Capítulo 9

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—¿Has visto al oficial?— Max entró de golpe al consultorio de Doc y se arrepintió de inmediato al encontrarse con semejante imagen, pues el oficial estaba siendo inyectado en las pompis. —¡No vi nada!— Intentaba desviar la mirada pero la vergüenza lo estaba matando.

—¿Qué haces aquí, niño?— El médico preguntó sin darle mucha relevancia.

—Vine por... por las piezas de madera que le pedí a Nico ayer para seguir trabajando.— Se cubría los ojos con las manos.

—Deja de mirar, citadino. Te las daré cuando termine aquí.— Nico se acomodó mejor los pantalones para dejar expuesta la zona.

—Espera afuera, ya lárgate de aquí.

Molesto, el rubio contestó alzando la voz —¡Eso es lo que he estado intentando estos tres malditos días!— Cerró la puerta con un golpe fuerte y al salir del consultorio pateó una piedrita que acabó dando en una bodega adjunta provocando un caos en el interior. Iba a ignorarlo, pero se arrepintió de eso cuando escuchó algo más caer con fuerza, así que se regresó para vigilar que por lo menos no hubiese matado algún animal.

Empujó la puerta entreabierta lentamente, no había nada anormal más allá de un montón de documentos apilados y algunos instrumentos viejos de medicina como sillas o una camilla. 

—Te falta limpiar un poco, Doc.— Caminó con cuidado entre el desastre de papeles hasta que se topó con algo que vio por la periferia. No podía creerlo, nunca había visto una tan de cerca, así que fue hasta ahí apartando los viejos expedientes. —¿Qué demonios? ¿Por qué tiene el trofeo de campeón del mundo?— Avanzó un poco más dándose cuenta de que otros dos estaban a lo lejos, llenos de papeles y herramientas —Son tres...

Max se quedó boquiabierto al leer las leyendas de las placas: "Ayrton Senna. Campeón del mundo 1991." "Ayrton Senna. Campeón del mundo 1992" "Ayrton Senna. Campeón del mundo 1993"

—Tus habilidades como piloto son cuestionables, no sabía que tu capacidad de lectura también.— Doc apareció a sus espaldas entrando por la puerta de la que era su bodega y estaba siendo invadida por el rubio. —En el letrero dice que no puedes pasar.— Se cruzó de brazos.

—Soy un verdadero idiota.— Murmuró para sí —No puedo creer que no te reconocí antes...— Max observó al hombre mayor de pie en la puerta —¡Eres el mismísimo Ayrton Senna! ¡Eres el maestro de la conducción en lluvia! Tu ganaste tres campeonatos peleando mano a mano con Prost.— El semblante de Max había cambiado de golpe, estaba emocionado cual niño pequeño pero Doc parecía nada contento con ello —Tienes que enseñarme todos tus trucos, por favor, tienes que hacerlo.

—No.— Tajante, Ayrton abrió la puerta indicándole que saliera —Yo ya no pertenezco a ese mundo. Lárgate.— Indicó al exterior con la cabeza.

—Hombre, por favor. Te lo pido, yo no soy como todos los demás, de verdad.

—¿Seguro que no?— Doc le miró —Dime una sola vez que te hayas preocupado por alguien que no seas tu mismo y me arrepiento de juzgarte mal.

Pero Max se quedó callado. Ni siquiera tenía amigos, despedía a su equipo sin importarle lo bien o mal que lo pasaron, solo era él peleando por su campeonato sin importarle nada más.

—Sí, eso supuse. Los tipos como tú son un montón de egoístas. 

El neerlandés levantó la mirada —¿Yo soy el egoísta? Apuesto a que nadie de aquí sabe quién eres realmente. Ellos solo te llaman Doc, pero ni siquiera te conocen— Se cruzó de brazos —¿Quién diablos es realmente el egoísta?

Para el brasileño aquellas palabras calaron en muchos sentidos sobre él. Su orgullo se hirió y le dolió ser comparado con aquello de lo que tanto había escapado, pero no permitiría que un mocoso arrogante y narcisista le hiciera pensar en algo que había ignorado activamente hasta ese momento. —Lárgate.

A regañadientes había conseguido sacar al rubio de ahí, así que muy molesto, Max volvía al taller. Afuera ya le esperaban las vigas de madera que había pedido y se dedicaba a meterlas al interior mientras murmuraba.

—Egoísta, yo no soy egoísta. Dímelo tú, eres el mismísimo Ayrton Senna y nadie lo sabe ¿Qué clase de buena persona mentiría así?— Cargó dos vigas pequeñas sobre su hombro y las dejó caer al suelo después —Por lo menos yo no miento.

—Si sigues hablando así empezaré a creer que en realidad tienes problemas mentales.— Max saltó dándose la vuelta al escuchar la voz de Checo a sus espaldas —Te traje algo del desayuno, Dany me dijo que saliste muy rápido así que no comiste nada.— El de pecas se acercó al contrario.

Max intentaba hacer un espacio en la mesa de concreto para que no estuviera tan sucio, y justo ahí, el pecoso dejó el plato con fruta, pan y un croissant de jamón y queso, también un poco de jugo de naranja. Tal vez por el hambre le parecía la cosa más exquisita del mundo o quizá era el hecho de que Sergio lo trajera para él.

—¿Te pasa algo? Estabas hablando sobre mentiras y esas cosas hace poco.— Checo jaló un cilindro vacío para poder sentarse y hablar con el rubio, vigilaría que comiera bien.

—No, yo... Creo que me dí cuenta de algo muy fuerte.— El de pecas arrugó las cejas —¿Tú sabías que Doc es un famoso corredor de carreras?— Le miró serio.

Sergio parpadeó en repetidas ocasiones antes de echarse a reír —¿Doc? Nah— Restó importancia —Él es médico, siempre nos ha cuidado, por eso lo hicimos juez.

—No,no, no. Hablo en serio ¿Nunca oíste sobre Ayrton Senna? Era un piloto maravilloso y de repente desapareció luego de su tercer campeonato.— Max lucía un poco desesperado.

Tocó el antebrazo del muchacho antes de hablarle suavemente —Oye, está bien, tranquilo.— El rubio se detuvo de hablar, algo tenían los ojos de Sergio que le gustaban y le atontaban tanto, aparte esa sonrisita suave lo tenía mal —¿Qué te parece si te tomas el día hoy? Quiero enseñarte algo.— El de pecas cortó el contacto bajando de su improvisado asiento.

Max le siguió fuera del taller y un poco más lejos de las tiendas. El resto les vio escabullirse a las afueras y Daniel tuvo la intención de unirse a ellos pero fue detenido por Yuki.

—¿Alguna vez has montado, Max?— El de pecas iba al frente.

Max se puso rojo, las palabras habían salido de golpe y debía admitir que sentía una ligera tensión entre los dos, por lo que todo era malinterpretable. —Eh...

Menos mal no pudo responder otra cosa antes de arruinarlo, porque llegaron a un establo parecido al de la noche de las vacas, la diferencia era que del otro lado se encontraban un par de caballos pastando tranquilamente. Sergio se dirigió a la rejita de madera y antes de abrir le pidió a Max que fuese por las sillas de montar, le dio instrucciones específicas y el lugar no estaba más que a algunos pasos, pero el neerlandés dio dos viajes sorprendido de lo inesperadamente pesadas que eran.

Estaba a punto de quejarse con Checo por hacerle cargar con el trabajo, pero no pudo cuando le encontró acariciando a uno de los caballos. Checo era como un modelo, quedaba muy bien en cualquier entorno y hacía que Max no pudiera apartar sus ojos de él, verle junto a ese caballo blanco con manchas café era una imagen que quería guardar por siempre, lamentaba no tener su teléfono en ese momento. 

—¿Entonces nunca lo has hecho?— Sergio se acercó tirando suavemente de la cuerda que rodeaba el cuello del equino para dirigirlo fuera de la cerca.

Max negó con la cabeza, temía que si hablaba diría algo indebido.

—No te preocupes, yo te enseño.— Y le cedió la cuerda al rubio.

Novato | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora