ll. Entre ritmos y secretos

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Eran las 7:45 y Gia ya estaba frente al espejo, retocando el maquillaje. No solía arreglarse tanto, pero la ocasión lo ameritaba. Aunque seguía nerviosa, había algo de emoción en el aire, una sensación de estar al borde de lo desconocido.

—No puedo creer que vamos a conocer el estudio de Roa —dijo Maritza desde la cama de Gia, ajustándose las pulseras en la muñeca—. Esto es surrealista.

—Yo tampoco lo entiendo —respondió Gia mientras se ponía un labial discreto—. Ayer fue todo tan rápido. Ni siquiera sé qué pensar.

Maritza se levantó de la cama, mirando a Gia con una mezcla de emoción y envidia.

—Esto es lo más emocionante que nos ha pasado en meses, ¿y tú no sabes qué pensar? Estás loca. ¡Es Roa! Podría cambiarte la vida.

Gia se dio la vuelta, suspirando.

—Eso es lo que me preocupa, Mari. No quiero que me cambie la vida. No quiero meterme en su mundo.

—¿Y entonces pa' qué aceptaste? —preguntó Maritza, levantando una ceja.

Gia se quedó callada por un momento, mirando sus manos.

—No sé. Tal vez porque... no sé, algo en él me dio curiosidad. Es raro.

Maritza sonrió, burlona.

—A mí me parece que te dio curiosidad *él*. Vamos, Gia, no te hagas. Ese hombre es guapo, famoso, y tiene una vibra que... uf.

—Ya, ya, no empieces —dijo Gia, tratando de no reírse, pero sabiendo que Maritza tenía algo de razón.

Antes de que pudieran seguir hablando, el sonido de un mensaje entró en el teléfono de Gia. Era de un número desconocido.

**Roa:** *Voy llegando al estudio. Aquí te espero.*

El corazón de Gia dio un salto. Lo había dicho en serio.

—Es él. Ya llegó al estudio —dijo Gia, enseñándole el mensaje a Maritza.

—¡Pues vámonos ya! No lo hagamos esperar.

Salieron de la casa, y el aire de la noche las golpeó con esa brisa cálida típica del Caribe. Las calles del barrio estaban llenas de gente, algunos chicos sentados en las aceras, carros pasando con música a todo volumen. A lo lejos, se escuchaban risas y el murmullo constante de San Juan en plena actividad nocturna.

—No puedo creer que vamos a un estudio con él —murmuró Maritza, todavía incrédula—. Es como una película.

Gia se mantuvo en silencio mientras caminaban hacia la placita. Al fondo, ya se veían las luces del pequeño estudio de grabación. Era un lugar discreto, pero claramente había movimiento adentro. Afuera, un par de chicos con gorra estaban sentados fumando, mientras unos autos de lujo estacionados completaban el panorama.

—Esto es —dijo Maritza, nerviosa, mirando alrededor.

Justo en ese momento, la puerta del estudio se abrió y apareció Roa, vestido con una chaqueta negra y unos jeans de diseñador. Parecía relajado, pero al mismo tiempo imponente, con una seguridad que lo hacía destacar entre todos.

—¡Gia! —llamó, saludándola con una sonrisa y un leve movimiento de cabeza—. Qué bueno que llegaste. Y trajiste a tu amiga.

—Sí, ella es Maritza —dijo Gia, señalando a su amiga, que parecía demasiado emocionada para hablar.

—Mucho gusto, Maritza. Pasen, estamos terminando una sesión —dijo Roa, haciendo un gesto para que entraran.

El estudio era más pequeño de lo que Gia había imaginado, pero estaba perfectamente equipado. En una de las esquinas había una cabina de grabación, y varios chicos estaban sentados en un sofá, hablando entre ellos. Uno de ellos, un hombre alto con trenzas, se levantó al ver a Roa entrar.

—¿Estas son las invitadas especiales? —preguntó, sonriendo de manera amistosa.

—Sí, Gia y Maritza —dijo Roa, haciendo las presentaciones—. Ellas vinieron a ver cómo se hace la magia.

Gia miró alrededor, notando el ambiente relajado, pero lleno de energía creativa. Había gente escribiendo en sus cuadernos, otros escuchando pistas en unos auriculares grandes, y un productor manejando una consola llena de botones y luces.

—Esto es increíble —murmuró Maritza, observándolo todo con los ojos abiertos de par en par.

—¿Quieres ver cómo grabamos? —preguntó Roa, mirando a Gia—. Estaba por terminar una pista ahora.

Gia asintió, intentando no parecer impresionada.

—Claro, sería interesante verlo.

Roa la guió hacia la cabina de grabación, donde el productor ya estaba ajustando algunos niveles.

—Vamos a probar algo nuevo hoy. Algo un poco diferente a lo que suelo hacer —dijo Roa, mirando a Gia como si quisiera su aprobación.

—¿Diferente? ¿En qué sentido? —preguntó Gia, curiosa.

—Más... íntimo. —Roa sonrió, sin apartar la mirada de ella—. A veces hay que cambiar el ritmo.

Gia sintió que su corazón latía más fuerte. No sabía exactamente a qué se refería, pero había algo en la manera en que lo decía, como si el comentario fuera dirigido específicamente a ella.

—Vamos a ver cómo sale —dijo el productor desde la consola—. Cuando estés listo, Roa.

Roa se colocó los auriculares y entró en la cabina, cerrando la puerta de vidrio. Gia y Maritza observaron desde afuera mientras el productor ajustaba los controles. El ritmo empezó a sonar, un beat suave, casi melódico, muy distinto al estilo agresivo que solía caracterizar la música de Roa.

Entonces, empezó a cantar. Su voz llenó la habitación, grave y profunda, pero con una suavidad que Gia no había escuchado antes. La letra era intensa, casi personal, como si estuviera sacando algo desde lo más hondo de su ser.

"*Dices que no, pero tu mirada habla... Entre mundos tan distintos, tú y yo... Lo prohibido siempre sabe mejor...*"

Gia se quedó paralizada. Era como si cada palabra estuviera dirigida a ella, como si Roa estuviera hablando directamente a su alma. Se dio cuenta de que no era solo la música lo que la hacía sentir así. Era la forma en que la miraba, incluso desde el otro lado del vidrio, como si le estuviera contando un secreto a través de la canción.

Cuando terminó la grabación, Roa salió de la cabina con una sonrisa, pero sus ojos seguían fijos en Gia.

—¿Y? ¿Qué te pareció? —preguntó, acercándose a ella.

Gia, sin palabras, asintió.

—Es... diferente, pero me gusta —respondió, tratando de sonar neutral, aunque su corazón latía rápido.

—Sabía que lo entenderías —dijo Roa, como si fuera un mensaje solo para ella.

Antes de que Gia pudiera responder, Maritza intervino.

—¡Eso estuvo brutal! —dijo emocionada—. Nunca había visto algo así en vivo.

Roa se rió, relajado, pero sus ojos no se despegaban de Gia. Había algo en el aire, algo que Gia no podía identificar, pero que sentía como una corriente entre ellos dos.

Y, de repente, lo supo. Este no era solo un encuentro casual. Algo más estaba comenzando a gestarse, algo que iba más allá de la música o de la simple curiosidad.

Y ese algo, Gia lo sabía, iba a cambiarlo todo.

Nunk es tarde (ROA) 🪼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora