Capítulo 5: "Última tristeza"

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Harry. El nombre sonaba extrañamente fuera de lugar en el contexto de la militarizada Alemania. Parecía más propio de un joven de familia humilde, no de un hombre que vestía el uniforme del ejército invasor. Mas sin embargo, cuando él mismo lo pronunciaba, su voz le otorgaba una suavidad casi seductora.
«Malditas feromonas.»

Malik respondió con una brusquedad.

—No. Además, nos habían asegurado que estábamos lo suficientemente lejos del pueblo como para evitar visitas inoportunas. —La mentira salió de sus labios con la misma facilidad con que uno se engaña a sí mismo.

El teniente, por su parte, se mantuvo sorprendentemente sereno, como si la tensión en el aire no le afectara.

—Intentaré no causarles molestias—dijo, su voz calmada y educada—. Solo necesito un lugar donde descansar y un espacio para trabajar.

—Pues lo siento, pero no...

—Si hay una disponible... —Mi voz se intercaló entre ellos, mientras mi cabeza permanecía inclinada, incapaz de enfrentar la mirada de aquel soldado cuya presencia parecía llenar la estancia con una autoridad inapelable.

Su ecuanimidad era una fachada. Mi cuerpo aún temblaba bajo el peso de su atención, como si el pavor mismo hubiera prendido residencia en mis huesos. Pero no podía permitir que Zayn se viera arrastrado a la turbulencia por mi culpa. Nuestra seguridad pendía de un hilo, y sabía que debía tomar medidas drásticas para protegernos a los tres.

La realidad era cruel y simple: su palabra contra la nuestra. Si la confrontación estallaba, estábamos condenados, al igual que nuestra patria ya lo había sido. La idea me helaba la sangre, como un viento glacial que sopla a través de un paisaje desolado.

Zayn se volvió hacia mí, su rostro encendido de indignación. Sus cejas se contraían en un gesto feroz, como si la propia ira hubiera tomado residencia en su alma; la vena marcada en su cuello palpitaba con una intensidad que me hacía temblar. Su mirada era una tempestad contenida, un torrente de silenciosos reproches que exigían mi sumisión.

Pero yo me negaba a ceder.

—Está... —comencé a decir, mas mis palabras se desvanecieron en el aire al enfrentar la imponente figura del teniente de la Wehrmacht. Erguido ante mí, su presencia irradiaba una autoridad que desbordaba los límites de su uniforme.

Su atuendo, aunque familiar, destacaba por su refinamiento y elegancia. Las insignias relucían en su pecho como estrellas en una noche sin luna, contando historias de logros y jerarquías que me recordaban la alta estofa del oficial que tenía ante mí. El tono oscuro del uniforme parecía haber sido elegido con cuidado, diseñado para evocar no solo una aura de mando, sino también una elegancia que resultaba inquietante en medio de la gravedad de la situación.

Su cabello, perfectamente peinado, se mantenía en su lugar con la misma disciplina que su mirada. Un sombrero, tan elegante como el propio uniforme, reposaba con dignidad sobre su cabeza, mientras que los mechones de cabello rapado a los costados revelaban un rico color chocolate que contrastaba con la severidad de su rostro.

Sin embargo, fue su presencia física lo que más me impresionó, una estructura imponente que se ocultaba detrás de aquellas prendas confeccionadas con precisión. Era un coloso en medio de la estancia, una figura tallada para inspirar respeto y temor. Mi mente se esforzaba por comprender la disparidad de tamaño entre nosotros y él, una diferencia que parecía abismal.

Su ropa, no podía ocultar la musculatura que se delineaba con claridad en cada movimiento. Su espalda amplia, las piernas largas y robustas, los hombros anchos y los brazos poderosos, todo en él hablaba de fuerza y dominio.

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⏰ Última actualización: Nov 05 ⏰

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