⋌ ⁺ 🔪 ⌑ GOLPEAME Y DIME QUE SOY TUYA ♩ ₊
ー☆ㅤ❛ el diablo existe, y no es un gran monstruo con cuernos y una cola, realmente puede lucir hermoso, porque es un angel caído, y solía ser el favorito de dios. ❜ㅤ࣪ ִֶָ
(ㅤ੭୧ nicholas c. fa...
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Con las primeras luces del amanecer siguiente, la maciza puerta se abrió de un golpe estruendoso y completamente inesperado, asustandola al punto de arrancarle un jadeo de puro y pleno sobresalto. La rubia sintió que iba a orinarse del susto cuando vió aquella figura imponente parada frente a su ser. Entendía su situación, sabía perfectamente el riesgo que corría ahora, y normalmente hubiese corrido instintivamente, pero por alguna razón sus piernas fallaban, quizás el miedo, flaqueando ante cada movimiento con el dolor punzante como si un yunque hubiese caído sobre su cabeza, la dejaba sin aire. Nicholas era por lejos más hábil, rápido y fuerte que ella por lo que, la alcanzó entre sus brazos rápidamente sin mucho esfuerzo, cazandola de la cabellera con una mueca cínica y complacida, y al hacerlo le cubrió la boca con un pañuelo. Madeleine intentó poner resistencia dándole codazos y patadas desesperadas. Pero ni con sus más grandes esfuerzos podía liberarse del agarre de su novio, quién la arrastraba afuera del cuarto de baño por el suelo, como a un muñeco de trapo. Intentaba gritar pero sus alaridos eran impedidos y debilitados por la tela que la amordazaba. No supo cuando empezó a llorar de impotencia dejando de resistirse por completo. Nicholas se veía notablemente ansioso, pareciendo aguardar que el narcótico para dormirla que había aplicado en el pañuelo hiciera efecto para debilitar su cuerpo y tenerlo a su merced en su completitud. Dejarla débil y vulnerable ante él. Bueno, más aún, si es que siquiera aquello era posible.
. . . ⇢ ˏˋ ❛ va a matarme, ahora si va a matarme. ❜
De pronto, un sonido extraño vibró en su cabeza, mientras percibía cómo sus sentidos se iban desdibujando en una suave niebla. Ese golpeteo constante resonaba en su mente: "Toc, toc, toc." Una leve expresión de desconcierto se dibujó en su rostro, hasta que, súbitamente, sus ojos se abrieron de par en par ¡Jesus santo! ¿Había sido solo un sueño?
Instintivamente llevó la mano temblorosa a su cabeza, sintiendo la herida latir con un dolor que le confirmaba la verdad: no había sido un simple sueño, sino una maldita pesadilla encarnada. Tal vez los últimos fragmentos habían sido un delirio de su mente, pero al aferrarse, desfalleciente y temblorosa, al borde del lavamanos y enfrentarse a su reflejo, comprendió que aquello había ocurrido de verdad, anoche... cada sombra, cada terror. Un estruendo cortó el aire, arrancándola de sus pensamientos y haciéndola sobresaltar. Entrecerró los ojos, con cada fibra de su cuerpo clamando por descanso, miró a su costado y entendió finalmente: ese ruido era alguien llamando insistentemente a la puerta.
