La noche caía como una manta oscura sobre la ciudad. Las calles estaban desiertas, iluminadas apenas por el resplandor pálido de las farolas y el débil reflejo de la luna que flotaba en lo alto. Era un lugar donde el peligro parecía acechar en cada esquina, y sin embargo, en medio de aquella inquietante calma, alguien caminaba sin prisa, completamente ajeno a las sombras que lo observaban.
Alastor no era un joven común. Había algo en él que destacaba entre la multitud, algo que atraía las miradas y suscitaba murmullos en su camino. Su piel, morena, suave y fina, reflejaba los destellos de un hermoso atardecer, mientras que su cabello castaño caía en rizos despreocupados sobre su frente. Sus ojos, de un tono marrón claro pero profundos eran custodiados por unos lentes sencillos, y parecían guardar secretos que nadie podría comprender. Había algo en su andar, en la manera en la que sus pasos resonaban en la calle vacía, que lo hacía parecer como si perteneciera a un tiempo y lugar diferentes.
Lucifer lo observaba desde la distancia, oculto en las sombras. Había pasado incontables noches acechando a sus presas, estudiándolas hasta conocer cada uno de sus movimientos, sus rutinas, sus debilidades. Pero Alastor era distinto. No era una simple presa, sino una tentación en la que se mezclaban el hambre y el deseo en un solo impulso incontrolable.
Alastor se detuvo junto a una fuente, en el centro de la plaza. El suave sonido del agua parecía llenar el silencio de la noche, y por un momento, el castaño levantó la cabeza hacia el cielo, como si buscara algo entre las recientes estrellas nocturnas. Lucifer, sin moverse de su escondite, lo observó con detenimiento, notando cada detalle: el parpadeo de sus pestañas, el leve temblor de sus labios, el suave movimiento de su garganta al tragar. Era un espectáculo hipnótico.
Entonces, sin previo aviso, Alastor susurró al aire, como si supiera que estaba siendo observado.
Sé que estás ahí.- dijo en voz baja, casi en un murmullo.
Lucifer sintió una sacudida de sorpresa, aunque no permitió que su expresión cambiara. Con lentitud, dio un paso fuera de las sombras, emergiendo como una figura espectral envuelta en un abrigo negro. Sus ojos ahora rojos, intensos y llenos de una malicia apenas contenida, se posaron en el joven, y una sonrisa peligrosa se dibujó en sus labios.
Eres más perceptivo de lo que imaginaba, Alastor.
El joven no pareció alterarse ante su presencia. Simplemente lo miró con una expresión de ligera curiosidad, como si aquel encuentro fuera un extraño sueño del cual aún no terminaba de despertar.
¿Quién eres?.- preguntó, sin un atisbo de miedo en su voz.
Lucifer dio unos pasos más, acortando la distancia entre ellos. Su figura, baja pero elegante, irradiaba una presencia que era a la vez seductora y peligrosa. No podía ocultar su verdadera naturaleza; después de todo, era un depredador, y Alastor...Alastor era su presa.
Puedes llamarme Lucifer.- respondió con un tono suave, casi como si estuviera susurrando una confesión secreta.
Alastor arqueó una ceja, divertido y extrañado a la vez.
¿Lucifer?- repitió, con una sonrisa incrédula.- Vaya, eso suena un poco… dramático, ¿no crees?
El rubio soltó una risa suave, un sonido que resonó en la noche como un eco oscuro y tentador.
Puede que tengas razón. Pero, créeme, el nombre es lo de menos cuando se trata de lo que realmente soy.
Alastor inclinó la cabeza, como si estuviera evaluando al hombre que tenía delante. Había algo en Lucifer que le resultaba extraño, casi irreal, pero a la vez terriblemente atrayente. Sus ojos no se apartaron de los del rubio, sosteniendo su mirada con una mezcla de curiosidad y desafío.
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Rosas Sangrientas [Appleradio] AU
أدب الهواةEn las sombras de la noche, Lucifer, un vampiro antiguo y poderoso, descubre a Alastor, un joven castaño de mirada intensa y curiosa que, sin saberlo, despierta los deseos más oscuros de su corazón inmortal. Atrapado entre su insaciable sed de sangr...