Ataduras

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Lucy y el azabache se encontraban en el salón de la casa, lucy en su pequeño corral para niños, mientras que el chico leia un libro en el sillón. La pelirroja dirigió su mirada al azabache.

- ¿Puedo salir al jardín? - Dijo tomando con cuidado la gabardina del azabache.

- No me tomes así, y no, no puedes. - Mencionó algo ruborizado. - Sé que tratarás de escapar.

- No pienso hacerlo, solo quiero...

- ¿Solo quieres?

- ...Estar a tu lado... claro... si me dejas. - Dijo algo nerviosa.

- Te dejo estar aquí todo el tiempo que quieras.

Una pequeña sonrisa se pintó en el rostro de la pelirroja.

- Tengo que trabajar, ¿quieres algo?

- Mm... Quizás algunas fresas, quiero hacer algo.

- Anotado, entonces ya me tengo que ir. - Sonrió un poco, dirigiéndose a la puerta.

Lucy levantó un poco su mano izquierda en señal de despedida. La noche comenzaba a asomarse y las estrellas ya estaban saliendo.

Akutagawa recorrió la orilla acercándose a una cueva entre las piedras, donde se encontraba un pequeño túnel que unía la isla con la sede de la Port Mafia. Allí, en pocos minutos, se encontró con Chuuya Nakahara.

- Akutagawa, no puedes seguir tomando tantos descansos. - Mencionó el pelirrojo, haciendo voltear al azabache.

- Lo siento, es que encontré a alguien especial.

- ¿Puedo saber quién es?

- Mi pareja. - Suspiró un poco el azabache.

- Agradecería que guardara el secreto por un tiempo.

- No pretendo preguntar, solo cuidala, ¿sí? - Mencionó el pelirrojo comenzando a alejarse.

En el tiempo que Akutagawa se encontraba fuera de casa, la pelirroja decidió moverse un poco y comenzó a leer varios libros que tenía regados a su alrededor. Mientras hacía esto, miró un pequeño recorte: eran unas ataduras.

Comenzó a leer la revista de la cual había salido esa imagen.

"¿Personas casadas con sus captores?" Era lo que decía en el título.

- Qué título tan interesante. - Mencionó la chica.

"Esto es causado por un síndrome psicológico, conocido como Síndrome de Estocolmo. Esto sucede como una herramienta para protegerse a sí misma de los abusos o del tiempo que pasa en cautiverio la persona. El Síndrome de Estocolmo no se sabe si es algo bueno o algo malo; tan solo se sabe que las víctimas, en algunos casos, suelen establecer una relación estrecha con sus captores."

Lucy tomó un pequeño suspiro mientras leía para sí misma.

"Existen doctores que se dedican especialmente a esos casos."

Se acomodó en una pila de almohadas.

"Si usted se encuentra en una situación similar a esta, llame al xxx-789-xxx."

Al terminar esa lectura, la pelirroja se quedó pensando un rato, dirigió su mirada hacia el pequeño teléfono que se encontraba en la mesita.

- Tal vez... - Movió un poco su mano tratando de tomar el teléfono, pero terminó por cerrarla y ponerla en su pecho. - ...no... estoy bien.

Terminó por quedarse dormida; en aquel sueño que tuvo, se percató de que tenía algunas ataduras que comenzaban a aprisionar su cuerpo.

No pudo evitar soltar algunas lágrimas. Después de casi un mes, por fin había vuelto a llorar. Trataba de convencerse de que todo iba a estar bien, pero el sentimiento de que comenzaba a olvidar a alguien o algo la angustiaba. A una persona con una sonrisa tan resplandeciente como la estrella más brillante del universo.

Y, sin más, despertó. Ahí, delante de ella, se encontraba el azabache, acariciando con cuidado las mejillas de esta. En el proceso, también limpiaba un poco las lágrimas que comenzaban a escapar de sus ojos.

- ¿Más pesadillas? - preguntó.

La pelirroja asintió, aún con varias lágrimas cayendo por sus mejillas.

- No voy a decir que todo está bien... pero si quieres llorar, yo estoy aquí.

- No, no quiero. - Sonrió un poco, su mirada seguía siendo melancólica, pero esa sonrisa era como la brisa de primavera.

- Entiendo. ¿Quieres tus fresas? - mencionó el azabache mientras sacaba una pequeña caja de la bolsa que había dejado en el suelo.

- Solo te quiero... a ti... ¿Tengo permitido abrazarte? - dijo con la voz algo cortada.

- Sí puedes, tienes todo el derecho. - Comenzó a acariciar un poco el pelo de la chica con ternura.

- ¿Puedo quedarme?

- Sí, todo el tiempo que gustes, aún si la agencia llega a este lugar.

••••

Mientras tanto, en la Agencia de Detectives Armados, buscaban aunque fuera solo alguna pista sobre la desaparecida pelirroja. No había ningún rastro sobre el paradero de la chica; sin embargo, era curioso saber que el famoso "Perro rabioso de la mafia", Akutagawa, no había estado muy presente en los incidentes que se habían creado alrededor de la mafia portuaria. Fue ahí que Atsushi comenzó a caer en desesperación, no podía concentrarse, aunque fuera un poco, en buscar a su amiga.

Se sentía impotente, inútil y, sobre todo, preocupado por el estado en el que podría encontrar a la pelirroja. ¿Qué era lo que sucedía? ¿Qué era aquello que le impedía llegar a su amiga? ¿Acaso había vuelto a su país? Tal vez se fue a tomarse un descanso y, si fue así, ¿por qué no había dicho nada?

- Mocoso, pon atención - lo regañó el rubio.

- Lo siento, es solo que estoy algo distraído - mencionó mientras agitaba un poco su cabeza.

- ¿Estás preocupado por la pelirroja? - preguntó con curiosidad Dazai.

- Sí - respondió Atsushi -, es raro porque no he encontrado pistas sobre el caso.

- ¿Por qué no buscas a alguien que pueda tener información? - sugirió kunikida.

- Bueno, es que ya lo hice. - Trago algo de saliva. - Incluso busque por toda la ciudad y sus alrededores.

- ¿Un caso complicado? - Exclamó el autonombrado "Mejor detective del mundo". - Busca en un lugar cerca del mar, puede que esté fuera de la ciudad...quizás, en un lugar alejado.

Poco a poco el albino comenzó a juntar cada pieza, como si de un rompecabezas se tratara.

- ¡Eso! No lo había pensado antes, pero si akutagawa no ha estado muy involucrado en los incidentes de la Port mafia, eso significa que hay una posibilidad de que el la secuestrara. - Tomo algo de aire antes de seguir.- Tal vez para obtener la aprobación de Dazai, pero ¿Por qué a lucy?

•••••

Llevo dos horas con la misma canción en la cabeza.

Buon pomeriggio, estoy aquí para alegrar su día. Quiero dormir...disfruten

Gracias por leer

𝐿𝑎 𝑟𝑎𝑧𝑜𝑛 𝑑𝑒 𝑚𝑖 𝑠𝑢𝑓𝑟𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora