Lucifer gritaba, su voz resonando en el cuarto con una mezcla de dolor y frustración. Su cuerpo se movía de un lado a otro, incapaz de encontrar un momento de calma en su mente agitada. Agonizaba, preguntándose por qué le daba tanta importancia a lo que había decidido con Lilith. Se habían separado para tomar un respiro, ¿verdad? Siete arduos años habían pasado, y aún esperaba por ella. ¿Por qué no volvía?
— ¡Carajo! —exclamó, lanzando los frascos de pastillas que había acumulado en su escritorio. Estaba harto de depender de ellos para controlar su ansiedad y su hiperactividad. La necesidad de encontrar algo que calmara su mente siempre resultaba en un fracaso, y por la noche, su cuarto se convertía en una jaula, con sus inseguridades acechándolo como sombras.
Con prisa, comenzó a recoger los frascos, uno por uno, guardándolos de nuevo con una mezcla de rabia y desesperación. Había pasado meses con su hija, intentando llenar el vacío, pero lo que realmente necesitaba era amor, algo que parecía más distante que nunca.
El nudo de emociones negativas se apretaba en su pecho. Quería a Lilith, deseaba su compañía, o al menos a alguien que mostrara preocupación por él. Pero la soledad lo abrumaba, y los hipos y las lágrimas volvían a salir a cada movimiento.
— Mierda, ¿por qué Lilith, por qué...? —murmuró, su voz quebrada.
— ¡Pero qué conmovedora escena! —dijo Alastor, apareciendo en la penumbra como un espectro burlón.
Lucifer se giró, sorprendido y lleno de rabia. No tenía ni la energía ni el deseo de lidiar con la presencia del demonio radiofónico. Alastor, con una sonrisa ensanchada en su rostro, se acercó más.
— Y todo esto por una mujer... Qué devastador y perdedor te ves. —el ácido sarcasmo de Alastor no hacía más que intensificar la frustración de Lucifer.
— N-no tengo tiempo para soportar tu mierda. V-vete de una puta vez... —respondió Lucifer, intentando mantener su dignidad.
Alastor dió un paso más cerca, la diversión y burla brillando en sus ojos.
— No pienso hacerlo.
— ¡¿Q-qué?! ¡L-le hablas al rey del infierno! Deberías respetar a tus superiores.
— No pienso respetar a alguien cobarde que llora por las noches por, vaya a saber quién. Qué tampoco me importa.
Lucifer sintió un ardor en su pecho.
— ¿Estuviste escuchando?
— Cada grito suyo, alteza. Y créame, disfrutaba cada uno de sus lamentos. -una sonrisa sarcástica seguía en el rostro de Alastor.
Lucifer se levantó del suelo, el frasco de pastillas aún en sus manos.
— Eres un enfermo.
— Y tú un rey que se ha dejado caer tan bajo. —replicó Alastor, la diversión en su voz evidente mientras se acercaba más, disfrutando del desasosiego que causaba.
Lucifer gruñe, dirigiéndose a su pequeño escritorio para dejar el frasco de pastillas. Cabizbajo y agotado, se dio cuenta de que la compañía repentina de Alastor lo sacaba de su negación, aunque no de su dolor. La pequeña risa radiofónica del demonio resonó en el aire, incapaz de ignorar la forma en que la burla se entrelazaba con su propia angustia.
Lucifer lo miró con una mezcla de desafío y desesperación, su voz temblando ligeramente al preguntar:
— ¿Y qué pretendes lograr con esto?
Alastor sonrió, disfrutando del momento. Era un juego para él, y cada palabra que salía de los labios de Lucifer era una nota en su sinfonía de dolor.
— Oh, querido, lo que busco es simple: observar cómo se desmorona tu imperio emocional, pieza por pieza. —Su tono era juguetón, casi como si estuviera hablando de una obra de arte en lugar de la caída de un ser tan poderoso.
Lucifer frunció el ceño, sintiendo que la ira comenzaba a burbujear en su interior.
— No eres más que un parásito, alimentándote de mi sufrimiento.
— Quizás —respondió Alastor, encogiéndose de hombros—. Pero también soy un amante del buen espectáculo. Y, sinceramente, tu agonía es un deleite para mis sentidos. Quiero ver hasta dónde puedes llegar, cómo te retuercen tus propias inseguridades. Y, por supuesto, quiero disfrutar de cada segundo de ello.
Lucifer se sintió atrapado, la rabia y la vulnerabilidad chocando dentro de él. Nunca había imaginado que un demonio como Alastor se convertiría en un espectador de su sufrimiento, y eso solo intensificaba su angustia.
— No puedes vivir de la miseria ajena. —Su voz, aunque firme, sonó más como un ruego.
— Ah, pero eso es donde te equivocas. La miseria es mi esencia, mi arte. Y tú, querido rey, eres una obra maestra en proceso.
Lucifer respiró hondo, sintiendo que la situación se tornaba cada vez más desesperante.
— No hay nada hermoso en esto.
— Depende de la perspectiva —dijo Alastor con una sonrisa burlona—. Y, por ahora, tengo la mejor vista en el mejor asiento del teatro de tu vida.
Alastor se acomodó en un asiento, sin el permiso del soberano, disfrutando del drama que se desarrollaba, mientras Lucifer, sintiendo la presión de la mirada burlona, se dio cuenta de que su lucha interna no solo era un conflicto personal, sino también un espectáculo para el demonio que se alimentaba de su dolor.
La noche avanzaba, y el juego entre ellos apenas comenzaba.
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𝕰𝖓𝖋𝖊𝖗𝖒𝖊𝖉𝖆𝖉 || 𝕽𝖆𝖉𝖎𝖔𝖆𝖕𝖕𝖑𝖊
Fanfic𝔈𝔫 𝔩𝔞 𝔬𝔰𝔠𝔲𝔯𝔦𝔡𝔞𝔡 𝔡𝔢𝔩 𝔡𝔬𝔩𝔬𝔯, 𝔩𝔞 𝔢𝔰𝔭𝔢𝔯𝔞𝔫𝔷𝔞 𝔭𝔲𝔢𝔡𝔢 𝔰𝔲𝔯𝔤𝔦𝔯 𝔦𝔫𝔠𝔩𝔲𝔰𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔞𝔰 𝔰𝔬𝔪𝔟𝔯𝔞𝔰 𝔪á𝔰 𝔭𝔯𝔬𝔣𝔲𝔫𝔡𝔞𝔰.