XlX.

331 22 0
                                    

En los días que siguieron, Roa comenzó a dar pequeños pasos para alejarse del ambiente que lo tenía atrapado. Aunque no era fácil, cada vez que pensaba en Gia, en el futuro que podían tener juntos, sentía que valía la pena el esfuerzo. Sin embargo, sabía que habría consecuencias, y no pasó mucho antes de que alguien tocara su puerta para recordárselo.

Esa noche, Roa estaba sentado en su cuarto, repasando un par de letras nuevas que había escrito para desahogarse. Su celular vibró en la mesa y lo tomó, viendo un mensaje de un número desconocido.

Mensaje: "Ya me enteré de tus planes, Roa. Nos vemos en el callejón detrás del colmado a las 11. No faltes."

Roa sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que ese mensaje solo podía venir de alguien que quería recordarle que nadie sale de ese mundo sin pagar un precio. Pero no estaba dispuesto a retroceder ahora.

A las 10:30, envió un mensaje a Gia.

Roa: "Voy a arreglar algo importante. No te preocupes, todo está bajo control. Te aviso cuando termine."

Gia: "Roa, ¿estás seguro de lo que vas a hacer? No quiero que te metas en problemas por mí."

Roa: "Tranquila, nena. Esto es algo que tengo que hacer para que podamos estar bien. Te prometo que todo va a salir bien."

Gia respondió un simple "Ten cuidado", pero su corazón estaba acelerado, lleno de preocupación. Desde que Roa le había dicho que quería salir de todo eso, ella no había podido evitar sentir que estaban jugando con fuego.

Roa llegó al callejón a las 11 en punto. Lo estaba esperando un hombre alto, con una gorra baja y una mirada que lo atravesaba. Era alguien conocido en el caserío, uno de esos tipos con los que nadie quería meterse.

—¿De verdad piensas que puedes soltar todo así de fácil? —le dijo el hombre, sin rodeos.

Roa se mantuvo firme, tratando de no mostrar el miedo que sentía.

—Mira, hermano, yo no quiero problemas. Solo quiero hacer las cosas bien, encontrar otra forma de vivir.

—¿Otra forma? —el hombre se rió amargamente—. Eso no existe aquí, Roa. Esto es lo que somos, y nadie te va a dar una salida gratis.

—Pues entonces, haz lo que tengas que hacer —respondió Roa, plantándose con valentía—. Pero yo no voy a seguir en esto. Si tengo que empezar de cero, lo haré. Pero esta vida no es para mí.

Hubo un silencio pesado. El hombre lo miró con frialdad y sacudió la cabeza.

—Estás cometiendo un error, Roa. No olvides que en la calle, las decisiones se pagan caro.

El hombre se fue, y Roa sintió cómo el peso en su pecho se hacía más fuerte. Sabía que las cosas no terminarían ahí, pero también sabía que esa noche había dado un paso definitivo hacia un cambio.

Al regresar a casa, miró su teléfono y decidió llamarla.

—¿Todo bien? —preguntó Gia en cuanto atendió, con la voz llena de preocupación.

—Sí, ya todo está tranquilo... por ahora —respondió él, con voz cansada—. Gia, gracias por creer en mí. Esto no está fácil, pero saber que estás ahí hace que valga la pena.

—Aquí estoy, Roa, y aquí me voy a quedar. Pero prométeme que si las cosas se complican, vas a hablar conmigo, que no vas a cargar todo tú solo.

Roa asintió, aunque sabía que Gia no podía verlo.

—Te lo prometo, nena.

Esa noche, los dos se quedaron hablando hasta altas horas, compartiendo sueños, miedos y esperanzas. Sabían que el camino que habían escogido era difícil, pero en ese momento, sentían que mientras estuvieran juntos, podrían enfrentarlo todo.

Sin embargo, en algún rincón de su mente, ambos sabían que lo que habían empezado a construir estaba rodeado de peligros que no podían ignorar.

Nunk es tarde (ROA) 🪼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora