Capítulo 2: Inesperada sorpresa

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Narra Enzo

No olvido ese ascensor.  Un espacio metálico, estrecho, impersonal… y de repente, ella.  Una mujer con una belleza que te deja sin aliento, una mirada que te atraviesa, te calma, te aviva.  

Ahora, dentro de una hora nos encontramos con Mati, Agustín, Bayona y los demás del grupo.

Salgo de la habitación. 
Camisa blanca, pantalón negro, traje impecable, sin decidirme entre corbata o moño. Me miro al espejo, intento controlar los nervios, pero es inútil.    Mati y Agus me esperan abajo. Respiro hondo, me acomodo el cuello de la camisa, y bajo.

Los saludo. 

El coche arranca, camino al evento de Arenas, que es un especie de estreno en el cine por primera vez acá.  El silencio inicial es tenso, pero se rompe pronto.  Hablamos un poco de lo que comimos, y lo rico que podría ser tener comida española en la Argentina.

Agustín, con su habitual humor ácido, hace algunas bromas para relajar el ambiente. 
María, elegante y serena como siempre, aporta su perspectiva, sus comentarios inteligentes y precisos. 

El viaje se convierte en una conversación fluida, en un intercambio de ideas y opiniones.  El nerviosismo inicial se disipa, reemplazado por una agradable sensación de compañía y camaradería. 

Finalmente llegamos al cinema de Arenas, la gente se agolpa a la entrada, gritando, pidiendo fotos, con sus celulares en las manos. Un torbellino de energía, de expectación, de emoción pura. El cine, un lugar mágico, donde la realidad se diluye y las historias cobran vida. Un lugar que ahora mismo vibra con la energía de Bayona, con la resonancia de 'La Sociedad de la Nieve'.

Las cámaras, los flashes, los gritos… Todo un torbellino de imágenes y sonidos que me recuerda la importancia del cine, la magia que nos atrapa y nos transporta a otros mundos.

Caminamos entre la multitud, sonreímos, saludamos, pedimos disculpas a quienes se acercan pidiendo una foto. Pero el llamado de la sala nos arrastra hacia adentro, hacia el silencio y la oscuridad que esperan.

La alfombra negra, lisa, suave, nos absorbe. Un contraste con la euforia exterior, un espacio íntimo y silencioso que nos prepara para la inmersión en la historia que se avecina. El aroma a cine, el crepitar de las luces, el murmullo de la gente acomodándose… Un ritual que se repite, que nos envuelve, que nos hace sentir parte de algo más grande que nosotros mismos.

Saludamos a los que podemos, a los que Bayona nos presenta.  Productores, directores, amigos.  Todos con una sonrisa, con una mirada que te dice que están aquí por la misma razón que nosotros. 

Para vivir la historia, para ser parte de algo más grande.  Y de repente,  el murmullo de la sala se transforma en un rugido. 

Nando, Gustavo, Roberto.  Los héroes.  Los sobrevivientes. 

La emoción es palpable, contagiosa.  Se siente en el aire, en la mirada de cada uno.

Aplaudimos, saludamos.  Hablamos con ellos,  de la sala, de la película.  Es enorme,  casi un teatro.  Las columnas, las telas rojas, las luces. 

Una escenografía que te envuelve, te atrapa.  Y la pantalla,  la más grande que he visto.  Un lienzo blanco, listo para proyectar la historia.  El cine, un lugar mágico.  Un espacio donde la realidad se transforma en sueños,  en emociones,  en historias que se graban en la memoria.

Es impresionante.

Bayona habla con los presentes,  los halagos por su trabajo resuenan en la sala.  Él agacha la cabeza, agradece con una sonrisa,  mira hacia adelante.  Un gesto sencillo,  pero que refleja la humildad y la pasión que lo caracterizan.

𝑭𝑳𝑨𝑾𝑳𝑬𝑺𝑺 | Enzo VogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora