VII- "Futuros amigos o enemigos"

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Parte 2

Alastor aún no estaba listo para regresar a su habitación. La mansión lo envolvía en un ambiente de misterio que, lejos de repelerlo, parecía llamarlo a seguir explorando sus secretos. Como un rompecabezas que se armaba pieza por pieza, este lugar escondía historias en cada rincón, y él no podía resistir la tentación de descubrirlas.

Mientras salía del salón en dirección al pasillo, se topó con una figura que no esperaba encontrar. Sentado en un sillón de terciopelo, casi a la sombra, un hombre de aspecto desaliñado y aire cansado bebía directamente de una botella. La luz de las velas se reflejaba en sus ojos, que parecían opacos, sumergidos en una melancolía insondable.

El hombre levantó la vista cuando sintió la presencia de Alastor. Tenía el cabello despeinado, las ropas desordenadas y una expresión de alguien que había vivido demasiado y carecía de interés en todo, excepto en su botella.

¿Tienes fuego?.- preguntó en un tono bajo y ronco, sin molestarse en levantarse.

Alastor se acercó con cautela, estudiando al hombre. No era alguien que pareciera especialmente peligroso, aunque tampoco era un vampiro ordinario. Su aura era distinta: la de un ser que parecía vivir en un constante estado de tedio, ahogado en el vicio.

Lamento decepcionarte, amigo, pero no tengo fuego.- respondió esbozando una pequeña sonrisa.

El hombre soltó una risa sarcástica y bebió un largo trago, mirándolo con una mezcla de indiferencia y diversión.

Me llaman Husk.- dijo, extendiéndole la botella en un gesto descuidado.-Y soy… bueno, un desperdicio en esta mansión, según algunos. Supongo que eres el nuevo juguete de Lucifer, ¿verdad?

La pregunta lo tomó por sorpresa, pero no lo molestó. Al contrario, algo en el tono de Husk le hizo simpatizar con él. No parecía haber malicia en sus palabras, solo un desinterés absoluto por todo.

Algo así, supongo. Al menos, eso me ha hecho creer su… esposa.- contestó el castaño, aceptando la botella y dándole un pequeño sorbo. El líquido ardió en su garganta, más fuerte de lo que esperaba.

Husk se rió entre dientes, mostrando una sonrisa torcida.

Lilith… Ella es una mujer de gustos exquisitos, y un humor pésimo. No sé cómo la aguanta el jefe, pero en fin… No es asunto mío. Yo estoy aquí solo porque me gusta el juego, el alcohol y, de vez en cuando, tener un lugar donde no me persigan los acreedores..- Soltó una risa amarga.- Pero dime, ¿qué te trae a este nido de serpientes?

Alastor lo observó, sintiendo que había encontrado en Husk una especie de confidente accidental. No parecía alguien a quien le importaran demasiado los dramas de la mansión, y eso lo hacía parecer… confiable.

Digamos que estoy explorando lo que este lugar tiene para ofrecer.- respondió con un leve encogimiento de hombros.- Esta mansión parece cambiar a cada paso, y no sé muy bien qué esperar.

Husk asintió, como si entendiera a la perfección.

Sí, este lugar tiene sus encantos… y sus horrores. Solo un consejo: nunca pienses que sabes todo de alguien aquí. Las apariencias engañan, y en esta mansión, eso es una ley.- Se encogió de hombros, y poco a poco, su cabeza se fue inclinando hacia un lado, los ojos medio cerrados.- En fin, si ves a alguien buscando problemas, mándalo lejos de mí… Yo ya tuve suficiente por esta noche.

Alastor observó cómo Husk, casi sin darse cuenta, caía en un sueño profundo, con la botella aún en la mano. Parecía que el alcohol había terminado de vencerlo. Con una leve sonrisa, Alastor dejó la botella a su lado y se dispuso a salir del salón, cuando una nueva figura apareció frente a él.

Era un hombre alto, esbelto, con un aire provocador y una sonrisa pícara que se extendía por sus labios. Sus ojos rosados centelleaban bajo la luz de las velas, y cada movimiento que hacía parecía calculado para llamar la atención.

¿Y tú quién eres, encanto?- dijo el pecoso, mirándolo de arriba abajo sin disimulo.- No recuerdo haber visto a alguien tan… interesante por aquí.

Alastor sintió la intensidad de la mirada del desconocido, que no se molestaba en ocultar su interés. Había un destello travieso en sus ojos, como si cada palabra que dijera estuviera cargada de doble sentido.

Alastor.- respondió, manteniéndose serio a pesar de la insistente mirada del otro.- Y tú debes de ser…

Tu solo dime Angel.. Angel Dust.- contestó el hombre, extendiéndole una mano que Alastor aceptó con cierta desconfianza. Angel no soltó su mano de inmediato, sino que lo miró con una sonrisa divertida.- Así que tú eres el nuevo huésped del papasito de Charlie. Qué suerte tienes… o tal vez, qué mala suerte.

Alastor arqueó una ceja, pero antes de que pudiera responder, Angel se inclinó un poco más cerca, hasta casi rozar su rostro con su cabello platinado.

Oh, no me mires así, cariño. No te estoy juzgando. Todos tenemos nuestras… debilidades.- Angel hizo una pausa y miró hacia el salón.- Por cierto, ¿no has visto a Husk por aquí? Ese desgraciado  gatito me debe una partida de póker.- ronroneo coqueto.

Está dormido en el sillón.- respondió Alastor, intentando mantenerse tranquilo a pesar de la cercanía de pecoso.- Creo que ha dicho que a tenido suficiente por esta noche o algo así.

Angel rió y asintió, como si esperara esa respuesta.

Eso suena muy a su estilo.- dijo, y miró de nuevo a Alastor, con una última sonrisa provocativa.- Bien, Alastor, ha sido un placer conocerte… Y si alguna vez te cansas de Lucifer, solo pregunta en dónde encontrarme... Mi habitación no está tan lejos.

Alastor soltó una risa suave, algo sorprendido por la descarada actitud del platinado pecoso, pero no podía negar que había algo intrigante en él. Sin decir más, Angel se alejó introduciéndose  hacia el salón  seductor hacia el sillón, dejando al castaño parado en el umbral de la puerta.

Con el motivo de dar privacidad, decidió continuar con su recorrido, dejando atrás las distracciones y sumergiéndose nuevamente en la misteriosa atmósfera. Caminó sin rumbo, permitiendo que sus pasos lo guiaran, hasta que, sin darse cuenta, llegó a un enorme jardín que se extendía en la parte trasera de la mansión.

🔸🔸🔸🔸🔸🔸

El aire nocturno era fresco y la luz de la luna bañaba cada rincón del jardín, dándole una apariencia etérea y casi irreal. Las rosas rojas destacaban entre el resto de las plantas, sus pétalos perfectos y vibrantes parecían brillar bajo la luz plateada.

Alastor se acercó a un arbusto lleno de rosas, sintiendo que el ambiente del jardín era muy distinto al interior de la mansión. Aquí, todo parecía más sereno, más puro, como si las sombras no pudieran alcanzar este lugar. Tomó una rosa entre sus dedos, contemplando su belleza y preguntándose si era real o solo otro de los trucos de la mansión.

Mientras observaba la flor, un sentimiento de nostalgia lo invadió. Había algo en la belleza de aquellas rosas que le recordaba una vida que apenas podía recordar, una vida antes de este mundo oscuro y seductor. Su mente divagó hacia pensamientos de lo que podría haber sido, de cómo su vida habría sido diferente si no hubiera conocido a Lucifer.

Pero esas ideas solo duraron un momento, disipándose en el aire junto con el aroma de las rosas. Sabía que su destino estaba sellado, que su camino ya había sido trazado, y que todo lo que le rodeaba formaba parte de un plan del que él mismo había decidido ser parte.

Dejó la rosa con cuidado y siguió caminando por el jardín, finalmente, se detuvo en una fuente que se alzaba en el centro, sus aguas reflejando la luz de la luna. Alastor se inclinó y miró su propio reflejo en el agua, preguntándose quién era realmente en este lugar, y qué papel estaba destinado a jugar en la vida de Lucifer.

La respuesta no estaba clara, pero sabía que su viaje apenas comenzaba. Había muchas más sombras por descubrir, muchos secretos por desvelar, y él estaba dispuesto a enfrentarlos todos. Aunque cada paso que daba lo llevaba más cerca de lo desconocido, Alastor no sentía miedo. Al contrario, sentía una extraña emoción que lo impulsaba a seguir adelante.

Rosas Sangrientas [Appleradio] AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora