capítulo 3: Protegerla

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Narra Juliana

Llegué a la universidad más temprano de lo habitual, todavía con el cielo apenas aclarando. Tenía muchas cosas en la mente y, siendo honesta, no pude dormir bien pensando en Valentina. La imagen de su rostro cansado y su actitud apagada del día anterior seguía rondándome. Decidí que aprovecharía la mañana para ponerme al día con algunas correcciones antes de que comenzaran mis clases.

Mientras caminaba por los pasillos, vi llegar a Valentina. No parecía haberme visto, así que me detuve un momento y la observé. Llevaba su mochila colgada al hombro, el cabello suelto y un gesto serio en el rostro. Aunque trataba de aparentar normalidad, sus movimientos la delataban; estaba cansada, distraída. Algo definitivamente no estaba bien, y yo no podía ignorarlo.

Avancé hacia mi primera clase del día, pero la inquietud no se me iba. En cuanto acabó, tuve quince minutos para descansar antes de dirigirme al salón donde daría Historia. Me senté en una de las bancas del pasillo, sacando mi pequeña bolsa de galletas y comenzando a comerlas para recargar un poco de energía.

Con cinco minutos de anticipación, llegué al salón y me sorprendió ver a Valentina ya sentada en su lugar. No había nadie más aún, así que aproveché el momento. Me acerqué y le hablé desde mi escritorio.

—¿No le enseñaron a saludar, señorita Carvajal? —dije, con una sonrisa ligera para intentar aligerar el ambiente.

Ella levantó la vista rápidamente, sorprendida por mi comentario.

—No quería interrumpir... ¿Cómo está? —me respondió con voz suave.

—Yo estoy bien, feliz de verte —contesté con sinceridad, dejándome llevar por el alivio de verla en clase después de que faltara el día anterior—. Ayer te perdiste una gran clase. ¿Puedo saber por qué no viniste?

Noté cómo su expresión se endurecía un poco ante mi pregunta, como si no quisiera darme una respuesta directa.

—Es... complicado —fue todo lo que dijo, y yo no pude evitar fruncir el ceño, intrigada. Me levanté de mi escritorio y comencé a acercarme a ella. Mientras subía cada escalón, podía ver cómo Valentina parecía ponerse más nerviosa; su respiración se aceleró, y sus ojos me siguieron atentos.

—¿Qué tan complicada debe ser la vida de una señorita de...? —me detuve, esperando que ella completara la frase.

—Veintiuno —me respondió rápidamente.

—¿De veintiún años? —repetí, tratando de imaginar qué podría estarle afectando tanto a su edad. Sentí la urgencia de ofrecerle mi apoyo, pero sabía que debía ser cuidadosa.

—Me encantaría contarle, pero como usted dijo... no es ético, y no me gustaría aburrirla con mis cosas —dijo, y justo en ese momento, la puerta del salón se abrió y comenzaron a entrar otros estudiantes. Entre ellos, Azul, siempre con su energía contagiosa.

—Licenciada, buenos días. Oiga, ¿podría dejarnos más tiempo para entregar la tarea? —pidió Azul con su típico tono desenfadado, mientras se acercaba a Valentina y le dejaba un beso en la mejilla. Vi cómo Valentina cerró los ojos unos segundos ante el gesto, como si necesitara esa muestra de afecto.

Yo la miré, sintiendo una mezcla de ternura y preocupación. Azul siempre tenía una manera de romper el hielo en los momentos más tensos, aunque no estuviera al tanto de lo que realmente ocurría.

—Considero que el plazo que les di es adecuado... —empecé a responder, pero Valentina me interrumpió.

—¿Qué tarea? —preguntó, claramente sorprendida, y noté la confusión en su expresión. Aquello confirmó mis sospechas: Valentina no estaba al tanto de lo que había pasado el día anterior. Sus pensamientos debían estar en otro lado.

Yo Te Quiero (Les) Juliantina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora