Tiempo juntos

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Aquella fue la madrugada más desesperante que había pasado. El sol ya comenzaba a entrar por una de las ventanas de la habitación. Su mirada estaba fija en el techo, su mano aún apretando sus ropas, y algunas lágrimas frescas salían de vez en cuando de sus ojos.

Un sonido llamó su atención: era la puerta abriéndose. El azabache estaba en el marco de la puerta, mirándola con detenimiento.

- Pensé que no iba a llorar, pero me equivoqué.- Entró con una pequeña bandeja con sopa en un recipiente y algo de jugo.- Te ayudaré a comer, ¿entendido?

- Prefiero hacerlo yo sola -gruñó la menor.

- No te dejaré hacerlo sola, te puedes lastimar más.-Se sentó a un lado de la chica.-Además, no podrás moverte para comer con esas heridas.

- ¿Entonces cómo pretendes que me enderece? - Frunció un poco el ceño.

- Fácil, te presento mi habilidad: Rashomon.

Antes de que la chica pudiera articular una palabra, la tela negra ya se estaba esparciendo por su cuerpo, entollandose en este y aplicando presión en el brazo y pierna de esta, enderezándola.

- ¿Me vas a matar con esa sopa?

- No, ¿por qué preguntas?

- Curiosidad.

- La curiosidad mató al gato, recuérdalo.

Dijo tomando algo de sopa con la cuchara, comenzando a alimentar a la chica.

- Te agradezco la comida.- Sonrió un poco.-  Aunque no pienses que por eso voy a cooperar contigo.- Dijo rápidamente con las mejillas algo rojizas.

- Pareces un gato abandonado.

Mencionó el azabache.

- No soy un gato. - Exclamó algo molesta.

- Para mí lo pareces. Tengo que trabajar, ¿quieres algo?

- Un libro, ¿tienes algunos, verdad?

- Sí, sabes que continuación a esta habitación se encuentra la sala. Te traeré el libro y si necesitas algo más, dime.

- Entendido.

- Pero solo una cosa: si me da hambre, ¿tengo que llamarte?

- Es bueno que ya vas entendiendo el asunto. Después de mi trabajo, haremos la comida.

Lucy asintió con emoción, le gustaría saber qué más podría preparar el chico, aunque no planeaba admitirlo.

Pasaron varias horas. Lucy, inmersa en su lectura, había perdido la noción del tiempo. Ya la noche comenzaba a cubrir el cielo.

- Ya es hora de cocinar. - Habló el azabache.

- ¿Cómo llegaré allá? - Preguntó Lucy con curiosidad.

Akutagawa entró en la habitación.

- Te cargaré.

Tomó a la chica por su cintura, colocándola sobre su hombro y cargándola como si fuera un saco de papas.

- ¡Idiota! ¡Bájame!

Akutagawa no hizo caso a las palabras de la chica y la llevó hacia la cocina. Ya allí, la dejó en una silla.

- ¿Puedes cortar las verduras? -  Lucy asintió con algo de miedo.

.- Puedo saber ¿Dónde está mi ropa?

.- Digamos que...- Hizo una pequeña pausa mientras buscaba una excusa. - lo usé para vendarte las heridas, y...y pues está rota.

.- ¡¿Qué!? ¡Idiota! ¡Era mi única ropa y se te ocurre romperla! - Se quejo la chica tratando de agredir al azabache.

.- ¡Fuiste tu la que trato de escapar! - Respondió el mayor. - No te vas a morir por una prenda..- Paro al ver algunas lágrimas escapar de los ojos de la chica. - Ya te dije que es una prenda, no te vas a morir.

.- ¡Esas prendas eran una de las cosas mas preciadas para mí! - Se quejo la chica tratando de limpiar sus lágrimas.

El ambiente se volvió algo incómodo, desde ese momento la chica no quería ni verlo a la cara. Terminaron de cocinar y el azabache llevo a la chica hacia otra silla puesta en el comedor.

- ¿Vas a estar toda la noche enojada?

- Sí. - Hizo un puchero.

- Te compraré lo que quieras cuando venga del trabajo, ¿sí?

Eso alegró de cierta manera a la pelirroja.

- Bien, ¿puedes comprarme algunas fresas?

Esto ocasionó una pequeña sonrisa en el azabache; vaya, su rehén era todavía una niña.

- ¿Puedes sonreír?

- ¡Ah! ¿Qué te hace pensar que no puedo? - Mencionó algo ofendido.

- Tu seriedad. - Rió un poco.

El resto de la noche pasó normalmente, entre bromas de la pelirroja y algunas de azabache. ¿Qué era ese ambiente? Lucy no tenía la respuesta a esa pregunta, pero eso no importaba en ese momento.

- Eres un idiota, ¿sabías? - Dijo entre risas la pelirroja.

- Mira quien lo dice. - Tosió un poco.

¿Qué podía decir de aquella calidez que su corazón comenzaba a sentir?

•••••

Akutagawa creó un pequeño espacio en la sala para la pelirroja, similar a un corralito para un bebé. Esto claramente había provocado protestas en la chica al principio, pero finalmente se convenció con un par de palabras, o más bien, amenazas.

Ese día, primero de noviembre, marcaba que la chica había estado casi un mes en ese lugar. Aunque pareciera extraño, Lucy ya no quería escapar. El ambiente se había vuelto agradable para ella, como un hogar.

Ahora, cada atardecer podía decir: "Bienvenido a casa". Cada madrugada estaba preocupada por el chico, y cada amanecer era una nueva oportunidad para burlarse del azabache. Era pasar tiempo juntos, uno tranquilo.

••••

Estos celos me hacen daño, me enloquecen. ¡Buongiorno! ¿Que les pareció?
No he dormido, procedo a darme un descanso, puede que tarde un poco en actualizar.

Gracias por leer y antes de irme como padre latinoamericano. Les dejo una canción que me encantan


- Without Any Words by Six Lounge

𝐿𝑎 𝑟𝑎𝑧𝑜𝑛 𝑑𝑒 𝑚𝑖 𝑠𝑢𝑓𝑟𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora