⋌ ⁺ 🔪 ⌑ GOLPEAME Y DIME QUE SOY TUYA ♩ ₊
ー☆ㅤ❛ el diablo existe, y no es un gran monstruo con cuernos y una cola, realmente puede lucir hermoso, porque es un angel caído, y solía ser el favorito de dios. ❜ㅤ࣪ ִֶָ
(ㅤ੭୧ nicholas c. fa...
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Aún rememoraba aquella celebración caótica como si hubiera sucedido el día anterior. Sentía una ligera inquietud, aunque, en realidad, eso era una mentira gigante: estaba profundamente nerviosa. El simple hecho de conocer gente nueva siempre le había provocado una ansiedad indescriptible; ahora, se encontraría en un entorno deslumbrante, poblado por estrellas y personajes de renombre completamente ajenos a su habitual esfera social. La ocasión: el fastuoso festejo del cumpleaños número veintitrés de su mejor amiga. Becky. Ésta última, con su habitual despreocupación y costumbre, había convocado e invitado a todo su círculo del prestigioso y opulento mundo hollywoodense. Un escalofrío recorrió la columna de la rubia al imaginar con qué clase de diversiones podría entretener a una élite que, al parecer, lo tenía todo. ¿Tal vez agitaban sus joyas al ritmo de la música? ¿Peleaban por quien tenía más dinero en su cuenta bancaria? Ningún escenario le sonaba bien. Cuanto más lo pensaba, más disminuían sus deseos de asistir. Mientras una de las chicas allí presentes la ayudaba a prepararse con esmero, acicalando su cabello y su rostro, las demás reían a carcajadas, intercambiando chismes que le resultaban insulsos. Ella, en cambio, permanecía inmersa en una postura de incomodidad perpetua, lamentando no haber ideado alguna excusa a tiempo, tal vez un conveniente dolor de estómago o un súbito resfriado, cualquier cosa que la hubiera librado de aquella situación enervante.
Con un suspiro que arrastraba la sutil carga de la inquietud, posó su mirada en el espejo del tocador cuando la contraría concluyó su labor de maquillaje en su rostro. Era demasiado brillo, demasiado artificio, un espectáculo desbordante de glamour que destilaba falsedad. Alguien que no era. La otra muchacha, saltando de alegría, aplaudió con efusividad, con su voz aguda impregnada de entusiasmo, orgullosa de su obra. Había elogiado las facciones de Madeleine en varias ocasiones mientras la maquillaba, lo cual, al menos, le resultaba reconfortante a la bajita. Volvió a mirarse en el reflejo, apreciando la belleza que la imagen devolvía. Quizás no era su más auténtica versión, ni fiel a su esencia, pero no podía negar que se veía hermosa. Con una tímida sonrisa que apenas rozaba sus labios, agradeció a la joven con amabilidad. Se disponía a articular palabra cuando, de pronto, irrumpió Becky en la habitación, su voz autoritaria se reveló en el aire mientras chasqueaba los dedos con hastío. Su apuro y molestia eran evidentes, y la orden que lanzó resonó como un trueno en los oídos de las demás. Las otras chicas corrieron fuera de la habitación, afanadas en dar los últimos toques a su apariencia, obedeciéndola sin titubeos, parecían más su servidumbre que sus amigas. Madeleine frunció el ceño, desconcertada por la escena que le resultaba tan ajena.