Capítulo V

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Genial.

Se quedaría.

Yo terminaría por morir de un ataque justo en este momento.

- Veo que no te gustó mucho la noticia...-dijo mirándome fijamente.

Las manos me sudaban, no sabía lo que él me producía. Y podía jurar que si lo supiera se reiría de mi, demasiado.

- Te juro que no irrumpiré a mitad de la noche tratando de matarte. -rió.

Su risa resonaba en mis oídos sólo acelerando mi ritmo cardíaco.

- Pero si quieres puedo irme... -dijo dramáticamente- Y enfrentarme a esos paparazzi que me están esperando ansiosos como leones a un filete recién hecho...

Se tomó la frente fingiendo desmayarse, yo rodé los ojos con una sonrisa nerviosa plasmada en mi cara. Me sentía estúpidamente halagada.

Reí un poco: - Basta Leonardo Di Caprio. -una pausa, suspiré resignada- Puedes quedarte.

Abrió los ojos y sonrió. Su maldita sonrisa me dejaba deshecha, todo en él era perfecto.

Quince minutos después estábamos tratando de hacer una pizza en la cocina de mi recién estrenado apartamento, pero no estaba saliendo como esperábamos.

- ¿Sabes qué? -me miró.

Yo tenía harina en el pelo y en la cara, juraba que me veía tremendamente horrible, pero no importaba, la masa no quedaba suave ni estirable. En estos momentos quería haber estudiado gastronomía.

- Llamaré a la pizzería más cercana, nena. -me puso el mechón que caía por mi cara en detrás de la oreja y quitó mis manos de la masa.

- No sirvo para ésto. -concluí.

- Tal vez eres mejor en otras cosas. -me puso delante de él.

Yo era una cabeza más pequeña así que tenía que levantar la cabeza para mirarlo.
Tomó mi cara en sus manos y me miró a los ojos. Casi podía sentir el verde y el azul de nuestros ojos mezclarse en el aire de una manera indescriptible.

Sus manos eran cálidas y sentía el toque reconocible, algo me decía que de ésta forma todo estaba bien, que de ésta forma todo lo malo se borraría. Y justo en ese momento, en el momento en que casi juntaba nuestros labios su teléfono sonó...

- Carajo- masculló en voz baja y me soltó.

Miró la pantalla de su teléfono, suspiró exasperado y rodó los ojos, acto seguido contesto.

- Hale- el tono de su voz lo decía todo- ¿Qué?

Salí de la cocina para dirigirme a la sala y buscar en la guía telefónica una buena pizzería.
Sin lugar a dudas estaba celosa de Lucy, es decir, era bonita, famosa y por lo que todos decían, inteligente... ¿Por qué no quedarse con ella en lugar de mí? ¿Por qué estaba pensando en ésto?

Kendall era el tipo de hombre que cualquier mujer desearía a su lado, incluso si se tratase de unos cuantos segundos. Él era el tipo de hombre que estaba en tus sueños, en cualquiera de ellos.

Apareció por la puerta mientras yo ya llamaba a la pizzería, y él decidió jugar un poco con mis sentimientos.
Se quitó la playera que traía dejando su torso descubierto, haciendo que inmediatamente yo balbuceara la orden, tomó una de mis manos e hizo que la pusiera en su pecho, por encima de uno de sus pezones.

Maldita sea, la sensación era tan buena que ni siquiera me importaba la comida en esos momentos, podía sentir los latidos de su corazón escosiendo la palma de mi mano.
E incluso cuando terminé de pedir la orden, él no se movió, me miraba a los ojos con expresión dulce y tierna, casi con amor.

Querido Futuro Esposo |Kendall Schmidt|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora