𝑭𝑳𝑨𝑾𝑳𝑬𝑺𝑺 | Enzo Vogrincic

Capítulo 3: ¿Cuándo te volveré a ver? / Parte 1

Narra Enzo

La película casi termina.

Mati y Agus permanecen callados, al igual que el resto del público. Aunque siento que Mati está a punto de dormirse, creo que no durmió lo suficiente.
Llega la escena donde rescatan a los sobrevivientes y no puedo evitar verla a ella.

Alzo la vista y mis ojos disparan inmediatamente a donde ella está; sus ojos contemplan la escena, pero una sonrisa recorre su rostro.

Puedo jurar que, por el brillo de la pantalla, una lágrima cae por su mejilla. Pero su respiración sigue serena, y ella permanece calmada.

Es una emoción fuerte que, siento, hace llorar a la mayoría.

La película termina. Las luces se encienden, y una ola de aplausos y vítores llena la sala. Todos se levantan; algunos gritan de emoción. Recorro con la mirada a la audiencia, agradeciendo a cada uno, incluso deteniéndome un instante en ella. Sonriendo, ella aplaude con orgullo. Asiento y le agradezco desde mi butaca.

J se acerca al escenario, toma un micrófono y comienza a hablar. Expresa su satisfacción por el rodaje y agradece al equipo y a los sobrevivientes. Los aplausos retumban en la sala. Anuncia que la hija de la princesa dirá unas palabras. Nuevos aplausos estallan. Mati me dice algo al oído, pero no logro escucharlo; solo asiento.

Ella camina con calma hacia el escenario, sonriendo a Bayona, quien le corresponde con un abrazo. Le entrega el micrófono. Se escucha su respiración antes de hablar.

—Damas y caballeros, más que un relato de hechos, en aproximadamente estas dos horas de reflexión sobre la vida, les puedo asegurar que no he pasado por algo similar en mi vida, ya que tengo a dos guardaespaldas que lo impedirían...—Dice y todos reímos en la sala, incluso J que permanece a una orilla cerca de ella.—Esta película se ha convertido en un testimonio de la naturaleza humana en su estado más puro, en sus contradicciones y en su inquebrantable fuerza: la historia de aquellos jóvenes que conformaron La sociedad de la nieve en los Andes. En su odisea, se enfrentaron no solo al hielo y a la crudeza implacable de la cordillera, sino también al abismo más oscuro del alma humana. Atrapados en una pesadilla inconcebible, fueron capaces de hallar en el vínculo humano un refugio y una razón para resistir. En medio del silencio helado y el manto blanco que parecía consumirlo todo, descubrieron que la verdadera fuerza no residía en sus cuerpos, sino en la calidez de la solidaridad, en el abrazo invisible de la esperanza, y en el pacto de supervivencia que sellaron, no solo entre ellos, sino con la vida misma.

Su voz, su elocuencia, su léxico impecable, hacen de su discurso algo hermoso. Estoy asombrado.

—Lo que más conmueve de su historia es que, aun cuando el dolor y la incertidumbre se tornaron constantes, en medio de ese páramo desolador, hubo pequeñas manifestaciones de fortaleza que se convirtieron en su mayor tesoro: la caricia a un amigo al borde del agotamiento, una palabra de aliento que resuena cuando parece que no queda nada, y el inhumano valor de mantenerse en pie cuando el mundo entero se ha desplomado. Cada día que pasaba, ellos nos recordaban que el ser humano, incluso cuando desciende a lo más profundo de su fragilidad, lleva consigo una llama de dignidad y esperanza.—Respira levemente, manteniendo la mirada en el público.

—Lo que vivieron aquellos jóvenes en los Andes fue, en última instancia, un poema a la resiliencia y a la fe en los otros. A través de su legado, cada uno de nosotros que se adentra en su historia sale con el alma transformada, con una lección de humanidad que queda grabada en el pecho. Ellos, con sus actos de delicadeza y coraje, nos mostraron que, en los momentos más oscuros, hay una luz que nos sostiene, y esa luz son las personas que tenemos a nuestro lado. Su historia trasciende la tragedia y nos ofrece un testimonio de amor por la vida, tan crudo y real que nos obliga a replantearnos nuestra visión de lo que significa estar vivos.