Narra Juliana
En medio del bullicio, vi a Valentina sentarse, y me acerqué a ella. Había algo en su mirada, una mezcla de tristeza y alivio. Me senté a su lado, como le había prometido, sintiendo que mi presencia podía ofrecerle algo de consuelo esta noche.
—¿Cómo se llama la obra? —me preguntó en un susurro, inclinándose hacia mí.
—La vida es sueño —respondí en el mismo tono, sin dejar de mirar el escenario.
El teatro se sumió en silencio cuando comenzó la representación. Había algo especial en ese momento, un aire cargado de expectativa. Sin pensarlo demasiado, me acerqué hasta apoyarme en su hombro. Esperaba que se apartara o me mirara extrañada, pero no lo hizo. Al contrario, se quedó quieta, dejando que me acomodara. Su aceptación me trajo una paz inesperada.
Mientras los actores daban vida a los personajes, una melodía suave inundó la sala, creando una atmósfera mágica.
—No estoy entendiendo muy bien lo que está pasando, maestra —susurró Valentina con honestidad, sin apartar la vista del escenario.
Sonreí ante su sinceridad y decidí explicarle un poco más.
—La vida es sueño es una obra escrita por Pedro Calderón de la Barca en el siglo XVII. Es uno de mis escritores favoritos de esa época —le conté, sintiendo su mirada fija en mí de vez en cuando. Sabía que estaba escuchando cada palabra con atención, y eso me encantaba.
—Continúe... —me pidió, y noté cómo seguía observando de reojo.
Respiré hondo y seguí explicándole.
—La trama se desarrolla en una atmósfera de reinos y traiciones, y plantea preguntas profundas sobre la realidad, el destino y el libre albedrío —expliqué, mientras en escena se veía a una reina llorando con un bebé en brazos.
—¿Él es un príncipe? —preguntó, señalando al bebé en los brazos de la actriz.
—Sí, él es el príncipe Segismundo. Ha sido encarcelado desde su nacimiento debido a una profecía que predice que traerá desgracia al reino —le dije, observando su expresión mientras procesaba la historia. Valentina parecía afectada, sus ojos brillaban con una emoción contenida.
—Pobrecito... —murmuró, y vi cómo unas lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas.
Continué con la historia, tomando aire porque sabía lo que venía. Sentía que la narrativa de la obra resonaba también en mí.
—Después de años en prisión, el rey Basilio decide poner a prueba la profecía y permite que Segismundo sea liberado y colocado en el trono por un día. —En ese momento, apareció en escena el actor interpretando a Segismundo, un joven confundido y lleno de preguntas.
Vi cómo Valentina seguía la historia con los ojos vidriosos. Yo misma sentí una punzada en el pecho, recordando mis propios dilemas y conflictos internos. Una lágrima rodó por mi mejilla, y me apresuré a limpiarla antes de que Valentina se diera cuenta. Sin embargo, ella seguía pegada a mí, como si necesitara esa cercanía tanto como yo.
—Cuando Segismundo descubre la verdad, sufre una crisis existencial y se pregunta si su vida es real o solo un sueño —le conté, sintiendo cómo las palabras se quedaban grabadas en mi propia mente. No pude evitar identificarme con el dolor y la confusión de ese príncipe, y algo en mí me dijo que Valentina también lo hacía.
El telón se cerró y la audiencia se puso de pie para aplaudir. Me levanté junto a todos, aplaudiendo con fuerza. Al voltear, vi a Valentina secándose las lágrimas con la manga de su chaqueta, aún conmovida.