El restaurante ABaC estaba lleno aquella noche. Las luces tenues y las lámparas brillantes creaban una atmósfera elegante y sofisticada. Las risas y murmullos de los comensales se mezclaban con el tintineo de copas y el aroma a los platos exquisitos que salían de la cocina.
Sin embargo, en un rincón apartado, en las mesas del final, dos hombres se mantenían al margen de la música y ambiente, con expresiones serias y una tensión palpable.
Tomás, un hombre de mediana edad con cabello gris que comenzaba a mostrar los signos del estrés, revisaba su reloj una y otra vez sin parar. La impaciencia lo consumía. Su mente estaba atrapada en un torbellino de preocupaciones, principalmente sobre el futuro de su empresa y la creciente amenaza que representaba la nueva competencia.
Frente a él, Andrés, un ejecutivo robusto y carismático, trataba de mantener la calma, aunque sus ojos reflejaban la misma inquietud.
— ¿Has visto las cifras de la nueva empresa? — preguntó el maño
— Están creciendo a un ritmo alarmante. En menos de un año, van a superarnos.— Andrés asintió, frunciendo el ceño.
— Sí, he estado siguiendo sus movimientos. Tienen una buena estrategia, un enfoque nuevo que está captando la atención del mercado. Si no hacemos algo pronto, podríamos perderlo todo.—
Tomás tomó un sorbo de vino, sintiendo cómo el líquido caliente bajaba por su garganta. La presión era inmensa. Había estado al mando de la empresa durante más de dos décadas, y el miedo a perder todo se apoderaba de él.
— Necesitamos una solución rápida. — continuó, apoyando ambas manos sobre la mesa. — No podemos dejar que la competencia nos desplace. Unir nuestras fuerzas es la única opción que tenemos— El vasco se quedó en silencio, sopesando las palabras de su amigo.
— Unión... Eso podría funcionar. Pero quizás deberíamos considerar una alianza más cercana. Necesitamos aprovechar nuestros recursos para hacer frente a la amenaza.—
Los dos hombres comenzaron a discutir varias estrategias, desde reforzar su estrategia hasta revisar sus productos, pero pronto Tomás se sintió inquieto. Sabía que había un aspecto crucial que no podían ignorar.
—Hay algo más que debemos considerar— dijo, bajando la voz, como si temiera que alguien pudiera oír. —No podemos simplemente fusionar nuestras empresas sin involucrar a nuestros herederos. Necesitamos unir a Juanjo y Martin.
Andrés lo miró, sorprendido.
— ¿Te refieres a que deben... casarse?——Exactamente— respondió Tomás, dejando caer la idea. —Unir a nuestros hijos en matrimonio podría consolidar nuestras empresas de manera más efectiva. La nueva competencia no solo amenaza nuestras compañías; también pone en peligro la reputación de nuestras familias. Si nuestros hijos están comprometidos, será más fácil presentar una imagen unida.—
Andrés se quedó pensativo, tratando de procesar la idea. —No puedo negar que es un movimiento audaz. Pero sabes que Juanjo y Martin no se llevan bien. La última vez que estuvieron en la misma habitación, casi se matan a golpes—
—Lo sé.— admitió Tomás, apretando los labios en señal de frustración.
—Pero es hora de que dejen de lado sus diferencias. Esta es una oportunidad para demostrar que pueden trabajar juntos por el bien de la familia y el negocio.—Mientras hablaban, el murmullo del restaurante se volvía más fuerte, como si el ambiente se resistiera a la seriedad de su conversación. La comida se servía con elegancia a los otros comensales, pero para el maño y el vasco, la cena era un mero telón de fondo. Cada plato que pasaba era un recordatorio de lo que había en juego.
—Y qué pasa si se niegan?— preguntó Andrés, con una expresión de preocupación en su rostro.
—Juanjo es terco. No creo que acepte esta idea con facilidad.——Eso es— respondió Tomás, con determinación en su voz. —pero si no actuamos ahora, podría ser demasiado tarde. Debemos hablar con ellos, presentarles la situación y hacerles entender que esto es por el bien de todos.—
Andrés suspiró, mirando a su amigo. —Brindemos por fusion, la union de la dos empresas mas importantes del sector sugirió, alzando su copa de vino.—