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Todo aquel día y el siguiente, SeokJin estuvo haciendo planes para poder ver de nuevo a aquel pájaro exótico. Las posibilidades no eran muchas. No le gustaba visitar a los estudiantes de los últimos cursos, que estaban en colleges distintos. JaeWon, pensó, era muy conocido en la Unión y fue al debate del martes con la esperanza de oírle: quizá fuese más fácil de entender en público. No le atraía en el sentido de quererlo por amigo, pero presentía que podía ayudarle. El cómo, no se lo formulaba. Todo resultaba muy oscuro, pues las montañas aún arrojaban su sombra sobre SeokJin. JaeWon, seguramente triscaba por las cimas, y podría extender hacia él una mano auxiliadora.

Después de fracasar en la Unión, reaccionó en contra. No quería la ayuda de nadie; estaba muy a gusto así. Además, ninguno de sus amigos aguantaría a JaeWon, y él debía seguir unido a sus amigos. Pero aquella reacción pasó pronto y los deseos de verle se hicieron más fuertes que nunca. Puesto que JaeWon era tan excéntrico, ¿por qué no serlo él también y romper todas las convenciones yendo a visitarle? Uno «debe ser humano, y esto de visitarle era algo humano. Muy emocionado con este descubrimiento, SeokJin decidió ser bohemio también, e irrumpir en la habitación con un ingenioso discurso al estilo del propio JaeWon. "Esperabas más de lo que ganaste", se le ocurrió. No le sonaba muy bien, pero SeokJin sería lo suficientemente inteligente para no hacerle sentirse un imbécil, así que soltaría esto si no se sentía inspirado y discurría algo mejor, y dejaría el resto a la suerte. Porque aquello se había transformado en una aventura. Aquel individuo que decía que uno debía "hablar, hablar", había conmovido incomprensiblemente a SeokJin.

Una noche, poco antes de dar las diez, se coló en Trinity y esperó en el Gran Patio hasta que las puertas se cerraron tras él. Alzando la mirada, contempló la noche. Era en general indiferente a la belleza, pero "¡qué despliegue de estrellas!", pensó. Y advirtió también cómo la fuente repiqueteaba cuando se apagaron las campanas y las verjas y puertas de todo Cambridge se cerraron. A su alrededor estaban los de Trinity, todos de inmensa cultura e inteligencia. El grupo de SeokJin se burlaba de Trinity, pero no podían ignorar su desdeñoso fulgor, ni negar aquella superioridad que apenas se molestaba en afirmarse. Había venido allí sin saberlo sus amigos, humildemente, para pedir ayuda. Su discurso ingenioso se desvanecía en aquella atmósfera, y su corazón latia apresurado. Sentía temor y vergüenza.

Las dependencias de JaeWon quedaban al final de un corto pasillo; éste, como no contenía ningún obstáculo, estaba a oscuras, y los visitantes tenían que deslizarse tanteando la pared hasta dar con la puerta. SeokJin la golpeó con más fuerza de lo que esperaba un golpe que le hizo estremecerse y exclamó: "maldición", en voz alta, mientras los paneles temblaban.

"Entra", dijo una voz. El desencanto le esperaba. El que hablaba era un hombre de su propio college llamado TaeHyung. JaeWon no estaba.

—¿Quiere ver al señor JaeWon?... ¡Qué hay, SeokJin!

—¡Hola! ¿Dónde está JaeWon?

—No sé.

—No es nada importante. Me voy.

—¿Vuelves al college?—preguntó TaeHyung sin levantar la vista: estaba arrodillado ante una torre de cilindros de pianola que había en el suelo.

—Supongo que sí, él no está. No era nada importante.

—Espera un segundo y me iré yo también. Estoy buscando la Sinfonía Patética.—SeokJin examinó la habitación de JaeWon y se preguntó qué se habría dicho en ella, y después se sentó en la mesa y contempló a TaeHyung. Era bajo muy bajo, de ademanes sencillos, y un rostro de facciones regulares, que había enrojecido ante la aparición de SeokJin. En la residencia tenía reputación de inteligente y también de reservado. Casi lo único que SeokJin había oído decir de él era que "salía demasiado", y este encuentro en Trinity lo confirmaba.

𝐌𝐀𝐔𝐑𝐈𝐂𝐄  [JinTae] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora