II

260 37 7
                                    

La luna de miel de Juanjo y Martin comenzó de una manera que parecía un guion de comedia barata. Desde el momento en que llegaron a la cabaña de playa que sus padres habían elegido para ellos, se dieron cuenta de que el entorno idílico era, de hecho, una trampa. 

La cabaña, con su aire fresco y vistas al mar, prometía relajación, pero para Juanjo solo era un recordatorio de la situación absurda en la que se encontraba.

Al entrar, la luz del sol se filtraba por las amplias ventanas, iluminando un interior acogedor pero engañosamente perfecto. Martin se movió con curiosidad, inspeccionando la cocina y comentando sobre lo bien equipada que estaba. "Mira, hasta tiene una licuadora. ¿Crees que podriamos hacer un cóctel para celebrar?" preguntó con una sonrisa burlona.

Juanjo, sintiendo el peso de la situación, simplemente se encogió de hombros. "No" respondió.

Mientras recorrían la casa, Juanjo notó que Martin se movía con un aire de confianza, casi como si estuviera disfrutando de la incomodidad. Cuando abrieron la puerta de la habitación principal, una sensación de pánico lo invadió. Allí estaba: una cama grande, amplia y sola. "¿Solo hay una cama?" exclamó, incredulidad en su tono.

Martin se giró hacia él, con una sonrisa que no presagiaba nada bueno. "Bueno, ¿qué esperabas? Es una luna de miel, después de todo. Podría ser peor, ¿no crees?" Su tono juguetón solo aumentó la tensión en el aire.

"Esto es ridículo," murmuró Juanjo mientras miraba la cama, su mente tratando de encontrar una solución a la incomodidad que lo acechaba. "No tengo intención de compartirla contigo, duermo en el suelo"

"¿Por qué? Ya somos maridos esta permitido" dijo Martin con un guiño, disfrutando de la situación. Juanjo sintió cómo se le erizaba la piel ante el tono burlón de Martin.

"Eso no significa que tengamos que actuar como tal. Solo hay una cama, pero eso no implica que tengamos que hacer esto más incómodo de lo que ya es," replicó Juanjo, intentando mantener su compostura.

"Está bien, está bien," dijo Martin, levantando las manos en señal de rendición. "Pero sería más fácil si simplemente nos llevamos bien. ¿Qué tal si, por un momento, lo vemos como una  broma que nos hacen nuestros padres?"

Aun así, la tensión era palpable. Juanjo decidió que necesitaba un momento a solas para procesar todo. "Voy a cambiarme," anunció, dirigiéndose a la cama, "y te sugiero que te gires."

Martin soltó una risa burlona. "Claro, como si eso fuera a resolver algo. Pero está bien, me daré la vuelta. No quiero ser un mal marido" Juanjo, al escuchar esa palabra, sintió una mezcla de rabia y confusión. ¿Desde cuándo era eso lo que eran, realmente?

Cuando finalmente se cambió, la incomodidad seguía pesando sobre él. Salió de su cuarto, sintiéndose más vulnerable que nunca. Martin ya estaba en la cama, y a pesar de la tensión, se podía notar un atisbo de diversión en su expresión.

Al final del día, Juanjo se encontró atrapado entre la risa nerviosa y la frustración. Ambos se metieron en la cama, cada uno en un extremo, evitando el contacto a toda costa. Pero, a medida que la noche avanzaba, Juanjo notó que Martin, aparentemente dormido, se iba acercando cada vez más a él. Cada vez que Juanjo intentaba moverse, Martin lo seguía como si tuviera un imán.

"¿En serio?" pensó Juanjo mientras trataba de encontrar un poco de espacio. "¿Esto es lo que se siente ser un marido?" Finalmente, no pudo evitar reírse por lo absurdo de la situación. La idea de que sus familias habían creado todo este enredo para salvar la empresa era simplemente ridícula.

Mientras la noche avanzaba, Juanjo se encontraba pensando en lo extraño de su nueva realidad. A pesar de todo, había una chispa de curiosidad que no podía ignorar. Martin, con su comportamiento despreocupado y comentarios sarcásticos, estaba abriendo una puerta que él no sabía si quería cruzar. 

fusionWhere stories live. Discover now