Capítulo 1
Es como si fuese parte de un sueño; con tan solo cerrar mis ojos puedo oír la música y el hielo rasgarse. Es como si el mismo cielo estuviera a mis pies.
Aún lo recuerdo: la primera vez que toqué el hielo fue cuando tenía siete años. Después de la escuela, vi en la televisión a una patinadora rusa en una competencia nacional en el año 2006; mis ojos se iluminaron al verla bailar. Parecía volar por los aires, como si sus pies fueran alas. La música de fondo era Dance Macabre, de Camille Saint-Saëns. La vi por casualidad mientras mi padre buscaba su programa de televisión favorito; le rogué que me dejara verla hasta el final.No tuvo otra opción; de hecho, me arrojé al suelo y comencé a llorar. Me castigaron una semana, pero valió la pena; pude ver el resto de la competencia, y en ese momento fue cuando me enamoré del patinaje sobre hielo. Durante un mes completo imité sus pasos. No era la gran cosa, pero lo poco que recordaba, lo imitaba, hasta que un día mi madre me sentó en la mesa después de la escuela y me dijo que me llevaría a ver una función al otro lado de la ciudad solo y solo si sacaba buena nota en mi examen. Lo hice; no fue fácil, pero saqué un diez.
Al cabo de un mes, mi madre compró las entradas y fuimos juntas, pero cuando llegamos nos dijeron que se había cancelado; al parecer, una de las actrices se había lesionado el pie por accidente en el ensayo. Como disculpa, me dejaron conocerlas y acercarme a la pista. Una de las patinadoras aún seguía sobre el hielo. Estaba vestida con lentejuelas y una malla azul. Me preguntó si quería intentarlo, y dije que sí. Cuando me prestaron unos patines, los primeros que me puse en la vida, no podía dar más de un paso, pero qué bien se sentía.
Creo que mi madre me vio tan feliz que, unos meses después, justo antes de mi cumpleaños, me regalaron unos patines. Mis padres hablaron de enviarme con mi tía por las vacaciones a un pequeño curso intensivo de dos semanas, y si me iba bien, verían la forma de anotarme en un curso mejor y más largo. Durante esas semanas fui tan feliz; me esforcé todo lo que pude y dio resultados.En una clase, uno de los maestros se acercó a mi tía y le dijo que tenía talento, que si gustaba podía extender el curso un par de semanas más. Incluso le habló de unas pruebas luego del curso, más bien una pequeña presentación donde, si la pasaba, podría anotarme en una escuela donde me enseñarían patinaje casi todos los días.
Mi tía obviamente llamó a mis padres; estaba tan emocionada por mí al hablar por teléfono que ellos no podían creerlo. Le hablaron a mis abuelos, tíos, primos y vecinos, e hicieron una colecta. Vinieron a verme ese mismo día; estaba tan nerviosa que al comenzar me caí. Lloré luego del show, pensando en que no lo pasaría, en que mis padres gastaron su dinero en vano, pero un entrenador se acercó a mí y me felicitó por mi actuación.
—Es un poco torpe y tosca, pero con un poco más de entrenamiento podría incluso participar en la competencia junior a fin de año. Si les interesa un entrenador o un club donde su hija pueda aprender, llámenme.
Desde ese día comencé a vivir con mi tía. Me cambié de colegio y, aunque lloraba por mis padres a veces, patinar sobre el hielo se volvió lo más grande y valioso de mi vida.
Para mis dulces 16 ya había participado en varias competencias; perdí algunas y en otras logré incluso alcanzar el primer lugar. No me importaba si mis amigos tenían novios, salían de fiestas o incluso dejaban de hablarme por un tiempo; yo solo quería patinar. Aun cuando me salían ampollas y me costaba ponerme de pie, yo quería seguir en el hielo.
Cuando cumplí 25 años, mi exnovio Alex terminó conmigo; más bien, lo descubrí en la cama con una “modelo” de 24 años, un año más joven. Y la verdad, no era modelo de hecho; solo era una chica con unos cuantos seguidores en Instagram. Ese día no tenía tiempo para llorar; después de todo, estaba a una semana de la competencia más importante de mi vida, por lo que fui a practicar. Bailé y bailé aun con lágrimas en los ojos. No dejé de bailar hasta que mis piernas dejaron de moverse, pero fue en vano, porque una semana después, unas dos horas antes de la competencia, atrapada en el tráfico, mi mundo se vino abajo.
Estaba solo a unas calles del estadio cuando un camión se atravesó a lo loco. Solo recuerdo haber escuchado un zumbido y lo que parecía ser un grupo de personas a mi alrededor. Para cuando abrí los ojos, me encontraba en otro mundo, en el cual tenía apenas cinco años. Lloré más de dos días de frustración y angustia; luego lloré dos días más al saber que en este mundo no existía tal cosa como el patinaje sobre hielo.
El clima era cálido, mi nueva familia me amaba, pero aún quería ver a mis antiguos padres. Rogaba a Dios todas las noches por despertar y volver, por volver a tocar el hielo una vez más. Pero en este nuevo mundo, Dios no oyó mis plegarias.A medida que el tiempo avanzaba, me fui acostumbrando; mi nueva vida era similar a los libros de historia, trajes antiguos y, al parecer, ahora soy una princesa, hija de un rey. La vida en sí misma no me parecía feliz, pero intentaba acostumbrarme a la idea cuando, al cumplir diecisiete años, mi padre me comprometió con un lord, un guerrero, alguien que condujo a mi padre a la victoria después de la guerra. Fui un trofeo; soy un obsequio.
Los entiendo, realmente lo hago; sé que me aman, pero también sé que tengo obligaciones. Además, este ya no es el siglo XXI; en este mundo, las mujeres somos nada más y nada menos que un medio para resguardar el poder.Hoy, día 365 del año imperial, estoy a punto de casarme y lo único en lo que puedo pensar es que, si tuviera la oportunidad de volver a tocar el hielo, sería feliz.
—Cristina, sé que este matrimonio no es lo que deseas, pero como hijas de un rey tenemos un deber.
—Lo sé y lo comprendo, pero… es solo que he de extrañar a mi familia luego de la boda.
—Te quiero, ¿lo sabes, verdad?
—Me harás llorar. Mírame, Alexandra, estaré bien; el vestido al menos es espléndido.
—En eso, querida hermana, estás en lo correcto.
Luego de que me lanzara una sonrisa forzada, nos quedamos en silencio. Una de mis doncellas daba los toques finales a mi vestido cuando se escuchó murmurar a un par de criadas sobre la boda.
—Es una lástima, la princesa parece triste.
—Qué desafortunada, casarse con un hombre frío y cruel que ha matado a docenas en el campo de batalla debe ser aterrador.
—Escuché que tiene el cuerpo lleno de cicatrices; una de las criadas lo vio mientras le dejaba un traje para el banquete.Si soy sincera, no siento nada. Es más, al escuchar todos los rumores provenientes de aquel que será mi futuro esposo, no es que no me importe en realidad; solo que ya me he hecho a la idea de tener un matrimonio sin amor.
Pero a mi hermana Miranda, por otro lado, aquellas palabras desataron su furia. Con paso firme, abrió la puerta de golpe y, con una mirada fulminante, logró que sus bocas callaran. Era una escena increíble de ver; ya la había visto antes. Es como una villana de esos juegos otome que jugaba de vez en cuando luego de mis entrenamientos. Con tan solo un gesto y un movimiento de sus labios, las criadas estaban de rodillas en el suelo rogando piedad, disculpándose una y otra vez. Pero Miranda no tuvo piedad; las envió al calabozo por desacato y traición a la familia real.
Unos minutos después, se dirigió a mí con una mirada culposa y llena de tristeza; me tomó de las manos y comenzó a pedirme perdón.
—Miranda, no llores; estoy bien, lo prometo —le dije. Luego de calmarla, miré mi rostro en el espejo y observé cómo por segunda vez mi vida iba a cambiar. Las criadas colocaron el velo en mi cabeza y el ramo en mi mano.
Miranda sonrió levemente y volvió a repetirme un “te quiero”. Abrieron las puertas y caminé por última vez por los grandes y oscuros pasillos del palacio hasta ver a mi padre. Subí al carruaje y me dirigí a la iglesia.
Caminé hacia el altar, ante las miradas de toda la nobleza. Frente a mí, el sumo sacerdote me aguardaba junto con aquel que en tan solo unas cuantas horas ya sería mi esposo.
¿Que clase de vida es esta?,¿ Acaso todo esto tiene algún sentido?, ¿ Porque dios me a abandonado?, ¿fui demasiado impetuosa en mi vida pasada para terminar así?, ¿ Dios me está castigando? ¿ Realmente jamás podré volver a sentir frio?, quiero volver al hielo.
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CORAZÓN DE INVIERNO
Historical Fictionuna patinadora del siglo XXI se dirigía a una competencia cuando de pronto un accidente de tránsito le arrebata la vida y reencarna en una princesa de la época antigua en otro mundo.