Compañeras eternas

13 3 0
                                    

Una corriente de aire me golpeaba el rostro y me hacía estremecer del frío; era de noche , una noche muy fría y oscura. Contemplé el vacío una vez más dudando si actuar o no, realmente ya lo había meditado mucho desde hace ya un buen tiempo atrás. Porque una decisión así no se toma de un día para otro. Me encontraba en la azotea de mi edificio, lo suficientemente alto como para morir instantáneamente si salto hacia el vacío, pero también lo suficientemente pequeño como para que nadie venga a la azotea y me vea.

Dudo y decido sentarme con los pies apuntando al suelo; con la muerte tratando de lanzarme hacia el asfalto con cada balanceo que le doy a mis pies. Suspiro y pienso en todo lo que dejaré atrás si tomo la funesta decisión. Solo tengo unos veinticinco años pero siento que mi vida está tan tronchada y acabada como si tuviera noventa años; nadie me quiere ni un poco y me encuentro sola en esta vida. Solo soy rechazada y no soy buena en nada; no tengo trabajo y vivo de la fortuna que me dejaron mis padres.

Mi vida no parece tan mala hasta que sientes lo que yo; no me aterrorizan los monstruos de afuera , sino los que están en mi propia mente. Esto los creo yo a base de mis propios miedos e inseguridades, yo soy la única que sé cómo destruirme verdaderamente y mi mente se aprovecha de eso para hacerme temblar de miedo.

Tal vez solo me quejo de problemas muy pequeños, pero para mí son los más grandes problemas que he tenido. Me cansé de esperar un cambio; y lo único que se me ocurrió como salida rápida fue esto. Me conozco tan bien que sé, que moriré antes de tocar el suelo de un paro cardíaco. Dejé sobre mi cama una carta de despedida explicando cómo me siento; aunque ahora que lo pienso solo fue en vano porque no creo que nadie se interese en leerla. Tal vez lo haga la vecina de enfrente, tiene mi misma edad y es muy feliz con su novio; a veces me invitaba a ver una película cuando él no estaba en casa, pero yo siempre me negaba a su compañía.

Me levanto decidida a efectuar mi último acto, parada entre la vida y la muerte decidí asomarme al vacío, y pude sentir como la inmensa caída se burlaba de mí. Susurraba pequeños "No te atreves" o "Eres una cobarde" . Aquí en este punto sin retorno ví pasar mi vida frente a mis ojos; recordé esos momentos tristes y de angustia que siendo sincera no recuerdo ninguno sin estás características.

Recé a mi Dios, a ese que también le rogué en distintas ocasiones que me diera un motivo al cual aferrarme para vivir y solo se hizo de oídos sordos. Ahora espero que me escuche y sepa perdonar este gran pecado que estoy a punto de cometer.

Miro por última vez atrás, me abrazo a mi misma por el inmenso frío y si fuera en otra ocasión estuviera preocupada de pescar un resfriado, pero ya nada me importa. Termino mi oración con el corazón latiendo a mil y la adrenalina recorriendo furiosamente mis venas. Con mucho miedo y poca valentía por fin me decido a dar un paso hacia el vacío, hacia la muerte inmediata.

La gravedad hace lo suyo y una fuerza me impulsa hacia adelante hasta caer en la acera totalmente desfigurada y demacrada. Y tenía razón, morí antes de la caída y no sentí el golpe. Ya todo había acabado y podría descansar al fin.

Desde la parte de arriba del edificio la observaba la muerte fumando un cigarrillo. Esta lo cala lentamente y suspira resignada a bajar a buscar la pobre alma de la chica. Era ya un alma en pena que no merecía todo lo que vivió, parecía ya un muerto viviente y no una radiante jóven. Bajó flotando hacia donde el alma confundida miraba su cuerpo, la muerte aplastó su cigarro y le habló a la chica con voz ronca.

— Al fin has logrado acabar con tu sufrimiento niña — la joven se sobresalta al escucharla —

— ¿Qué pasará ahora conmigo? — dice temblando —

— Todo estará bien, tendrás tu gran merecido descanso — dice la muerta despreocupada —

— Y si no soy aceptada en el paraíso — la muerte puede observar el miedo en los ojos de la chica o bueno , de su alma —

— No te preocupes de nada, si no te dejan entrar al mundo de los cielos nunca te dejaré sola, no volverás a sentirte triste como antes. Serás la vitalidad de las personas moribundas antes de morir.

— ¿Quien lo diría? La muerte misma siendo amable con una simple niña.

— Tal vez no soy tan mala después de todo, todos nos cansamos de ser igual siempre. Te dejaría vivir, hoy me siento generosa pero creo que no es lo que tú querías.

La niña asiente resignada, y lo que temían pasa, ella no es aceptada en el jardín del Edén. Pero la muerte cumplió su palabra y se hicieron amigas eternas. La chica se convirtió en esa alegría repentina que sentimos antes de morir, esa sensación de estar en paz. Por fin la chica cumplió su tan anhelado deseo de ser querida y esperada por todos y no solo ganó eso sino una compañera que nunca la abandonaría.

                            "Fin"

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 02 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Relatos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora