, TN percibió el cambio en su expresión.
TN: ¿Te gustaron esos versos? -preguntó con suavidad.
Furina asintió, desviando la mirada al horizonte, donde el sol comenzaba a descender.
Furina: Sí... Me recuerdan algo. Algo que pensé haber perdido.
TN, respetando su silencio, sólo asintió y la dejó en su reflexión. Durante el viaje, poco a poco se iba formando entre ellos una conexión más profunda, una confianza que iba más allá de las palabras, sustentada en la calma compartida de los días, en las lecturas en silencio y en las risas que ocasionalmente rompían esa serenidad.