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Los días siguientes al cine fueron extraños

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Los días siguientes al cine fueron extraños. A pesar de haber tenido esa “liberación” en el baño, no podía sacudirme la sensación de incomodidad cuando estaba cerca de Itadori.

Cada vez que lo miraba, el recuerdo de aquel sueño —y de lo que había hecho en el baño— volvía a mi mente como una sombra persistente. Me sentía sucio, no solo por lo que había hecho, sino por no poder controlar mis pensamientos.

Pero lo más frustrante era que, a pesar de todo, no podía alejarme de él. Itadori seguía siendo la misma persona alegre y despreocupada que siempre había sido, completamente ajeno a mi conflicto interno. De alguna forma, estar cerca de él me proporcionaba un extraño tipo de paz, aunque también me generaba caos.

Con el paso de los días, Itadori no dejó de invitarme a hacer cosas juntos. Al principio, trataba de evitarlo, poniendo excusas o apartándome, pero su insistencia, su calidez, era inquebrantable. Y lentamente, casi sin darme cuenta, empecé a aceptar sus propuestas. Caminábamos después de clase, nos quedábamos charlando en la academia, e incluso algunas veces nos encontrábamos en la cafetería para comer juntos.

Una tarde, mientras caminábamos por un parque cercano a la escuela, se detuvo de repente y me miró con una sonrisa genuina.

—Oye, Fushiguro, he estado pensando… —comenzó, rascándose la cabeza—A veces siento que te estoy molestando, pero aún así sigues viniendo conmigo. Me da curiosidad, ¿por qué?—

Su pregunta me tomó por sorpresa. No lo había visto venir, y me quedé paralizado por unos segundos, sin saber qué responder.

—No lo sé —respondí finalmente, mirando hacia el suelo—. Supongo que… no es tan malo pasar tiempo contigo—.

Itadori rió suavemente, y sentí cómo mi pecho se apretaba con esa risa. No entendía por qué me afectaba tanto.

—Sabes, eso es lo más parecido a un cumplido que te he oído decirme —comentó en tono de broma, pero sus ojos mostraban un brillo cálido.

Me quedé en silencio, sin saber qué más decir. A pesar de que había empezado a sentirme más cómodo a su lado, la incomodidad de mi situación interna seguía presente, latente, como un volcán a punto de estallar. Había algo en él, en la forma en que se comportaba conmigo, que me hacía cuestionar mis propios sentimientos y deseos.

[...]

Unos días después, Itadori decidió que sería una buena idea invitarme a un arcade juntos. Me lo propuso con su entusiasmo habitual, y aunque al principio pensé en negarme, algo dentro de mí me impulsó a aceptar.

Nos dirigimos a él arcade saliendo de la academia, y pronto comenzamos con unos juegos sencillos. Sin embargo, la cercanía física, los roces ocasionales mientras jugabamos, solo aumentaban mi ansiedad interna. Cada vez que Itadori me tocaba, aunque fuera por accidente, sentía un escalofrío recorriéndome la columna. A pesar de ello, traté de mantener la calma, de no mostrar nada en mi rostro.

Kokoro no Kareshi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora