39 | Alguien más en la familia

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「JEFFREY PARK

 

Uno de mis hijos se casó.

Algo como esto tenía que suceder en algún momento, lo sé. Aun así, es inevitable no sentirse nostálgico ante la idea indiscutible de que ya no es un niño de tres años que necesito proteger y mantener en mis brazos. Mi niño ya es un adulto de veintitrés años que tomó la decisión de casarse sin que nadie lo supiera con el chico que le ha gustado desde que tenía ocho años.

Bueno, no puedo recriminarle el hecho de que se casará sin ni siquiera decírmelo. Sería demasiado hipócrita de mi parte, cuando yo hice exactamente lo mismo. De alguna manera, ahora solo me toca mantenerme al margen y observar cómo se desenvuelven.

Aun así... ¡Mi bebé se casó! ¿No podía esperar otros cinco años para que lo procesara primero? ¡Dios!

Recargo mi mejilla contra mi puño, dejando salir un largo suspiro. No sé que tipo de travesuras estarán haciendo en el baño. Si le dijera a Alan que nos desviemos un rato para divertirnos de esa manera, seguramente se negaría y diría que más tarde nos ocuparíamos de ello. Por que claro, mi esposo nunca deja de lado su sentido de decencia.

No importa, así lo amor. Además, siempre puedo hacerlo caer en mis juegos. Con tantos años de matrimonio pacifico y feliz, conozco a la perfección sus puntos débiles al momento de hacerlo sucumbir al deseo dejándose llevar.

Es por lo que ya no permite que lo acompañe a ciertas reuniones, porque sabe que no podrá decirme que no y terminará desviándose. Mi esposito es demasiado lindo.

Definitivamente esos dos tardaran un poco, así que debería irme y encargarme de otros asuntos antes de volver a mi hogar. Ha pasado un tiempo desde que tuve que lidiar con este tipo de problemas y tener que movilizarme con tanta insistencia. Al menos se sintió satisfactorio.

Todos mis pensamientos pasan a segundo plano en el momento que veo el nombre de mi esposito en el identificador de llamada. No puedo ni tengo la necesidad de ocultar mi sonrisa en el momento que contesto.

—¿Extrañándome, esposito? —me recargo en mi silla, desviando la mirada hacia cualquier punto—. Creo que terminé llamándote con el pensamiento.

—Definitivamente. Te llego a extrañar incluso cuando te vi hace dos minutos, así que ahora estoy muriendo de lo mucho que te extraño.

Del otro lado de escucha su risa algo ronca, supongo que acaba de despertarse. Lo escucho suspirar y puedo asegurar que debe estar con el rostro enterrado en la cual suele ser mi almohada. Lo sé, porque es algo que hace cuando salgo antes que él y al volver, siempre lo encontraba de esa manera.

—¿Cuándo volverás, cariño?

—Bueno, ya terminé aquí, así que probablemente estaré allá mañana por la tarde.

—Avísame cuando estes por despegar para así saber a que hora llegas y pueda pasar por ti, ¿vale?

Sonrío.

—¿No sé supone que esta semana estarías muy ocupado? Es por lo que no te avise para que me acompañaras, no quería que te retrasaras con tu trabajo.

—Cariño, sabes que cuando se trata de ti, tengo tiempo de sobra y mi trabajo no existe. Debiste decirme que harías ese viaje para que te acompañara, pero está bien, de alguna manera me cobraré esta gran falta cometida.

Suelto una carcajada logrando llamar la atención de los demás, me apuro en pagar la cuenta y concentrarme en la llamada de mi esposo.

—Vale, pagaré las consecuencias de mis actos.

Hasta que las estrellas dejen de brillar┆2 LIBRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora