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Dos de la mañana, sonó mi teléfono, eras tú. Había ignorado tus mensajes tdo el día, no me apetecía responderte, sabía que eso no era lo correcto pero lo hice. Pasé dos horas pregúntame por qué lo hacía y por qué esperaba que mi teléfono sonara cuando claramente no lo haría. No lo haría, no sonaría porque en él solo había mensajes tuyos que no recibieron respuesta alguna. Dos de la mañana y mi teléfono sonó, eras tú. Un mensaje, pensé, ¿debo responder?; dos mensajes, No! no quiero hacerlo, no quiero responder; tres mensajes, ¿Por qué? La bandeja de notificaciones marcaba "reciente" y a lado los minutos aumentaban, las células de mi cerebro seguían en debate ¿Responder o no? mientras mi pecho trataba de calmarse ante las semejantes emociones que experimentaba.

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