Capítulo 2: Verdades en la cara

458 67 18
                                    

Yo nunca he sido una mojigata en cuanto al sexo, al contrario, lo disfruto como debe ser. Soy una mujer libre y soltera que ama pasar un buen rato con un chico. No tengo novio, pero chicos no me faltan. Una relación estable nunca ha sido lo mío, pero no por eso no creo en el amor. Lo hago, solo que nunca lo he encontrado. Lo peor de todo es que mis creencias en que el amor existe se extinguieron cuando mi mamá se separó de papá, y volvió a resurgir cuando se volvió a casar. Luego me di cuenta que mis ilusiones no dependían de mi madre ni de su vida amorosa, porque es tan precaria como la mía.

El sexo ha sido una parte constante en mi vida. Lo disfruto siempre que puedo, sin reprimirme cuando mi deseo se desata. Aunque hay una cosa que odio del sexo, y es que mi madre lo practique cuando Noellia y yo estamos en casa. Lo odio. Y a pesar de las muchas veces que se lo he dicho, ella no me hace caso. Me dice que lo deje estar, replicándome que ella es dueña de esta casa y hace lo que quiere. No es cierto, esta casa no es suya, es mía. Lo dicen los papeles que firmé a los dieciocho años, pero ella finge que no es así.

Son más de las dos de la mañana y los mismos sonidos de toda la semana se repiten. Es loo malo de vivir una frente a la otra, hace que los sonidos del pasillo se conviertan en eco, contagiándolo en cada lugar, y por consecuente, contaminando mis oídos.

Tapo mi cabeza con la almohada, pero sigo oyendo los sonidos ahogados.

Para mi buena suerte los gemidos/gruñidos/resoplidos y el golpeteo de la cama contra la pared se detienen, haciendo que el silencio sea bienvenido. Sonrío contra la almohada, pero aún así me levanto, lista para entrar en aquel dormitorio y montar un escándalo.

He tenido que soportar estos sonidos cada día pero ya estoy harta. No me importa estar vestida con un camisón largo hasta mis rodillas, estar sin sostén y con el cabello hecho una lío en mi cabeza. Salgo como una furia y camino hacia la habitación de mi madre.

En ese instante, antes de que pueda llegar a la puerta, esta se abre revelando a Alexander. No entra la luz por ningún lado porque no hay ventanas cerca, pero la habitación de mamá está iluminada y sale luz de allí mostrando a un desnudo Alexander. Abro la boca para gritar pero me quedo callada cuando nota que no está solo en el pasadizo. Sus ojos se agrandan y de inmediato se tapa con sus manos su miembro.

Es grande.

Es lo primero que me viene a la mente cuando lo veo allí abajo. Con razón mamá grita tanto, no está practicando para una peli porno ni la están matando. Sus gritos son... genuinos.

Me estremezco al tener ese pensamiento.

Luego miro con asco a Alexander.

Saber que hace unos minutos estaba dentro de mamá haciéndola chillar me produce escalofríos y unas náuseas extremas. En general, me causa asco. Nadie quiere oír a su madre teniendo relaciones sexuales.

Nadie.

—¿Qué demonios haces paseándote desnudo por aquí? —gruño-chillo con voz moderada para no despertar a mi hermana ni alertar a mi mamá que estoy despierta y hablando con su novio.

—Voy al baño —susurra sin despegar sus manos de su miembro. Su cabello está tan desordenado que incluso tiene algunas marcas en su pecho, marcas que solo han sido hechas por uñas largas. Uñas largas y rojas como las tiene mamá y yo. Es un hobby que compartimos. Ericka, la mujer que nos pone las uñas, viene aquí dos veces al mes. Cuando vuelva a venir le diré que me las cambie de color, no quiero nada que me recuerde lo que hace mi madre con sus uñas.

—¡Pues ponte algo encima, idiota! —Señalo la habitación de mi hermanita—. Noellia está en su habitación y no es correcto que te pasees por aquí así. ¿Acaso no piensas? Dios, voy a matar a mi madre.

Las probabilidades de un amor imposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora