Danza macabra

0 0 0
                                    

Un gran castillo que antaño estaba lleno de vitalidad ahora se hallaba con puertas y ventanas selladas, con poca iluminación ante la falta de personal para su mantenimiento y con ratas andando por los abandonados pasillos. Pero en el centro de ése edificio dentro de un gran salón, el rey se encontraba con su séquito de nobles, caballeros y sacerdotes festejando un gran festín. Se hallaban aislados del exterior por todos los medios para lo que el sacerdote había llamado “una purificación para alcanzar una tierra santa” purificación de la que estaban exentos aquellos hijos de dios con sangre azul o altos cargos. Fuera, detrás del puente que separaba el castillo del pueblo la gente era azotada por una peste que provocaba enormes ampollas en la piel que al estallar salpicaban sangre infectada a todos alrededor y la cual se decía mataba en minutos.

Mientras los miembros del cortejo del rey reían y comían deliciosos platillos, decidieron llamar al bufón de la corte para su entretenimiento, un hombre mucho más bajo que el comun de los hombres, de facciones poco favorecidas y vistiendo un ridículo disfraz se acercó rápidamente. El bufón primero empezó a hacer chistes sobre los presentes, ante él aburrimiento del rey empezó a cantar y bailar. Los miembros del séquito embriagados no solo de alcohol sino tambien de poder al creer que eran bendecidos por Dios al tener sangre azul y evitar la peste; empezaron a lanzarle comida y burlarse de él. Rápido se cansaron de su acto y le pidieron otra canción pero ésta vez, para animarlo lo amenazaron con que le cortarían un dedo de los pies cada que dejara de bailar sin importar si fuera por un segundo. Los miembros de la mesa reían a carcajadas y golpeaban sus vasos de cerveza contra la mesa para animar al bufón. No fue sino hasta que éste se hallaba agotado que el rey ordenó a dos criadas lo levantarán y bailaran con él, éstas obedecieron ante él temor y tomaron al bufón por sus hombros para continuar con la macabra danza. Cuando el rey quedó satisfecho y ordenó cesaran el show, las criadas soltaron rápidamente al pequeño hombre asqueadas por su aspecto y huyeron a la cocina del castillo. Entre jadeos el bufón trataba de hablar pero las palabras no salían de su boca por el cansancio por lo que apenas palabras sueltas era capaz de soltar.

-y ahora... Para... Mi... Próximo acto...- poco a poco se reintegraba a la conversación.

-Les mostraré mi próximo acto- dijo cuando por fin pudo recuperar el aliento. Y con los huesos de pollo que sobraron de la comida empezó a hacer malabares.

Uno de los nobles aburrido ante tal hazaña le lanzó una copa directo a su cabeza que empezó a sangrar por el impacto. Mientras el bufón se reintegraba uno de los sacerdotes ofreció una idea.

-Y por qué no haces malabares con cuchillos ?- dijo mientras miraba de reojo al rey esperando su aprobación.

Todos los presentes asintieron a la idea del sacerdote y esperaban el consentimiento del rey, quién ante él pedido popular, dió el visto bueno. Y así el bufón con el corazón lleno de pavor empezó con sus malabares nuevamente. Al principio su show marchaba bien hasta que uno de los cuchillos que agitaba en el aire cayó cortando una parte de sus ropas, nervioso ante tal fallo nuevamente otro cayó, ésta vez cortando su mano y salpicando sangre sobre el blanco vestido de una de las damas de la corte, quién enfurecida por tal acto pidió la horca para el bufón pero el rey intercedio a favor del pequeño hombre sabiendo que sería su único entretenimiento en las largas semanas que les quedaban de aislamiento. Pero no le negaría un castigo por lo que fué enviado a una de las cárceles del castillo donde los condenados eran obligados a una soledad en el que eran abandonados durante semanas y nisiquiera se les suministraba alimento.

25 días pasó el bufón en aquella carcel y no fué sino hasta que el rey y su séquito se habían aburrido de no poder ver la luz del sol que lo liberaron. El aspecto del bufón ya no era divertido para los presentes, lo que antes generaba burlas por sus rasgos ahora generaba asco. Se hallaba sumamente delgado y un semblante de locura invadía su rostro de mejillas hundidas por la falta de grasa en su cuerpo. Apenas pudiendo caminar éste se acercó a la mesa y empezó a recitar la misma canción que había recitado la última vez. La corte que antes había reído su actuación ahora miraban asqueados al desmejorado hombre que los entretenía. No fué sino hasta que el rey habló y pidió su expulsión del palacio que el bufón pidió hacer denuevo el truco de los cuchillos y en un acto de simpatía por el desagradable ser que tenía enfrente, el rey se lo permitió.
El bufón subió a la mesa y empezó su acto, ésta vez con una agilidad casi felina evitaba cualquier corte o atisbo de dejar caer los cuchillos; no fue sino hasta el final que éste último mostró su último movimiento. Tomó uno de los cuchillos en el aire dejando caer los demás a la mesa y rasgó su holgado disfraz mostrando una larga hilera de las ampollas sangrientas de la peste. En un rápido movimiento cortó su propia carne dejando que las ampollas estallen y su sangre salpicara a todos los presentes quiénes huían despavoridos al saber que el solo contacto con la sangre infectada era una sentencia de muerte. Por primera vez, nadie se burlaba de él, sino que le rogaban por su vida. El bufón haciendo gala de su pasión por el arte, empezó a hacer una de sus danzas, la más excéntrica de todas dónde sus brazos sangrientos volaban en todas direcciones llenando de sangre a aquellos que habían evitado la sangre del primer corte. Y así continúo bailando por cada pasillo del castillo hasta caer inerte y con él, cada miembro de la corte.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Cuentos de la MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora