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Hacia un par de días que llegaron a Edo, Allen se limitaba en hablar a pesar de tener muchas dudas rondando su mente, aún no se sentía capas de retener tanta información, últimamente  los recuerdos ahora denominados pesadillas no lo dejaban dormir, trataba de mantenerse distraído, un par de veces exploro la biblioteca encontrando datos interesantes, entre ellos la historia de Alma Karma, aquella que vio en los recuerdos de Kanda. En esa situación podía darse cuenta que siempre fue muy omiso, o quizá solamente no quería ver el golpe de realidad, al fin de cuentas por eso fue entrenado, para seguir órdenes, así mismo, tenía la capacidad de elegir una cosa que apenas hacía, a pesar de tener clara su situación quería creer que no podían ser tan crueles, una risa irónica escapó de sus labios, la vida daba muchas vueltas y en esta situación el estaba mareado de tanta información. Observó a través de la ventana el paisaje invernal le causaba una sensación cálida a pesar del frío.

Camino tranquilo por distintos senderos, el arca tenía lugares interesantes, aunque en algunas ocasiones casi cae al vacío. Un nudo en su estómago se formó, últimamente se sentía extraño, no comprendía la razón, a su mente vino la mirada de sorpresa de Kanda y a su vez había algo en sus ojos que no pudo descifrar, quedaron palabras atascadas en su garganta, apretó los labios, no podía, no debía, su alma cambiante no podía amar a nadie, él no debería ser un ser amado, cerró sus ojos, dejando que el frío se llevara sus penas, al poco tiempo se le escapo un estornudo, no traía nada abrigador, en ese momento solo portaba una camisa ligera. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando colocaron un suave abrigo sobre sus hombros.

—Vas a resfriarte si sigues dejando que la nieve te congele los pensamientos — hasta ese momento levantó la mirada, notando la cercanía con el noe, el cual aparecía en ocasiones similares, desvió la mirada de ese par de oros, los cuales parecían atravesar no sólo su mente, también confundir su lastimado corazón.

—Gracias... Nea— se atrevió a decir su nombre, después de tantas insistencias por parte del mayor, sin embargo no pudo ver la ligera sonrisa que se formó en los labios del contrario. Ambos volvieron con pasos calmos al interior de la sala del arca, la chimenea yacía prendida, el lugar estaba cálido a diferencia del exterior.

Tomó asiento en un rincón, se acomodó  sobre su cabeza aquel golem dorado que pertenecía a su maestro, o más bien al individuo que se encontraba en alguna parte de la habitación. ¿Qué podía hacer para aligerar sus pensamientos? Solamente se la vivía encerrado, temía encontrarse con sus antiguos camaradas, ahora ya no los podía ver más que como sus cazadores; aunque podría haber una excepción y ese era el malhumorado de Kanda, no sabía la razón, a pesar de no llevarse del todo bien y tener ideas diferentes, siempre lo sintió demasiado sincero, tal vez, podría contarle lo que está pasando, se estaba ahogando en un vaso medio vacío. Llevo ambas manos a su cara, tapando su expresión desconsolada.

—Tu mente hace mucho ruido — su piel se erizó al momento que sintió ese susurro muy cerca de su oído, ambas orejas se pusieron rojas debido a la sensación, se quedó petrificado por unos segundos, se rehusaba a voltear, no sabía que expresión podía llegar a tener. Tampoco es que le diera tantas confianzas al ser que apenas conocía, volvió a sentir el suave aliento de su acompañante,  esta vez un suave suspiro escapó de sus labios, su piel estaba erizada y él muerto de vergüenza.

—De...deberías dejar de hacer eso— estaba nervioso, no comprendía, en ocasiones era muy distante y no se aparecía para nada, no obstante, en esa ocasión fue completamente diferente, aquellos ojos color oro lo atrapaban a niveles exorbitantes, ni siquiera aparecio en su mente aquel samurai, por el que alguna vez llegó a sentir algo, a pesar de todo lo ocurrido en el pasado se guardaría aquellos sentimientos en lo más profundo de su ser.
La situación no parecía mejorar para el menor, se sentía como un indefenso animalito en las fauces de su depredador, no entendía cómo con una simple frase podía causarle un tumulto de sensaciones, las cuales eran completamente nuevas, de alguna forma le daba terror relacionarse más allá, de lo imprevisto, estaba en una situación fuera de lo común donde un noe lo ponía nervioso, intentó moverse, cosa que no pudo hacer debido a las fuertes manos que lo sostenían de los hombros, quería huir, salir corriendo de ahí, algo le decía que si se quedaba más tiempo en ese lugar podría salir algo mal, era un imán de problemas, no quería más, cosa que no podía evitar, tal vez era un karma de su anterior vida, no lo sabía, podían pasar tantas cosas en un instante y a su vez solo enfocarse en una sola, que este vendría siendo el promebla inicial.

La realidad detrás de la sombra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora