Nos encontrábamos arriba del avión, esperando que el vuelo despegará. Nos mudábamos de la costa este de California a Londres Inglaterra, porque a mamá la promovieron en su trabajo.
Mientras nos dirigíamos al aeropuerto, veía con detenimiento el paisaje costero que me vio crecer por más de diez años, guardando en mi memoria cada detalle.
El calor que se sentía antes de abordar el vuelo, fue reemplazado por el aire acondicionado del avión.
Cómo toda adolescente, saqué mi móvil de mi mochila que colgaba sobre un hombro, lo cogí y mientras buscaba la lista de canciones para viaje, conecté mis audífonos, reproduciendo la primera canción de la banda BTS del momento, «Los Yenis».
El ser fan army se lo debo a mi mejor amiga Steph. Después de que me mudará de Manhattan a California en segundo grado, y al ser una niña tímida, el patito feo de la clase, ella fue la única quien me acogió, pasando múltiples aventuras; desde las más graciosas a las más terroríficas.
Mi mamá se encontraba a mi lado, leyendo una revista, de esas que te dejan en los asientos del avión. Mientras despegaba el vuelo, saqué mi libro de romance cliché.
Anhelaba un novio de ensueño, como el de las novelas románticas, que el chico malo de la escuela se enamora de la chica tímida, de la manera mas tierna.
Estaba tan sumisa en mis pensamientos que, la bocina del piloto se oyó en todo el avión.
—El vuelo 713 con destino a Londres está a punto de despegar —informó el piloto —. Así que es necesario que se abrochen el cinturón de seguridad.
De inmediato acate las indicación del piloto, cogí el cinturón y lo abroche. Acto seguido cerré mis ojos para después coger de la mano a mi mamá.
Los aviones siempre me han dado miedo. A pesar de que existe la posibilidad del 1% de tener un accidente aéreo, eso no disminuía mi miedo por ellos.
Mi madre al sentir mi mano entrelazarse con la suya, me miró a los ojos. Esa mirada llena de amor, me dio paz y tranquilidad, ya que sabía que ella era la única persona en todo el mundo que no me abandonaría.
Al cabo de varios minutos, las azafatas nos indicaron que ya nos podíamos desabrochar los cinturones. Para este momento, mi mamá ya estaba dormitando y no la culpo.
Cogí una sábana para viajes y la tape. Yo, por mi parte, cogí mi tableta de mi mochila, y empecé a dibujar mis propias versiones de dragones, híbridos de elfos y ninfas.
No sé cuánto tiempo había pasado desde que el piloto anunció la salida del avión en el aeropuerto californiano, cuando empecé a sentir sueño. Aún con mis audífonos puestos, cerré la app y cogiendo un cojín me quedé dormida.
Los primeros rayos del sol entraron por la ventanilla, obligándome a despertar. En mi móvil observé que eran las seis de la mañana con quince minutos, horario atlántico.
Sacando la conversión horaria, decidí llamar a Stephanie, mi mejor amiga de la infancia. Mientras contestaba, una azafata de un cuerpo envidiable, que su traje apretado remarcaba cada curva en su cintura, pasó ofreciendo bocadillos matutinos.
En cuanto a mis oídos llegó el nombre de los dulces snack, acompañados de una taza de café americano o jugo de durazno, las tripas en mi estómago comenzaron a chillar. Hace varias horas que no he comido nada.
Steph no me contestaba, así que deje de insistir. Habían pasado veinte minutos desde que me levanté, cuando, por el altoparlante, el piloto avisó que estábamos a punto de pisar suelo inglés.
Suspiré pesado, desmoronándose cada uno de mis sueños, que tenia días atrás. El avión aterrizó tal y como el piloto avisó. Sin muchos ánimos, recogí mi maleta de la cinta transportadora y con pasos errantes caminamos hacia la salida.
—Mía, ¿Qué tienes? Te he notado un poco distraída desde que salimos de California —indagó mi madre preocupada.
—Nada —respondí encogiéndome de hombros —. Solo quiero descansar.
Yo sabía que no podía ocultar por mucho tiempo mi desagrado por mudarnos, pero si había una cosa que amaba de ella, era que a pesar de que supiera que no la pasaba bien, siempre me daba mi espacio, y está vez no sería la excepción.
Esbozandonos una sonrisa, nos subimos a un taxi. En el transcurso del aeropuerto a nuestro hogar, decidí grabar con mi móvil cada uno de los hermosos paisajes que tiene Londres.
Por fin de varias horas de tortura, llegamos a nuestra nueva casa. La observé desde el pórtico y era mucha más grande que mi antigua casa.
Antes de entrar a mi casa, noté que enfrente de ella estaba un chico rubio, un metro ochenta, sin camisa, ya que se le podían ver perfectamente los cuadros en su estómago.
Los rayos del sol del mediodía, lustraban su piel blanca, haciéndolo ver cómo todo un dios.
—¡Mierda! Que chico más guapo —dije para mí misma.
‹‹Mia contrólate›› decía mi subconsciente.
—Es que Inglaterra no tiene chicos menos guapo —me regañé.
‹‹Mía, contrólate›› respondió mi subconsciente en tono firme.
Observaba cada contorno de su atlético cuerpo, mientras lavaba su coche, un Porsche 2015.
—¡Joder! Es el chico más guapo que he visto en toda mi vida —susurré.
‹‹Estoy de acuerdo contigo Mía. Pero, en California todos los chicos son feos›› informó mi subconsciente.
Estaba tan ensimismada que, no escuchaba que mi madre me estaba llamando para comer y como no le hacía caso, salió a ver qué estaba haciendo.
—Es un chico guapo ¿No lo crees? —comentó mi madre, llamando mi atención —. Mia, ¿por qué no vas y te presentas?
El que mi mamá me haya pillado como una gilipolla con ese chico, provocó que mis mejillas se enrojecieran por el rubor.
—Mamá ¿Cómo crees que voy a hacer eso? —respondí aún con el rubor —. Creerá que lo estoy acosando.Ante mi comentario, mamá solo movió la cabeza de un lado a otro, mientras me decía que la comida ya estaba servida. Antes de entrar, eche otro vistazo al chico, suspiré y entre a la casa.
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Un badboy para una nerd
Teen FictionMia Thompson es la típica chica nerd que ha estado enamorada en secreto del capitán del equipo de fútbol, Tyler. Sin embargo, Tyler no la ha notado. Julian Blackwood, el típico badboy de la escuela, tiene la reputación de conquistar a todas las chic...