CAPITULO 2

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Capítulo 2

Las campanas marcaron el final de la boda, mi "sí" dio el comienzo a mi nueva vida, una vida de casada, una donde debería complacer a mi esposo y ser solo una muñeca de aparador, como una joya puesta en exhibición.

Cuando llegó el momento de la primera noche, no estaba nerviosa, ni siquiera sentía algo por mi esposo, por lo que no me importaba realmente. Tampoco fue como si no hubiera experimentado anteriormente el sexo; es algo en lo que ya tenía bastante experiencia en mi vida pasada.

La noche se sintió como las demás, solo esperaba en la habitación a que mi esposo entrara y tomara lo que ya, en esta vida, era lo único que me quedaba, lo que marcaba el fin de mi inocencia, el final de mi libertad. Aun así, cuando él ingresó por esa gran puerta, no me tocó. De hecho, simplemente me ignoró, tomó un baño y, segundos después, con un tono seco y frío, exclamó:

“No te amo, no ruegues mi amor, no sé qué es eso, jamás creo poder saberlo. No te tocaré porque, así como tú fuiste obligada a casarte con un monstruo como yo, yo también fui obligado a formar parte de ti. No quiero una esposa, no necesito una mujer. Mientras no me molestes, mientras vivas como una sombra y cumplas con lo que te corresponde, podrás vivir como se te plazca.”

Qué frías palabras, pero ya lo sabía; el amor no es algo que esperara en este matrimonio. Pero es un alivio, al menos tendré algo que nadie más tiene; aun si estoy encerrada en una jaula, tendré, al menos, un poco de libertad.

Por tres largos días asistí a un banquete, los obsequios llegaron por montones y no faltaron quienes se aprovechaban de la celebración para acercarse al nuevo Márquez. Sí, Márquez, ese fue el título que se le otorgó a mi nuevo esposo por ser amante de una princesa.

Al final de la celebración, el rey, mi padre, como obsequio de bodas también le otorgó unas tierras. Las tierras de las cuales provenía aquel que me desposó, como nuevo señor debe mudarse a aquellas y, como su esposa, seguiré sus pasos.

— Cristina… te extrañaré, promete escribirme una vez al mes. — Tranquila, incluso si llueve o truene, juro que escribiré cada semana, Miranda. — Toqué su pequeño vientre abultado y expresé mi preocupación — debes cuidarte, júrame que no importa lo que suceda, intentarás estar sana. — Cristina, ven aquí, cariño… — Mi padre extendió sus brazos y me cubrió con ellos tiernamente — escucha, siempre he pensado que a mi dulce y querida hija le faltaba algo. Cada vez que mirabas por las ventanas de palacio sentí que debía hacer algo por ti. Quería ver una sonrisa. Comprendo que tal vez este matrimonio no fue lo que deseabas o la mejor forma de hacerlo, pero entenderás cuando lo veas, lo entenderás cuando, al final, ese pequeño y dulce rostro, cuando esos hermosos ojos vuelvan a tener luz, porque lo he hecho.

En aquel momento no pude comprender aquellas palabras. Sentí que mi padre quiso decirme algo, pero mi mente no llegó a comprenderlas del todo.

Por más de tres semanas de viaje en un carruaje incómodo, miré cómo me alejaba más y más de mi hogar.

— ¡Mi señora! ¡Márqueza! — ¿Sí? — Tome esto.

Mi dama de compañía me entregó un vestido de mangas largas y tela gruesa, junto a un tapado color azul con detalles bordados en color blanco. Había flores en él, eran camelias, son hermosas, unas de mis flores favoritas, sobre todo porque nacen en el frío, porque su belleza florece aún en medio de una tormenta.

— ¿Para qué es esto? Sé que ha estado un poco fresco estos días, pero con este calor, esta clase de atuendo me será incómodo, sobre todo no podré moverme.

— El rey preparó esto para usted, mi señora, también le escribió esta carta. Dijo que cuando leyera comprendería todo. — Su sonrisa me dejó abrumada.

Ella solo detuvo el carruaje y bajó, me dio el espacio para cambiarme, y cuando preguntó si me encontraba lista, no volvió a ingresar. El carruaje simplemente avanzó.

Estoy confundida, ¿tal vez si leo la carta de mi padre comprenderé? Es extraño. ¿Qué habrá escrito en esta carta? ¿Son palabras de despedida? ¿Acaso ha pasado algo?

Sin más preámbulos, tomé la carta en mis manos y cerré un poco las cortinas, no quería ser molestada por el viento o la intensa luz.

“A mi querida hija, mi luz, mi contento, ¿recuerdas aquella noche de primavera hace doce años? Aquella vez en la que despertaste en medio de la noche llorando, cuando un sueño, uno que llamaste el más hermoso y triste, comenzó a perturbar cada uno de tus días. Como padre, tu llanto fue una daga a mi corazón. En tus sueños eras feliz, tenías amor, pasión y mucho dolor. Desde aquel instante, desde aquellas lágrimas, cada noche después de aquel sueño, comprendí que no podía hacer nada. Como tu padre, mi corazón se llenó de amargura, ya no quería ver a mi hermosa y dulce niña llorar. Es como tú decías en ese entonces, tu alma pertenecía a otro mundo.

Cariño, mi luz, mi hermosa Cristina, te amo, lo he hecho desde el primer momento en que te sostuve en mis brazos, desde el momento en que de tus labios salieron las dulces palabras 'papá'. Tal vez esta no fue la mejor forma de demostrarte mi amor, tal vez en tus sueños eras libre, pero hija, la libertad también puede llevar a sacrificios.

Esta vez, aún si estás lejos, aún si no puedo ver aquella hermosa sonrisa y esos bellos ojos volver a brillar, te doy este regalo. Vive ese sueño que tanto anhelas, vive como en aquella historia que me contaste tantas veces en tu infancia.”

Tal vez ahora puedas ser feliz, tal vez ahora puedas volver a sonreír.
Te amo, te extraño, eres mi luz, no lo olvides, y si en algún momento necesitas de mí, ahí estaré. Ahora mira por la ventana, cariño, mira lo que tanto deseas volverse realidad, y cuando lo hagas, no olvides vivir, no olvides tu hogar, tu esencia y lo que tienes en tu corazón.

Las lágrimas cayeron por mis mejillas, mis manos temblaron ligeramente mientras aún leía la carta de mi padre. Cuando el carruaje se detuvo, miré las cortinas y sentí una ráfaga de viento cruzar las pequeñas ranuras del vidrio.

Lo conozco, esta sensación, yo necesito mirar, necesito abrir estas puertas.

Con rapidez, mis manos giraron la perilla y abrieron las puertas del carruaje. El aire congelado inundó mis pulmones.

¡Aah! Quema. ¡Aah! Esto, este color, este bello color blanco lo recuerdo muy bien.

CORAZÓN DE INVIERNO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora