~•Prólogo•~

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Su cabello marrón castaño se balanceaba al mismo ritmo que el carro se movía de un lado a otro, la joven miraba la ciudad acercándose, hacía tanto tiempo que no había regresado, apenas podía recordar las calles en las que jugaba de niña, a la cara de su padre. Lo extrañaba tanto que casi le dolía el pecho, pensaba en la reacción de su amado padre al verla de nuevo, sonrió y casi podía sentir sus brazos del hombre cuando lo encontrará de nuevo después de todos esos años.

La voz del anciano que conducía la carretera la llamó suavemente.

—¿Es la primera vez que llega a la ciudad del palacio, jovencita?

—Oh no señor, mi padre vive aquí.— respondió ella sonriendo.

—¿De verdad? ¿Quién es tu padre, hija?

—Soy hija de Alador Bligth.

—Oh, eres la pequeña Amity...— El hombre finalmente la reconoció. —No sé cómo no me di cuenta, eres idéntica a él y a tu madre. ¿Qué viniste a hacer aquí, hija?

—Mi padre me envió a vivir con un familiar hace unos años, después de la muerte de mi madre. Al principio solo lo molestaba, pero ahora es diferente, puedo ayudarlo en lo que necesite, así que decidí regresar a casa, estoy segura de que seré útil.

—Oh mi niña...— El anciano se rascó la cabeza —No creo que por eso la haya enviado lejos...

Amity la miro en silencio, no podia distinguir esa mirada, y en general era buena en eso, pero no estaba del todo interesada en lo que el viejo carretero estaba pensando o no. Estaba mucho más interesada en lo que diría un viejo vendedor de verduras. Cuando vio el pueblo, apenas pudo contenerse con la ansiedad.

La ciudad era aún más hermosa de lo que podía recordar, con colores vivos y vibrantes, el palacio visto desde el otro lado del río era espectacular dado que las hermosas vidriera reflejaban el agua

Agradeció al anciano por llevarla allí, y recorrió el resto a pie, desde el camino hacia la vieja casa de su padre con la pequeña plantación alrededor, sonrió cuando vio la pequeña casa al lado del árbol de manzanas. La joven caminaba confiada en su dirección, dio la vuelta a las paredes, recordando correr alrededor de ellas riendo a carcajadas mientras su padre intentaba alcanzarla.

Alador se encontraba allí, bajo el sol abrazador, con la canasta llena de tomates, inclinándose para elegir el mejor. Era mayor de lo que imaginaba, la vids solitaria era dura, su cabello comenzaba a ponerse gris y su piel estaba teñida por el sol.

—Padre...

Llamó, y vio al hombre levantar la cara para mirarla, se quedó un rato inmóvil, no corrió y la abrazo como tantas veces había imaginado. Los tomates se esparcieron por el suelo, ahora se apresuraba hacia ella, pero la expresión de su rostro no fue la que esperaba, no recibió el abrazó que tanto esperaba. En cambio, el hombre la agarró del brazo y la arrastró apresuradamente a la casita, cerrando la puerta detrás de ella, asustado y jadeando.

—¿Qué haces aquí Amity?— Corrió hasta una ventana y miró por ella.

—Volví a casa, papá.

—No puedes quedarte aquí hija.

—Pero papá...— Ella no entendía la reacción de su padre. —Puedo ayudarte ahora, ya soy una mujer adulta, puedo ayudarte a plantar y vender por la ciudad.

—No.— Gritó el castaño. —No puedes salir de esta casa, nadie te puede ver.

—Papá me estás asustando.

El hombre se detuvo, sus hombros cayeron y se volvió oara admirarla. Había crecido y se habia vuelto aún mas hermosa de lo que alguna vez imaginó que sería, su largo cabello castaño, su carita pequeña, sus ojos color dorados enormes, era una hermosa jovén. Hermosa cómo ninguna otra, y eso fue una pesadilla para él, era demasiado hermosa para caminar por las calles de esa ciudad. Caminó hacia su hija, habian pasado ocho años desde que la vio, desde que ella cumplió diez. Alador sabía que Amity se convertiría en una hermosa jovén, por lo que la envío a vivir con un primo lejano, sabía que si se quedaba en esa ciudad no tendría oportunidad de escapar. Pero ahora ahí se encontraba su pequeña flor, floreciendo, más hermosa que cualquier otra en el jardín. La abrazo, sintió que la joven le devolvía el abrazó y en ese momento un enorme temor por ella la inundó.

Permíteme Sanar Tu Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora