Capítulo 1

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Siente que se estaba ahogando. La respiración se le entrecorta, su vista nunca fue la mejor, pero, por una vez, deseó que no fallara tanto.

Era verano. El sol se filtraba por la ventana del compartimento, era molesto. La túnica del uniforme no ayudaba mucho, aunque era mejor que las ropas que suele usar. Suspiró, y pensar que hasta hace unos meses daba por asegurado ser acompañado por una valiente pelirroja.

Supo que pasaría tarde o temprano. Era el destino de los Slytherin estar enemistados con los Gryffindor y viceversa. Ese era el cuento que les contaban a los leones y serpientes desde que fueron seleccionados.

"Los Slytherin son magos oscuros y puristas de la sangre. Son los malos de la historia."

"Los Gryffindor son estúpidos. Piensan que salvar a alguien te hace mejor, te hace un héroe."

Le gustaba torturarse, así que abrió el colgante en su cuello. Una foto desgastada con el tiempo que mostraba a dos niños en el césped. La niña llevaba un lindo vestido morado y flores a lo largo de su cabello trenzado. El niño llevaba una camisa demasiado grande con algunos agujeros, los pantalones no eran mejores. Al contrario que las fotografías mágicas, esta no se movía. Pero por los oídos de Severus resonaban las risas de los niños.

El paisaje pasaba frente a él en una ventisca. Todo era su culpa. Las palabras salieron de su boca sin pensar. No quería decirle eso. Ella era diferente a los demás. Ella era especial.

"No necesito ayuda de una sangre sucia"

¿Quién se creía para hablarle así a la bruja más brillante de su época? Quiso disculparse. Decirle a Lily que no importa su estatus de sangre, él la seguiría amando igual.

"¿De qué sirven tus disculpas si tratas igual a gente como yo?"

Ella no es como los demás. Esos sangres sucias solo eran personas que se creían dueñas del mundo por tener un poco de magia. Llegaban cambiar sus sagradas tradiciones juzgándolas de "anticuadas". La navidad era un claro ejemplo.

No entendía porque Lily los defendía tanto. Eran completamente diferentes a los ojos de Severus.

Pero no a los de Lily.

Su amiga de intercambio ya se lo dijo. Tenía que cambiar si quería que Lily regresara. Aunque seguía sin saber exactamente que cambiar.

Cerró sus ojos un momento. Estaba practicando un nuevo tipo de magia que vio en uno de los libros de Black. Oclumancia. El arte de traer barreras a la mente contra la legeremancia. De esa forma nadie nunca sabría lo que pensaba o sentía.

Le costaba un poco de trabajo, pero nada que la práctica no pudiera lograr.

El mundo se desvaneció a su alrededor. El paisaje, los andenes, los gritos del primer año, el calor del sol. Todo desapareció.

Se encontraba en un limbo. Cintas parecidas a las de las películas se deslizaban proyectando su propia vida. Sintió la magia, la preciosa magia, atravesando cada punto, cada parte su ser. Tomó sus recuerdos de la infancia. Esos en los que lloraba en un rincón mientras Tobías golpeaba a su madre y los enrolló en una caja. Era débil, el más ligero encanto de legeremancia la abriría sin esfuerzo. Pero era algo.

Intentó ponerle candado a la caja, su núcleo se estaba esforzando. Casi estaba por cerrarlo cuando fue empujado hacia atrás. La cabeza le empezó a doler.

— Oh, lo siento ¿Estabas practicando?

Evan Rosier le sonrió mientras se sentaba al frente sin preguntar.

— No, estaba pensando en nuevos sujetos de prueba para practicar Sectusempra ¿Te gustaría ser voluntario, Rosier?

El chico tragó saliva con pesadez. Sabía que Snape no lo mataría. Pero no por moral, sino porque estar en Azkaban no estaba en sus planes.

¿Y sí...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora