~|Capitulo 2|~

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La tarde paso rápido, Luz resolvió algunos problemas, habló con algunas personas, se estresó com algunos plebeyos, pronto se hizo de noche, y como había pedido, Augustus entró por la puerta

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La tarde paso rápido, Luz resolvió algunos problemas, habló con algunas personas, se estresó com algunos plebeyos, pronto se hizo de noche, y como había pedido, Augustus entró por la puerta.

—Entonces...—preguntó —¿Qué intentó? ¿Poner fin a las ejecuciones en el reino? ¿Salir corriendo por la ventana?

—Mi señora... La nueva Reina nos ha ordenado que retiremos las deudas de su padre, y que de ahora en adelante no se cobren impuestos.

—Era de esperarse. ¿Qué más?— Luz se llevó la copa de vino a la boca y vio al hombre vacilar, lo cual no era común en él.

—Nos ordenó plantar flores por toda la ciudad, dijo que las calles serían más felices su hubiera más colores.

—¿Flores?

—Si señora.

—¿Y que más?

—Solamente eso.

—¿Solamente eso?— El Rey se sorprendió. —¿Sin una fortuna a nombre de su familia? ¿Sin intentar evitar la ejecución de ninguna manera? ¿Sin intentar escapar?

—No señora, pasó una tarde una tarde agradable con su padre, aunque el hombre estaba muy triste, tampoco quería salir de la habitación, le enseñó a una de las sirvientas cómo quitar una mancha de su vestido, pidió que se le preparará el baño y ya la está esperando.

Esa reacción fue diferente a lo habitual, parecía calmarse antes de la tormenta.

Esa reacción fue diferente a lo habitual, parecía calmarse antes de la tormenta

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Abrió la puerta del dormitorio y entró, las enormes ventanas estaban cubiertas por cortinas de terciopelo, a excepción de una, la reina estaba sentada en un sillón frente a la ventana abierta, sus pies pegados a su cuerpo sobre las cómodas almohadas, su cabello ondeando en su espalda. Miro a la luna, o tal vez la ciudad y sus tenues luces, inmersa en sus propios pensamientos, Luz se aclaro la garganta y la sacó de sus propios pensamientos. Amity se levantó apresurada, casi asustada, la tela que cubría su cuerpo era tan claro y delgada, casi hata el punto de ser transparente, especialmente con esa luz del cielo que invadía la habitación, ella era la mujer más hermosa que jamás había visto sin ningún rastro de duda.

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