El día siguiente amaneció con una brisa fresca que entraba por las ventanas de la cabaña, llenando el espacio con un aire de nuevo comienzo.Juanjo y Martin, aún con el eco de las risas de la noche anterior resonando en sus mentes, decidieron que, tal vez, era hora de dejar atrás un poco de la tensión.
"Hoy, vamos a divertirnos," proclamó Martin mientras se preparaban para salir a explorar los alrededores.
La cabaña era hermosa, con su fachada de madera y vistas al mar que prometían un ambiente relajante. Sin embargo, para Juanjo, todo se sentía como una broma pesada. Mientras caminaban por la playa, Martin, siempre animado, comenzó a contar chistes y a hacer comentarios ingeniosos, intentando romper el hielo.
"Mira, ya que estamos aquí, ¿por qué no hacemos un concurso de castillos de arena? El perdedor se encarga de hacer la cama."Juanjo sonrió. La idea de competir le pareció divertida.
"Acepto el reto, no tienes oportunidad de ganarme" respondió, dispuesto a dejar de lado sus preocupaciones por un rato.
Después de un rato de diversión en la playa, encontraron un pequeño bar con música alegre y un ambiente festivo. "Esto es perfecto," dijo Martin, guiando a Juanjo hacia las mesas de madera desgastada. El lugar estaba lleno de parejas disfrutando del sol y las bebidas, y una energía vibrante parecía envolverlos.
"Vamos a pedir unos tragos y olvidarnos de todo por un rato." Juanjo se sintió tentado. A pesar de sus reservas iniciales, había algo liberador en la idea de simplemente dejarse llevar. Se sentaron en una mesa cerca de la barra, y Martin pidió dos cócteles tropicales. Mientras esperaban, el ambiente festivo los envolvió, y comenzaron a reírse de las anécdotas que compartían.
"¡Por nuestro matrimonio!" exclamó Martin, levantando su vaso. Juanjo se unió, chocando su vaso contra el de él.
A medida que el primer trago bajó, sintió que la alegría comenzaba a aflorar en su interior. La risa y las bromas fluyeron, cada vez más libres.
Con cada cubata, Juanjo se sintió más libre. Mientras Martin hablaba de su infancia y compartía historias absurdas, Juanjo no podía evitar reírse. La tensión que había sentido en la cabaña parecía desvanecerse.
"Oye, ¿te acuerdas de la vez que casi incendiaste la cocina haciendo un experimento en ciencias?" recordó Juanjo, y ambos estallaron en carcajadas. A medida que el sol comenzaba a ponerse, el bar se llenó de música animada y luces de colores. el vasco, con su energía contagiosa, comenzó a arrastrar a Juanjo hacia la pista de baile.
"Vamos, es nuestra luna de miel. ¡No podemos quedarnos sentados aquí!" Juanjo dudó al principio, pero finalmente se dejó llevar por el entusiasmo de Martin. Bailaron, riendo y disfrutando del momento. En medio de la música y la diversión, Juanjo se sintió más conectado con Martin de lo que había imaginado.
Cada movimiento y cada mirada eran como un baile en sí mismo, llenos de un entendimiento que iba más allá de las palabras. Después de un rato, regresaron a su mesa, respirando pesadamente por la risa y la actividad. Martin, siempre el provocador, miró a Juanjo con una expresión juguetona.
"Oye, ¿qué tal si hacemos una apuesta? El que pierda tiene que cantar una canción en la próxima ronda." Juanjo se rió, sintiendo que la locura de la noche lo envolvía.
"Trato hecho. Pero solo si puedo elegir la canción," respondió, con una sonrisa desafiante. Al poco tiempo, la camarera trajo dos shots de tequila, y ambos se prepararon para una ronda más.
"¡Por nosotros!" gritaron al unísono, y se los tomaron de un trago.Con cada bebida, la risa y la conexión entre ellos se intensificaron. La atmósfera se volvió más eléctrica, y Juanjo comenzó a perderse en la intensidad de las miradas de Martin. Fue entonces cuando, en un arrebato de valentía, Martin se inclinó hacia Juanjo y dijo,
"Deberíamos hacer algo loco. ¿Qué tal un beso? Somos maridos al fin y al cabo." Juanjo se sintió atrapado entre la sorpresa y la curiosidad.
"¿Un beso? ¿En serio?" se rió nerviosamente, pero había una chispa de emoción que lo empujaba hacia adelante. Sin pensarlo más, Martin se acercó, y en un instante que pareció detener el tiempo, sus labios se encontraron. Fue un beso intenso y lleno de risas , donde la música a su alrededor se desvaneció, y el mundo a su alrededor pareció desaparecer mientras se entregaban a ese momento inesperado.
Juanjo se sintió abrumado, pero también liberado, dejando atrás las preocupaciones y la presión que habían llevado.
Cuando se separaron, ambos miraron hacia el otro, sorprendidos pero felices. "Vaya, eso fue... " dijo Juanjo, sintiendo una mezcla de incredulidad y emoción."Estamos casados" murmuró Martin, su sonrisa iluminando su rostro.
La noche continuó, llena de risas y complicidad, mientras ambos se entregaban a la locura de la vida. Mientras regresaban a la cabaña, el aire estaba impregnado de un nuevo sentido de posibilidad.
"Tal vez deberíamos hacer esto más seguido," sugirió Martin, mientras caminaban por la arena descalzos. Juanjo, aún sorprendido por lo que había ocurrido, asintió lentamente.
"Tal vez, sí." Esa noche, al llegar a la cabaña, la tensión que había estado presente desde el principio comenzó a desvanecerse. Ambos se metieron en la cama, y aunque la incomodidad todavía flotaba en el aire, había un nuevo entendimiento entre ellos. Sin embargo, a medida que la noche avanzaba, Juanjo notó que Martin, aparentemente dormido, se iba acercando cada vez más a él, como si hubiera un imán entre ellos.