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El día de la boda amaneció soleadoo, pero dentro de Juanjo todo era confusión y ansiedad. Se miraba en el espejo, tratando de ajustar su corbata, pero su mente estaba en otro lugar, recordando cómo había llegado a este momento tan surrealista. La ceremonia estaba programada para esa tarde, y aunque las risas y el bullicio del hotel lo rodeaban, su corazón latía con fuerza por la mezcla de nervios y emociones que lo atormentaban.

El recuerdo de la reunión con sus padres lo golpeó como un destello. El maño había estado en su habitación cuando Tomás y Andrés, ambos con expresiones serias, los habían convocado. En ese instante, el chico había sentido una presión que nunca antes había experimentado. "Chicos, tenemos que hablar," había dicho su padre, y la forma en que lo había pronunciado le había hecho pensar que nada bueno podría venir de eso.

Cuando el hombre había mencionado la idea de una fusión, Juanjo se había quedado paralizado. Su mente había entrado en un torbellino de pensamientos. "¿Fusión? ¿Y eso qué significa para mí?" Aún no podía creer que sus padres creyeran que unirse a Martin, su eterno rival, era la solución a sus problemas. Y si eso no fuera suficiente, la idea de comprometerse en matrimonio con él le parecía una broma.

"¡No quiero casarme con él!" había gritado, su voz resonando en la sala. La indignación y la frustración lo consumían. Se había vuelto hacia el vasco, que parecía tan sorprendido como él. La mirada de desprecio entre ellos era instantánea, como siempre. Habían sido rivales desde que tenían memoria, compitiendo en todo, desde las notas, hasta los deportes. La idea de unir sus vidas de esa manera le parecía absurda.

"No tiene sentido," había respondido Martin, su voz cargada de sarcasmo. "¿Por qué tendría que atarme a ti? Ya tenemos suficiente con vernos las caras en la universidad cada dia." Juanjo sintió cómo la rabia aumentaba en su pecho. La tensión se hacía más palpable, y ambos estaban listos para estallar.

El padre del vasco había tratado de calmar la situación. "Esto es serio. No se trata solo de vosotros, sino de nuestras familias. Necesitamos esta fusión para sobrevivir en un mercado cada vez más difícil." Pero Juanjo no podía escuchar. La única cosa que resonaba en su mente era el eco de sus propias dudas y temores.

En ese instante, el maño había pensado en Ruslana. La relación había comenzado cuando ambos eran unos niños. Se amaban y a idea de que su futuro estuviera ahora vinculado a otra persona solo le daba más rabia.

"¿Y qué pasará con mi novia?" había preguntado, sintiendo que una parte de su corazón se quebraba. Ella era su confidente, su apoyo, la persona con la que soñaba construir su futuro. La idea de casarse con el vasco significaba perder todo lo que había querido construir con ella. En su mente, las imágenes de su chica sonriendo, de los planes que habían hecho juntos, de los nombres de sus fututos hijos... llenaron su corazón de lagrimas.

La reunión había terminado en un punto muerto. Los hombres, visiblemente frustrados, habían dejado a sus hijos con la tarea de reflexionar. "No se puede tomar una decisión así de la noche a la mañana," había insistido Martin. Ambos sabían que estaban atrapados, pero nadie quería ceder. Sin embargo, con el paso de los días, la presión había aumentado, y Juanjo había comenzado a sentir que tenía que ceder, no por su voluntad, sino por el peso que llevaban sobre sus hombros.

Ahora, mientras se preparaba para la boda, el recuerdo de su última conversación con Ruslana lo atormentaba. Ella había estado furiosa al enterarse de lo que sus padres estaban planeando. "¿Así que vas a casarte con él?" había exclamado, su voz cargada de incredulidad y rabia. "¡Juanjo, no puedes dejar que esto suceda! ¡Que pasa conmigo! Sabes que te amo y que esto no tiene sentido."

"¡No quiero hacerlo! Pero no tengo opción. Mis padres están desesperados," había respondido él, sintiendo que su corazón se partía. La última vez que se habían visto, Ruslana le había dicho que lo dejara todo. "Si te casas con Martin, no puedo seguir contigo. No puedo ser parte de esto." Y sus palabras lo habían perseguido desde entonces.

El día de la boda se sentía como una farsa, y Juanjo no sabía cómo salir de ella. Mirándose en el espejo, se dio cuenta de que el reflejo que veía era de alguien que había perdido el control de su vida. Con cada paso hacia el altar, la presión aumentaba.

Al llegar a la ceremonia, el bullicio de la celebración lo rodeaba. Amigos y familiares reían, pero él se sentía como un extraño, atrapado en una historia que no era la suya. Mientras esperaba a que Martin llegara, su mente se llenó de pensamientos. "¿Qué pasaría si realmente intento conocer darle una oportunidad a Martin?  Pero la idea de tener que traicionar a Ruslana lo llenaba de angustia.

Cuando finalmente se alineó junto a su prometido, el corazón le latía con fuerza. La ceremonia comenzó, y las palabras del oficiante resonaban en el aire. Cada promesa que escuchaba le hacía sentir que se estaba alejando más de su vida anterior. El dolor de la pérdida de Ruslana lo ahogaba, y la idea de comprometerse a una vida con Martin lo llenaba de incertidumbre.

"Esto es real," se dijo a sí mismo, intentando encontrar su centro mientras el oficiante leía las promesas de amor y fidelidad. 

Cuando llegó el momento de decir "sí, acepto," Juanjo sintió que estaba en una atrapado en una pesadilla. La voz de su padre resonó en su mente, recordándole que este matrimonio no era solo un acuerdo entre ellos, sino un intento desesperado de salvar la empresa, su futuro. Pero, al mismo tiempo, la imagen de su chica apareció en su mente, recordándole lo que realmente quería.

Finalmente, entre la confusión y la tristeza, Juanjo se sintió empujado a ceder. "Sí, acepto," dijo, sintiendo cómo esas palabras lo liberaban, pero a la vez lo ataban a una nueva vida. Mientras la multitud estallaba en aplausos, sintió una mezcla de alivio y angustia.

El oficiante, percibiendo la tensión, les pidió que se acercaran un poco más. "Ahora, pueden sellar su compromiso con un beso," dijo, como si fuera un mero trámite. Juanjo sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor. La idea de besar a Martin, el chico que había sido su enemigo durante tanto tiempo, era surrealista.

Se acercaron el uno al otro, las miradas llenas de resistencia, como si cada uno estuviera esperando que el otro diera el primer paso. Con una mezcla de rabia y resignación, Juanjo cerró los ojos y, sin pensarlo demasiado, se inclinó hacia adelante. Sus labios se encontraron de manera torpe y forzada, pero en el instante en que sus bocas se tocaron, algo inesperado sucedió.

Fue un roce breve, un momento de conexión que, a pesar de su enemistad, trajo consigo una oleada de emociones. Juanjo sintió un escalofrío recorrer su cuerpo; era extraño y confuso, como si todo lo que había sentido antes se desvaneciera. En medio de la multitud, el roce de sus labios era un símbolo de lo que significaba el compromiso, aunque ambos desearan que no fuera así.

Cuando finalmente se separaron, ambos se miraron, con el rostro lleno de incredulidad. Las risas y los aplausos de los invitados parecían lejanos, como si estuvieran atrapados en su propio mundo. La tensión se transformó en algo diferente, algo que ninguno de los dos podía identificar.

fusionWhere stories live. Discover now