Número desconocido

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Katy, abrió sus ojos. Notó la llegada de la diana, viró su cabeza a la izquierda; a su lado y como siempre, ahí estaba Jean en posición fetal con una fina capa de tela envuelta en su cuerpo, mirando hacia el borde de la cama. Katy, cerró los ojos unos instantes, apretó los parpados y los abrió tan rápido que el brillo incandescente proviniente de la cortina la dejó atónita, bostezó - Estoy hambrienta - decía su mente mientras a la vez quería quedarse ahí y despertar en unos años. Se quedó recostada sacando el pie derecho de la gruesa manta de lana. Apoyó su cuerpo en los hombros, hizo fuerza, se escuchó un crujido en la madera y ya yacía ella sentada en la cama reposándose sobre el espaldar. Tomó aire desentumeciéndose, Inhaló y exhaló profundamente. Miró a Jean.

- Jean, ¿pretendes seguir dándome la espalda?... ¡Escúchame! - Torció los ojos y con la palma de su mano le dio y leve golpe en su brazo derecho.

Tras refunfuñar varias veces y desviar sus manos, que con intensidad lo precipitaban de su profundo sueño de foca, escuchó justo detrás de su oído - ¡Despierta Jean! - pegó un brinquito y se quejó con su mirada inflamada que se posaba justo en los azules y embravecidos ojos de Katy.

- ¿Acaso te estás volviendo loca? Me matarás de un susto - Su desacuerdo con lo apenas ocurrido era tan obvio como que el agua moja.

Ella dibujó la típica sonrisa conocida como "el placer del delito" desviando su mirada, parecía que lo disfrutara.

- Mi querido, como dice Simon - Reavivó su voz y en posición victoriosa y cursi - ¡Ojo por ojo, diente por mente! - le guiñó el ojo.

- Es diente por diente, ley del Talión o código Hammurabi ¿Simon te dijo que ese era su lema? ¡Genio! - Su tono irónico fue preciso y la dejó en ridículo.

<< ¡Oh mierda!, pensó. >> Lo miró a los ojos unos tres segundos y desvió su mirada a la derecha, se acarició la punta de la nariz. Volvió su mirada a él mientras se asentía a sí misma.

- Dije exactamente eso - Por cada palabra afirmaba con su cabeza, al mismo tiempo que la tonalidad de su discurso se hacía inestable - No te vendría mal un lavado de oídos - Abrió la gaveta que estaba a menos de un metro de la cama tomó una cajita - ¿Quieres un hisopo?

- Y tú necesitas un poco de asesoría con respecto a tu lenguaje corporal - Le dedicó una sonrisa y se dispuso a darle un beso justo en la boca.

- No pretendas besarme - lo miró bajo el hombro.

- ¿Por qué?

- ¿Cómo que por qué? ¿Acaso no sientes tu aliento de dragón en cuanto te levantas? - se puso el dedo índice entre sus dientes y con la otra mano chasqueó como reclamo de su silencio.

- ¡Vaya, vaya! - Se levantó de la cama, miró su reflejo en la peinadora que estaba justo en frente de él. Metió los pies debajo de la cama, echó un vistazo en frente y no daba con ello.

- Entre la peinadora y la nochera.

- ¡Oh! Siempre te escondes - Se puso el cómodo calzado hogareño y se dirigió al extremo de la habitación se adentró en el baño, cogió su cepillo de dientes azul con las cerdas desgastadas gracias a la exagerada fricción con su dentadura, le añadió la pasta dental. Minutos después se escuchó el abrir del grifo lo que era señal de que ya había echado de su boca el enjuague bucal. Salió del baño de la habitación y miró a Katy aun sentada en la cama.

- Ahora, ya puedes darme el beso de buenos días - Katy dijo con una voz coqueta.

El la miró justo en el entrecejo, un poco admirado de su insania. Dio un giro de 180 grados y abrió la puerta.

- Tengo hambre, me apetece más el desayuno - dejó la vista en blanco y se dirigía directo a la cocina, cuando miró el tubo metálico reposado sobre la ventana, se detuvo un instante. Tomó el tubo y lo puso en posición vertical apoyado a la pared.

Katy, seguía aún reposándose en la cama cuando sintió la vibración de su teléfono, 16 llamadas perdidas. Cogió el teléfono y le pareció todo aquello muy extraño - ¿quién carajos será? - Se preguntó a ella misma - ¿por qué demonios ha insistido tanto? - Esto, puso ruido a su mente. Dejó el celular sobre la nochera y encendió la televisión, sin embargo, tras intentar dejar de pensar en lo extraño de esas llamadas y de dónde provenían. El ruido en su mente aumentaba, y se hacía tan vivo como una intensa holofonía sobre la esquizofrenia.

- ¡Jean! - dijo ella aumentando su tono de voz, como solicitando una ayuda con cierto grado de urgencia. Tomó su móvil y desactivó el modo vibrador. Esperó unos segundos que el respondiera y de nuevo - ¡Jean! - Sin embargo, el aún no respondía a su llamado. Katy, se puso en pie sobre el frío mármol, se puso con prisa el calzado de casa y a pasos alargados se dirigió a la puerta. Salió de la habitación y el cambio de temperatura lo sintió como la entrada a un horno, iba rumbo a la cocina donde yacía Jean y de repente vio el tubo metálico puesto en vertical sobre la pared. Se detuvo justo ahí, desde donde miró el tubo.

- Jean - Lo llamó de nuevo.

- Te escucho - Se asomó Jean, en la entrada de la cocina con unas papas sucias en las manos.

Ella señaló con el índice de su mano derecha justo a la pared.

- ¿tú pusiste el tubo ahí?

- Si, fui yo. Pero, no entiendo ¿Qué con eso?

- Pues, no, nada. Eso quiere decir que Simon no llega aun.

- Si, tienes razón, ¿y? - Jean dejó las papas que tenía en la mano sobre el mesón, de nuevo asomó sus narices y dirigió su mirada a ella. - ¿Te sientes bien? - La forma de sus brazos quedó como en posición de oración. << Legaste al grado de loca que jamás creí alcanzarías >> Esto pasó por la cabeza de Jean.

- Si, si estoy bien. Solo venía a comentarte que he estado recibiendo llamadas de un desconocido desde la madrugada. Hace unos minutos me fijé en el teléfono y hay poco menos de 20 llamadas perdidas del mismo número. Y pues, me tiene algo preocupada.

- No te adelantes a los hechos, nada malo pudo haber pasado. De seguro es tu hermano mayor que anda ebrio. No hay de qué preocuparse.

- Si, tienes razón, ¿Ya preparaste el desayuno? - Se movió con una tranquilidad casi fingida y se dirigía a la cocina.

- Aun no termino, ¿Me echas una mano?

Estaban ya ellos sentados en la mesa, dispuestos a devorar el desayuno. Katy, al lado izquierdo de Jean que se encontraba en el asiento principal de la mesa. Katy, acomodó su silla y se puso la servilleta sobre los muslos. Tomó el tenedor preparada para pinchar las patatas y del silencio se escuchó << Ring, ring, ring >> Ella se detuvo en seco, dejando caer el cubierto sobre el plato de cerámica generando un quebrante sonido agudo. Sin pensarlo dos veces impulsó la silla hacia atrás abriendo campo y emprendió a correr en dirección a su cuarto.

- ¡Jean es el maldito número del que te hablé! - Gritó ella desde la habitación. Tras no recibir respuesta alguna ella debía tomar una decisión de forma unilateral - ¡Maldita sea! ¿Contesto o no? - El teléfono seguía sonando alterándola aún más. Exhaló con fuerza.

- Buenos días. Soy Katy Rubio.

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