CAPÍTULO 3

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Cargó a Suguru hasta la habitación, la cual había pedido a la mucama organizar tal y como recordaba la antigua recámara de Suguru, sábanas de algodón en color crema, almohadas de plumas de ganzo, cortinas de doble forro para controlar el ingreso de la luz durante el día, inciensos de naranja por la mañana y de lavanda por la noche. Todo había sido perfectamente condicionado para la comodidad de Suguru, a pesar de todo lo sucedido debía admitir que seguía teniendo presente todos aquellos detalles que el azbache amaba.

El aroma a lavanda rápidamente se coló por las fosas nasales de Suguru, causando una grata sonrisa. Durante el breve trayecto de la terraza a la habitación, no había parado de repartir besos en el cuello de Satoru, quien recorría el cuerpo ajeno sin vergüenza alguna detallando cada fina curva de quién fue suyo durante infinitas noches. Al llegar a la gran cama matrimonial, Satoru depositó a Suguru con sumo cuidado, la luz de la luna se filtraba con más suavidad que en la estancia gracias a las cortinas. La imagen proyectada era angelical, las hebras desordenadas le daban un toque salvaje, su delicada y amorosa sonrisa era erotismo puro, ese último incentivo que necesitaba para decidir al fin a perderse en el calor del momento.

— Lo recordaste todo. — Suguru sonreía al ver el detalle en cada arreglo de la habitación.

— Eras increíblemente molesto con esas cosas, es normal que no las haya olvidado. — se excusó mientras desabotonaba su camisa.

— Mira quién lo dice. — rió un tanto tímido. — El señor que necesita tener una reserva enorme de dulces como si fuese un niño. — aquellos orbes violeta admiraban la sensualidad con la que las manos del albino se movían para deshacerse de su camisa. De mordía el labio inferior mientras admiraba el espectáculo ante sus ojos.

Satoru rió al ver qué Suguru también recordaba aquellas cosas. Aunque no se deshizo de la prenda superior por completo, si dejó a la vista su bien trabajado cuerpo, no era un modelo, pero sin duda alguna nadie dudaría ni un segundo al contratarlo con semejante físico y belleza.

Suguru abrió sus piernas en una descarada invitación para que Satoru se hundiera en ellas y poder así fundir sus cuerpos en uno solo.

— Mierda. — susurró el albino al ver aquella imagen.

— Ese vocabulario. — levantó una de sus manos y con su dedo índice le indicó que se acercara.

— Vas a lamentar eso, Suguru. — gruño mientras se relamia los labios.

Satoru gateó sobre la cama hasta acomodarse entre las piernas de Suguru, que se cerraron alrededor de la cadera del más alto.

El descaro con el que Suguru se comportaba en esa situación era toda una novedad para Satoru, pues en sus años como pareja le recordaba mucho más tímido y adorable, pero ahora era un maldito capaz de ponerlo caliente con un par de movimientos que ni en sus mejores sueños imaginó. Alcohol o no, todo en Suguru era increíblemente sensual.

Los largos y delgados dedos del albino se enredaron en las largas y negra hebras de Suguru, y con un suave tirón obligó a este a inclinar su cabeza hacia atrás dejando expuesto su cuello. Los gemidos causados por el roce de ambas erecciones sacaba sonoros gemidos del más bajo, quien movía su cadera buscando presionar ambas miembros con más fuerza entre ambos torsos.

— Ah. Maldita sea, cógeme de una vez. — suplicó Suguru mientras su cuerpo sufría un espasmo producto del orgasmo que estaba teniendo.

— ¿Tanto me extrañaste? — después de unos cuantos roces el peli blanco también había alcanzado el orgasmo. — Ugh... Si me lo pides de buena manera, prometo cogerte hasta que se te olvidé caminar. Sabes cómo me gusta. — Satoru descendió al pecho de Suguru y atrapó uno de sus pezones entre sus dientes jugando con este como si fuese un caramelo.

AST - SUPERMODELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora