Lucy sostenía su brazo derecho, empapado de sangre y roto, al igual que su pierna izquierda. Era un milagro que estuviera viva o consciente. Se arrastró hacia un grupo de rocas cercanas a la casa, mordiendo con fuerza su labio inferior para no emitir ningún ruido que delatara su escondite.-Deben ser las ocho o nueve de la noche... La Torre de Yokohama está tan hermosa como siempre... resplandeciente... al igual que Atsushi...- Jadeó un poco.
Akutagawa seguramente la estaba buscando, y quizás la mataría por su "valiente" intento de escapar. Buscó un refugio con la mirada y se percató de una pequeña cueva entre las rocas.
-Voy a morir... es gracioso.- Rió un poco ante su estado.-¿Qué estará haciendo?-Se preguntó, sabiendo que tenía un espíritu casi imposible de romper, lo cual era contradictorio, ya que en cualquier momento podía estallar en llanto. La desesperación era abrumadora y, peor aún, el dolor se esparcía como un veneno por todo su cuerpo.
Ya había perdido la noción del tiempo. Ya no sentía dolor, sus quejidos ya no se podían oír y, mucho menos, el espíritu que había presentado en un principio. Fue en ese momento que decidió rendirse; moriría en esa cueva, sola, en la oscuridad de la noche y en el silencio del lugar. Estaba a punto de ceder.
- ¡Lucy! ¡Pelirroja! - Escuchó, quizás, a su última esperanza: Akutagawa Ryunosuke.
Trató de emitir, aunque fuera un susurro, pero sus fuerzas ya no eran suficientes. No podía negar el miedo que sentía al recordar la advertencia del mayor: "No te dañaré si no haces algo estúpido". Las palabras del azabache resonaban en su mente y, en aquel momento, su único deseo era volver a ver la sonrisa de cierto albino.
- ¡Lucy! - Aquel grito resonó quizás en toda la isla, sonrió un poco antes de que una vez mas todo se volviera negro.
••••••••
Lucy, despertó; se sentía tan cansada y adolorida, a las vez, se sentía tan ¿Alegre? ¿Aliviada? Aún estaba adormilada, no podía pensar con claridad. Pasaron un par de segundos hasta que decidió mirar a su alrededor, era la misma habitacion en la cual había despertado la primera vez.
.-Despertaste. - Dirigió su mirada a la procedencia de aquella voz, era el mismo azabache. - ¿Estás loca? ¿A quién carajos se le ocurre saltar de un puto tercer piso? - Dijo con cierta irritación.
-¿Sigo viva? - Dijo como un suave murmullo, no podía hablar a la perfección, todavía estaba muy débil.
- No, no me sigues viva, eres un fantasma que se encarga de asustar en este lugar por el resto de tu miserable existencia. - Dijo con cierto sarcasmo en sus palabras.
Lucy, por supuesto, puso una expresión de confusión.- Claro que no eres un maldito fantasma, te lastimaste mucho y, para empeorar la situación, caminaste y te has puesto más frágil. - Suspiró un poco.- ¿Por qué no me dejaste morir?
- ¿Crees que estaría orgulloso de haber matado a una chica? - Cruzó sus brazos. - Use más sedantes para que no sientas dolor.
- Supongo que gracias. - Sonrió un poco.
- Dudo que vuelvas a pensar en escapar; estaremos aquí, quieras o no. - La pelirroja frunció un poco el ceño.
- No hago la misma estupidez dos veces.
- Eso es algo bueno de saber.
Cualquiera pensaría que Lucy estaba completamente tranquila, pero eso estaba lejos de la realidad. Deseaba salir de ahí, volver a vivir como siempre y ver otra vez la sonrisa de cierto albino. A pesar de eso, no iba a mostrar debilidad; su espíritu había sido forjado por los maltratos sufridos en el orfanato.
- No vas a llorar, ¿verdad? - Habló de nuevo el azabache, cuya expresión parecía esperar algo.
- No lo haré.
- ¿Por qué?
- Sería inútil; incluso si lo hiciera, no me dejarías salir, ¿o sí?
- Claramente no; me estás empezando a agradar. No eres un llorón como Jinko.
- Atsushi no es un llorón; es genial... es como una estrella... es tan brillante.
- Creo que alguien tiene sentimientos por Jinko.
Lucy se ruborizó ante las palabras del azabache. Nunca admitiría que tenía sentimientos por el albino, no importaba si estaba a punto de morir; su orgullo era mayor. Akutagawa rio un poco al salir de la habitación, dejando a la chica sola en la cama, incapaz de moverse.
Pasó otro rato. En ese transcurso, sintió calor y retiró la sabana que la cubría. Ahí se dio cuenta de su apariencia: una camisa holgada negra que le llegaba hasta las rodillas, sin pantalones ni nada similar para cubrir sus piernas. Su brazo derecho estaba vendado, al igual que su pie izquierdo. Con su mano derecha, apretó un poco la ropa y mordió con fuerza su labio inferior, sintiéndose inútil.
Trató de no soltar lágrimas, pero a pesar de sus intentos, algunas escaparon de sus ojos, recorriendo sus mejillas como si trataran de consolarla.
La pelirroja se preguntaba solo una cosa: "¿Cómo terminé así?" Sin embargo, estaba segura de una cosa: debía ser fuerte. Tenía la esperanza de que Atsushi entraría por la puerta de la habitación, o quizás algún detective.
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¡Buongiorno!
Debo decir que no dormi por escribir este capítulo, espero lo disfruten. Sin mas Arrivederci.
853 palabras
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𝐿𝑎 𝑟𝑎𝑧𝑜𝑛 𝑑𝑒 𝑚𝑖 𝑠𝑢𝑓𝑟𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜
Fanfiction𝐴𝑑𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎: 𝙴𝚕 𝚜𝚒𝚗𝚍𝚛𝚘𝚖𝚎 𝚍𝚎 𝙴𝚜𝚌𝚘𝚝𝚘𝚕𝚗𝚘 𝚎𝚜 𝚞𝚗𝚊 𝚛𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎𝚜 𝚙𝚜𝚒𝚌𝚘𝚕𝚘𝚐𝚒𝚌𝚊. 𝙾𝚌𝚞𝚛𝚛𝚎 𝚌𝚞𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚕𝚘𝚜 𝚛𝚎𝚑𝚎𝚗𝚎𝚜 𝚌𝚛𝚎𝚊𝚗 𝚞𝚗 𝚟𝚒𝚗𝚌𝚞𝚕𝚘 𝚌𝚘𝚗 𝚜𝚞𝚜 𝚌𝚊𝚙𝚝𝚘𝚛𝚎𝚜 𝚘 𝚊𝚋𝚞𝚜𝚊𝚍𝚘�...