PRÓLOGO

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PRÓLOGO

Unos seres hechos completamente de luz blanca deambulaban por la orilla de un mar cristalino. Dos lunas color plateadas dejaban ver su reflejo. Varios árboles que se esparcían a lo largo y ancho del horizonte eran tan altos que se perdían entre las nubes.

Detrás de los seres de luz se erigió desde la tierra, en forma de una candente luz dorada, un reptil albino cubierto por un manto morado. Las entidades le hicieron reverencia y le siguieron.

Caminaron juntos por un estrecho sendero rodeado de vegetación. Más y más seres de luz se acoplaban a la marcha hasta que el reptil albino se detuvo y entonces les comunicó lo siguiente:

—De la oscuridad nació la luz, ahora es necesario que la luz vuelva a la oscuridad para que nazca un nuevo y reluciente resplandor.

Alzó sus manos y pausadamente todos a su alrededor comenzaron a derretirse y a convertirse en pequeñas esferas de tres colores: azul, dorado y morado, Annku movió ligeramente su mano y salieron despegadas hacia el firmamento.

El viento sopló y sopló con tanta fuerza que varios de los gigantescos arboles colapsaron a tierra. Casi al instante se vio cercado por dos seres angelicales de largas cabelleras negras y armaduras plateadas, cada uno de ellos poseía cuatro grandes alas que casi les doblaba en tamaño. Uno de ellos dio un pisotón y flamas se incendiaron a su alrededor.

—Este universo ya ha llegado a su fin, la vida como la conocemos ya está acabando, un nuevo amanecer pronto se dibujará en los orbes de oscuridad, nuevas aguas saldrán a la superficie y entonces las nuevas razas experimentaran una reconfortada paz. Se los juro por Annku, que es mi nombre.

Encima de él parecía que flotaba una especie de ser de fuego rojizo que estaba sobre una plataforma de zafiro transparente. Uno de los ángeles atacó por su costado izquierdo, más el reptil albino dibujó un círculo en el aire que se transformó en escudo de fuerza, provocando una rajadura en la hoja de su agresor. El segundo ángel intentó atravesarlo, pero ni bien tocó el manto, Annku se desvaneció por completo y apareció cerca de la presencia de aquel ser hecho de llamas. Hizo un movimiento de manos y el ente se convirtió en una pequeña bola de fuego que fue a parar a sus manos; la plataforma se iba desmoronando.

—Ya no podrás hacerle daño a nadie, la era de todos ustedes se acaba —Annku juntó la palma de sus manos, haciendo que la energía del ente disminuyera hasta quedar como una diminuta perla.

El cielo entonces tomó una tonalidad de anaranjado llameante. La plataforma flotante terminó por romperse y el trono se hundió en el mar.

—Soy un rey de esta zona sideral, yo comando centenares de seres luminosos, pronto vendrán a rescatarme, si me sueltas, mostraré compasión para contigo, nada malo podrá pasarte.

Desde lo más alto llegaron reptando por los aires unas serpientes que se enrollaron en los ángeles y al hacerlo, se convirtieron en estatuas de piedra y cayeron en el mar.

Un ser celestial, aquel que había dado el pisotón y provocó flamas, con su espada quebrada alzó vuelo y se la aventó a Annku rozando su manto.

—¡Suelta al rey de las zonas siderales! —increpó el ser celestial.

—La energía de los señores del cosmos le pertenecen al venidero universo, no deben interponerse en el nacimiento de lo bello y sublime —fue la respuesta del albino reptiloide.

Annku cruzó la atmósfera del planeta y se transformó en espíritu, su forma era la de una serpiente blanca con rayas doradas. Se desvaneció y fue hasta el centro del universo; en él surgía un gigantesco destello de luz en forma ovalada parecida a un huevo. Dentro, insertó a aquel lord del cosmos y al tocar la superficie, una gran onda concéntrica se expandió. Annku observó alrededor. Una a una las estrellas iban perdiendo su luz.

—Hecho está—habló Annku al convertirse en estela de polvo cósmico.


El Amanecer de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora