02: Apasionado

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PABLO

Darle comida a un pequeño ser humano era un caos. Pero era mi caos.

Martina Belén me miraba con unos ojazos que me mataban de la ternura; la comisura de sus labios se curvó y mostró sus pequeños dientecillos. Su rostro estaba lleno de un puré de calabazas; todo su cuerpecito estaba embarrado de puré, a decir verdad.

—Tu madre nos va a matar —Con una servilleta traté de limpiar el desastre—. Me corrijo, me va a matar.

—¿A quién voy a matar? —La voz de Val me hizo sobresaltar, miré a mi esposa y sonreí como un angelito—¡Pablo Martín Valdez!

Que tu mujer te llamara por tu nombre completo era sinónimo de problemas. Parecía que sus ojazos iban a lanzar rayos láser y como escudo agarré a nuestra hija para protegerme de la furia de mi esposa.

—Una cosa te pedí, solo una —Me apuntó con su dedo y eso me daba miedo, pero también gracia—. Solo le debías de darle de comer, bien, sin mancharla y ahora debo de ducharla, cambiarla, peinarla y arreglar todo.

Su voz fue bajando e hizo una mueca de querer llorar. Mi Val estaba sensible. Lloraba por todo.

—Mi amor —La abracé, teniendo a nuestra Mar entre los dos—. Yo la bañaré.

Se separó lo suficiente para ver su rostro; estaba llorando.

—No, porque si tú la bañas, te harás un caos y luego yo tendré que bañarlos a dos, par de revoltosos.

Limpié sus lágrimas y maldije al ver que Mar había manchado el vestido blanco de Val.

—Lo haré bien y saldremos a tiempo.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

La besé y acaricié su vientre. Hace un mes nos enteramos que estábamos esperando otro bebé; era la principal razón por la que las hormonas de Val estaban siempre llorando.

Valeria notó que Mar la había ensuciado, sonrió por ello y besó a nuestra hija, quien le dio los brazos y se le colgó del cuello.

—Mami, mami ti amo.

Era el típico papá que grababa todo y esa fue la excepción. Escuché a Mar y saqué el móvil para grabar a mis dos soles, les tomé miles de fotos y después de todo Valeria fue la que la baño porque nuestra niña no quería soltarla.

Nos volvimos a alistar y fui dejando nuestras maletas en el coche. Ya era verano y pasaremos unos días en Sevilla con mi familia.

No tomaríamos un avión; Val y yo decidimos ir en coche hasta mi pueblo. Optamos por esa opción para tener más tiempo juntos en familia y tener un viaje en carretera lleno de anécdotas. Nos quedaríamos en mi pueblo unos días y luego Val y yo nos iríamos a Cádiz un fin de semana; mi madre se encargaría de cuidar a su nieta y así mi esposa y yo tendríamos unos días solos para nosotros dos. Se suponía que ese finde era para engendrar un hermanito para Mar, pero ya nos encargamos de ello una noche en la cual Mar se quedó con su tía.

—Se quedó dormida —Volteé para ver a Mar dormida en el asiento para bebés del coche.

Sonreí.

Mar era una princesita.

Cumpliría 3 años y ya mismo iniciaría el jardín de niños. Estaba un poco triste por ello; ya empezaba el colegio, luego me pediría que no le coja la mano en público; tendría amigos, novios, se iría y ya no sería mi princesa.

Sonreí por mi familia y estiré mi brazo hacia la panza de Val.

—¿Debemos de pensar en un nombre?

Tal vez, solo tal vez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora