🌕

9 0 0
                                    

Desde el cielo puedo ver tus ojos, rogándome por algo que no estás destinado a tener. Tú eres como yo, estamos vacíos por dentro pero aparentamos ante los demás. Nadie sabe lo que escondemos en nuestro interior.

El aire es frío y desolado. Corriendo entre las nubes, jugando a atraparse en la oscuridad. Puedo sentir como golpea mi cuerpo a su paso en grandes corrientes como hielo. Sin embargo, no me muevo en protesta pues la sensación se siente ajena, como si lo estuviera experimentando en otro cuerpo. Soy consciente de que está ahí más no puedo terminar de sentirla completamente.

Siempre es así cuando estoy arriba, lo cuál es casi todo el tiempo, pues los ángeles no tenemos permitido estar en la tierra por gusto propio, solo cuando es sumamente necesario.

Y bueno, quizá pronto podría ser bastante necesario.

Creía que el chico era lo suficientemente inteligente como para aprender de sus errores, más con cada día qué pasa me doy cuenta que solo le gusta seguir bordeando su miseria. Arrastrarse por sus mismos pasos sin importarle volver a caer en la oscuridad.

Bien. ¿Quién soy yo para decidir sobre él?

Después de todo, a mi solo me toca ver en silencio sus tropiezos e intentar entender que es lo que quiere lograr. Aún así, cada día me es difícil poder descifrar su mente por lo que solo me quedo quieto con mis ojos sobre él.

Y bueno, no es algo que me desagrade si debo ser sincero, podría decir que es algo muy... interesante.

Claro, sobre todo por las noches cuando el chico se encuentra solo en su casa pensando que nadie puede ver sus acciones y juzgarlo. Ja, bien. Yo si. Desde la oscuridad puedo verlo caminar a través del cuartucho que llama departamento, ese que él tanto se ha empeñado en hacerlo sentir como un lindo y acogedor hogar. Para mi sigue siendo un cuarto frío y sin color.

Pero más allá de ver sus paredes lisas y la gran variedad de plantas de plástico colocadas en ciertos puntos, me concentro más en él. Puede que suene mal pero al fin y al cabo ese es mi trabajo, observarlo. Día, noche, por todos los días y a cualquier hora, ahí estoy yo observándolo siempre. Sin que él tenga la menor idea de mis ojos tomando cada uno de sus movimientos.

Es interesante a decir verdad, como los humanos disfrutan cosas tan simples y vagas como ver tontas películas con efectos prefabricados e historias repetitivas, mientras intoxican su cuerpo con sustancias extrañas. O como se conforman con estúpidas cosas materiales e instantes de felicidad sobre fingida.

Porque nadie puede ver lo que existe tras las máscaras que deciden mostrar las personas. Al final del día siempre salen a relucir su interior. Es algo que he entendido a lo largo de mi tiempo.

Las personas forman un personaje adaptado a la sociedad en la cual conviven, se convierten en un cascarón para la demás gente ignorando su propia sencillez.

Y es normal. ¿No? Al fin y al cabo, así son los humanos.

Tan similares y a la vez tan diferentes a nosotros, porque mientras ellos compiten por cosas estúpidas que causan un vacío emocional, nosotros solo existimos, sabiendo que no tenemos que probar nada a nadie.

Ilusos, esa es la palabra con la cual podría asociar a los humanos. Intentado lograr cosas pero siempre ahogándose en un vaso de agua a la más mínima falla. Sin espíritu real, solo un pobre intento de supervivencia.

Así es, arrastrándose y pecando por la noche para al llegar la mañana olvidar sus errores y auto concederse la divina autoridad para juzgar a los demás. ¿Es que acaso son ciegos a sus fallas? Puede ser que su poca inteligencia no logre comprender la importancia de la autovaloración y la unión.

𝑿𝑿; 𝑆𝑒𝑜𝑛𝑔𝑠𝑎𝑛𝑔/𝑆𝑎𝑛𝑔ℎ𝑤𝑎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora